LA CRÓNICA DE MADRID

Urgencias


domingo 26 septiembre, 2021

Alberto Lamelas se echa para adelante con los más potables del exigente encierro de Victorino, que le negó embestidas a Chaves y se las racaneó a Colombo

Alberto Lamelas

Marco A. Hierro / Fotogalería: Luis Sánchez Olmedo

«¡Ojalá te embista uno!». Depende de quién te diga esa frase puede resultar amable o puede tener muy mala baba. Porque los matices de embestir son tantos que en una misma corrida de Victorino te puedes encontrar mil. Y hasta en un mismo toro, pero lo cierto es que hoy, sin triunfo grande ni andar cerca de él, embistieron tres toros para que demostrasen dos tíos de qué están hechas sus manos. Digo dos y digo bien, porque al López Chaves que llegó impecable de caldera y oro y sin urgencias le negaron las embestidas los dos grises que enlotó. Aunque fue un gusto verlo andar con los dos sin mayor complicación.

Dos de los que embistieron los tuvo Lamelas entre las telas, y a los dos se fue a recibirlos al portón de los sustos. Porque llegaba con urgencias, menos de las que pensaba, pero más de las que quería. Ninguno fue de lío gordo, pero sí de apuesta. Porque después de torear hoy habrá pensado Alberto que esta carrera hay que cobrarla. No hubo oreja -aunque se la pidieron- con el importante quinto, al que había que darle mucho y esperar que te devolviese una parte. Pero lo hacía casi siempre, y casi siempre para tirar para adelante. Igual que pisaba la línea Lamelas y se jugaba los cueros con tesón, a veces incluso entrando a la reyerta a navajazos que propuso el cárdeno cuando se le paró delante al salir de chiqueros y le puso el corazón en un puño a un Madrid que resopló los olés con alivio en el recibo de voluntad.

Y tuvo suerte el animal, porque le puso delante el capote Marco Galán y le mostró la forma de embestir a uno y de gestionar las arrancadas al otro. Porque Marco no tiene por qué cruzar la línea para bregar a un toro, pero Lamelas entiende que sí para cobrar cara la carrera. Y entendió también que con un poco de suavidad y un pelín de inercia rugía Madrid por pisar el sitio que quema. Y se la jugó con honradez porque no sabe hacerlo de otra manera. Y así lo reconoció un tendido que le pidió un premio mayor.

Distinto fue lo de Colombo, porque si fue aburrido ese tercer acto -en el que ya le advirtieron que aquí las banderillas se reúnen en el balcón, salte donde salte el que las porta-, más lo fue la lidia al sexto, el tercero de los grises que hoy que quiso más trapo que sus hermanos. Dudó en el saludo el venezolano, porque no sabía si estirarse y apretar o sobarlo y esperar a luego para ver cómo quedaba después de llevarse un trancazo. Y quedó perfecto, porque le sopló Israel de Pedro un puyazo magistral que se llevó la ovación de la tarde.

Pero luego había que andar, porque no era fácil cogerle la distancia, pero caminaba el animal y se empleaba con mejor trato cuando llegaba con algo de espacio. Y no le ayudó a Jesús la urgencia que traía por triunfar, porque hubo momentos en que su forma de ceñir los espacios parecía resignación por acabar entre las patas, como si fuera inevitable que aquello fuera a pasar. Y tanto quiso mostrar su entrega que se olvidó de jugar sus opciones manejando el trapo que tenía en la mano. Porque las urgencias no son buenas para nadie.

Pero hay algunos que las saben mitigar y hasta relativizar, y sólo entonces, cuando pasan a un segundo plano, destapan al torero que ocultan en su tela de araña cruel.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Tercera de la Feria de Otoño. Corrida de toros. Lleno en el aforo permitido, unas 11.000 personas.

Toros de Victorino Martín, serios en general, excepto el tercero, una raspa. Manso, medidor y sin entrega el primero el primero; reservón pero con fondo el exigente segundo; de corto viaje y deslucido ademán el vareado tercero; agarrado al piso el complicado cuarto; noble y de seria embestida el importante quinto; con fijeza y celo hasta el embroque el sexto.

López Chaves (caldera y oro): palmas y silencio.

Alberto Lamelas (lila y oro): ovación tras aviso y ovación.

Jesús Enrique Colombo (marino y oro): silencio y silencio tras aviso.