EL TENDIDO DE LOS SASTRES

Manzanares, torero y (casi) taumaturgo


jueves 30 septiembre, 2021

Torero y taumaturgo a la vez, José Mari consiguió un doble prodigio: que el toro no se cayera y que el público entrara de lleno en la faena.

Manzanares
José María Manzanares. © Luis Sánchez Olmedo

Por Paco March

Sucedió en el quinto y José María Manzanares construyó una faena que rozó el milagro: el toro de Matilla, tan bravo como débil, se mantuvo en pie hasta el último muletazo gracias al pulso y el temple del alicantino. Pero se postró con toda su armónica anatomía sobre el albero justo antes de que su matador tomara el estoque. Lo levantaron, Manzanares se perfiló de lejos, citó a recibir, el toro galopó, la espada cayó en lo alto y segundos después doblaba, esta vez sí para no levantarse.

Y el público supo valorar tanto la condición del toro (puesta en entredicho por la escasez de fuerza) como la sabiduría del torero. Nadie o casi –Manzanares en ese casi- podía suponer que el toro aguantaría en pie ( las protestas duraron hasta el final del tercio de banderillas) pero la faena fue un crescendo paulatino. Manzanares daba tiempo y distancias y el animal lo agradecía con embestidas alegres y francas, conducidas con temple sedoso.

Torero y taumaturgo a la vez, José Mari consiguió un doble prodigio: que el toro no se cayera y que el público entrara de lleno en la faena. Hubo naturales de mano baja- sí, de mano baja- que el toro tomó con humillación y entrega, armonía y delicada belleza, todo ello con el poso de distinción de un torero que en La Maestranza está como en su casa.

Por eso y pese a lo comentado, llegó la justa recompensa. .Recompensa que también tuvieron El Juli, que toreó con soberbia suficiencia al buen primero y Paco Ureña, todo apasionada entrega, en el complicado y peligroso  que cerró un festejo que mantuvo el interés de principio a fin. Los toros de Matilla y una terna que justificó sobradamente su estatus completaron una tarde que si no será para el recuerdo sí lo es de reconocimiento a todos.