SEVILLA

La rotunda gracia de Ortega salva el duelo


viernes 24 septiembre, 2021

Ortega pasea la unica oreja de un encierro de Juan Pedro de escaso Juego en el que la porfía de Morante se va de vacío

Juan Ortega 1

Pablo López Rioboo / Fotos: Arjona

El periodismo según Chaves Nogales es ver y contar algo, tan sencillo como ser fiel a uno mismo, libre y dueño de sus palabras. Sevilla vivía hoy sábado la denominada corrida del arte. Un mano a mano lleno de argumentos con la corrida de Juan Pedro. Un Juan Pedro que afrontaba la primera de sus dos citas septembrinas por San Miguel. Allí se citaban con las musas dos toreros que quisieron regalarle a su plaza una tarde inolvidable. Como inolvidable fue el primoroso torero de capa que ambos ofrecieron en una tarde que no rompió. Ese toreo que no se aprende, ese que brota de las entrañas y que fluye hasta las muñecas para ser interpretado con el corazón y el alma. El toreo es sentimiento. Ese toreo que en esta bendita ciudad ya es una religión y que hoy agrandó su leyenda. El arrebato y la calma, la gracia y el temple. José y Juan, Belmonte y Joselito. Los vencejos cantaban alegres, revoloteaban entre los arcos de una Maestranza henchida de gozo y guapa a rabiar. No me digan que no se les escapa una sonrisa al verla pasar. Hoy todos querían estar presentes, incluso esas musas caprichosas que como consentidas que son juegan a su antojo con la ilusión de la gente, esa que hoy debía estar en un día señalado del calendario. Hoy las musas se hicieron presentes para una vez más dejar escrita una nueva página de ‘El toreo según Sevilla’.

Ortega volvió a hacer de la Maestranza su rincón favorito. Ese donde siempre soñó con hacer crujir sus cimientos, ese en el que su toreo entra como un guante. Un día en el que volvió a dar un pasito más para convertirse en uno de los consentidos de la afición. Su actuación ante el primero de Juan Pedro son de las que no se olvidadan. Bordó el toreo de capa con un recibo a cámara lenta, llevando siempre al animal muy toreado, enganchándolo delante y tirando del brazo. Barbilla en el pecho y compás abierto. La puntas de las zapatillas mirando de frente al animal. El talento al servicio del torero. La media ‘arrebujá’ fue de cartel, seda pura. Paró el tiempo Ortega con su capotito, meció y durmió las embestidas del animal en un recibo de capa antológico. Un chispazo, un fogonazo de luz que duró a penas 20 segundos. A más calidad mayor calidad. Para torear así de despacio también hay que encontrarse con un animal que embista con esa verdad. El otro punto álgido capotero vino con el duelo de quites entre Ortega y Morante. Uno por chicuelinas al paso, continuadas con un posterior lance al delantal a cámara lenta, rematado con una media de quilates, mientras que Morante optó por tres verónicas a media altura con ritmo y cadencia ante un toro que agarró ritmo y clase. Inició faena con ayudados por alto y un posterior pase de la firma soltando muñecas. Animal al que había que pulir un final del muletazo en que tendía a soltar la cara. Por el derecho se enroscó siempre al toro, sacando el pecho y llevándoselo tras la cadera. A zurdas su labor fue más desigual. Volvió a derechas para dejar un molinete y un pase de pecho muy amanoletado en la siguiente serie. Le faltó mayor raza a un Juan Pedro con nobleza que siempre quiso colocar la cara, pero que acabó paradito. Una labor presidida por la templanza, todo se hizo sin prisas, parecía que no pasaba el tiempo. Cerró de forma inteligente la faena en el tercio con muletazos con sabor, pero se atascó en la suerte suprema. Quiso matarlo igual de despacio que lo toreó pero encontró hueso, cambiando la posible oreja por una ovación desde el tercio. Hoy no era día para matemáticas, Ortega tendría que haber dado una vuelta al ruedo en reconocimiento a un momento histórico, que más dan las orejas cuando se torea así.

Muy deslucido fue el cuarto de la tarde, un animal acucharado de cuerna que nunca se entregó. Ya desde el inicio se fue orientando, embistiendo siempre a media altura y con la cara suelta. Inició faena con toreros doblones ante un Juan Pedro que siempre probó en cada arrancada. Muy deslucido un ejemplar que no regaló una embestida. Siempre perfectamente colocado Ortega, dándole las ventajas a un astado reservón. Quiso torearlo con las muñecas, cuando este por su condición pedía que le estirara el brazo para así acrecentar su recorrido. Porfió un Ortega que quiso hacérselo todo despacio, cogiendo la muleta por el centro del estaquillador y tirando de vuelos, pero no hubo manera. Tras una estocada casi entera y varios descabellos fue silenciado.

Desigual fue el recibo de Ortega al cierraplaza, un toro de Juan Pedro que sacó fondo en la muleta, pero que acusó su justeza de raza. Dejó verónicas a media altura ante un astado al que había que engancharlo. Sobresalieron dos quites por el mismo palo. Ambos por chicuelinas, tanto Morante como Ortega. El primero con la figura vertical y asentando los riñones, y el segundo con garbo, ciñéndose la embestida al cuerpo. Abrocharon sendos quites dos medias al ralentí, cada cual más despaciosa. Pases de la firma, trincherillas, molinetes y un de pecho con sabor fueron su tarjeta de presentación ante un animal pronto y con fijeza. Siempre quiso torear con los vuelos Ortega, acompañando con la cintura y pulsando las embestidas. Componiendo y sacando el pecho, ese es su concepto, no sabe torear de otra forma. A zurdas hubo desmayo, por ahí se gustó y gustó el sevillano, un pitón en el que había que llevarlo siempre enganchado. Toreó de frente en un final de faena a media altura con el toro ya a menos. Mató de una gran estocada, cortando la única oreja del festejo.

Morante de la Puebla tuvo la suerte de espaldas en el día de hoy. Tres toros que no ayudaron a que pudiera devolverle a Sevilla con un triunfo la expectación que levantó su segunda comparecencia en el serial. Nos dejó un poco fríos la embestida del primero de la tarde, un animal noble pero muy justo de raza al que le realizó un gran tercio de banderillas Fernando Sánchez, el cual saludó montera en mano junto a Sánchez Araujo. Un astado soso que nunca se empleó. Morante anduvo incómodo tanto con el viento como con el piso. Lo toreó siempre en línea recta para no quebrantar a un Juan Pedro muy cogido con alfileres. Porfió José Antonio pero nunca lo vio claro ante un astado que iba y venía sin emplearse. Finalmente tras dejar una media algo tendida fue silenciado.

Morante tampoco tuvo suerte con el castaño que hizo tercero, un aninal soso y muy medido de raza. Astado al que no se le podía apretar por su condición. Todo lo hizo por y para el Juan Pedro, pero ni por esas el toro se fue tras los vuelos. A zurdas tuvo más clasecita pero menos transmisión. Cuando la faena languidecía apostó por apretarle, dejando la serie más jaleada de su labor ante un animal desigual en sus embestidas. Tras una estocada corta y algo tendida fue silenciado.

Tras devolverse el quinto de la tarde salió en su lugar un sobrero grandón y deslucido que no dejó ahormar faena por parte de Morante de la Puebla. Comenzó por ayudados acompañando la embestida del toro con todo el cuerpo, finalizando la serie con un pase de la firma al ralentí. Lo intentó llevar siempre toreado, pero no podía ligar los pases, con lo que todo fue de uno en uno. Toro que a mitad de faena echó el freno. Le consintió a derechas un afanoso Morante pero no pudo sacar agua de un pozo vacío. Una labor en la que parte del respetable mostró su enfado por el escaso juego de la corrida hasta ese momento. Tras pasaportar al animal escuchó palmas.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Sexta de abono. Lleno de no hay billetes dentro del aforo permitido.

Toros de Juan Pedro Domecq. Dispares de hechuras y bajos de raza. Destacaron los lidiados en segundo y sexto lugar. Con nobleza el apagado primero. De gran clase, humillación y entrega el buen segundo. Medido de raza el soso y agarrado al piso tercero. Con geniecito el reservón y deslucido cuarto. Sin empuje el grandón y desclasado quinto bis. Con nobleza y temple el manejable sexto.

Morante de la Puebla (Teja y oro): Silencio, silencio y palmas

Juan Ortega (Carmelita y oro): Saludos, silencio y oreja

INCIDENCIAS: Saludaron los dos espadas tras finalizar el paseillo. Se destocaron Fernando Sánchez y Sánchez Araujo en el primero de la tarde.