COLUMNA

La luna de Talavante ya no llora


miércoles 12 octubre, 2022

Hubo un tiempo que desde la luna de Talavante, esa que inmortalizara Vicente Amigo en sus bulerías "Las Cuatro Lunas", brotaban lágrimas a borbotones que nacían de la zurda de oro del genio extremeño. Esa luna lleva ya un tiempo apagada y ni llora ni brilla, parece que ya no está. Como si ya no fuera, ni siquiera, ni la sombra de lo que fue.

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Hubo un tiempo que desde la luna de Talavante, esa que inmortalizara Vicente Amigo en sus bulerías «Las Cuatro Lunas«, brotaban lágrimas a borbotones que nacían de la zurda de oro del genio extremeño. Hubo un tiempo en que esa mano izquierda era la envidia de medio escalafón, la que cimentaba faenas de ensueño en las grandes plazas, y la que se bastaba por sí sola para abrir la puerta grande del coso más importante del mundo. Esa luna, al igual que esa zurda, lleva ya un tiempo apagada. Ni llora, ni brilla, incluso parece que ya no está. Es como si estuviera ausente, perdida. Como si ya no fuera, ni siquiera, ni la sombra de lo que fue.

El toreo, como la vida, está lleno de contrastes. A veces esos contrastes son especialmente caprichosos, pues el destino quiere que así lo sean. Y por eso, en días como hoy, cara y cruz, vida y destrucción, alba y ocaso, se unen en una misma tarde. Porque así es el toreo. Si las lágrimas de un torero que ha cumplido el sueño de su vida en su primer año como matador de toros eran la cara de la moneda, la bronca que el respetable dedicó a Talavante tras dejarse vivo al cuarto fue la cruz. Esa fue la respuesta de su público, de su Madrid, a la apatía extrema, la desconfianza, la falta de ideas y la resignación de un torero ausente durante toda la tarde.

El punto final con el que el extremeño ha puesto fin a su calvario de temporada en Madrid parece confirmar el error que cometió al sentarse a planificar la temporada. Y es que, las cuatro tardes en San Isidro para reaparecer más la última de Otoño eran una apuesta muy arriesgada y pesaron de lo lindo. Su paso este año por la primera plaza del mundo ha sido siempre un quiero y no puedo, convirtiéndose su última tarde en un auténtico Vía Crucis.

Meros espejismos fueron las faenas en los que se vio a un Talavante más encajado sobre todo de mitad de temporada para delante en plazas como Bilbao, en las que por momentos se reencontró con esa zurda de oro que hacía a su luna llorar. Hoy confirmó que eran meros retazos, simples fogonazos de lo que puede llegar a ser. Hoy el extremeño fue un hombre derrotado y sin ideas, con una imagen muy distinta a la que debe transmitir un torero. Por delante, le queda un largo invierno para pensar.

Y en mitad del naufragio de Talavante, encontró Francisco de Manuel la tarde de su vida. El de hoy era el día señalado. La fecha marcada en rojo y tatuada a fuego en cabeza y corazón. Esa que tantas veces había soñado y visualizado, que con tanta ilusión había esperado. Y es que mientras el madrileño hacía el paseíllo, sabía que no se le podía escapar aquello de las manos, porque el momento estaba reservado para él, eso sí, con permiso del cóndor mandamás del toreo actual.

Y esa faena, que tantas veces había rebobinado en su cabeza, se hizo realidad con el quinto, un grandísimo toro de Victoriano del Río. Con él Francisco de Manuel se rompió al natural, con una despaciosidad y temple asombrosos, en naturales que duraron una eternidad y que quedarán inmortalizados para siempre en su recuerdo, y en el de muchos aficionados de Madrid. El espadazo hasta los gavilanes le puso en sus manos un triunfo que ya estaba escrito antes de romper el paseíllo.

Pero tuvo que compartir la foto de su primera puerta grande (desde 2018 no había una doble puerta grande en Madrid, con López Simón y Talavante como protagonistas), con el que no cede un ápice, con el que revienta la taquilla y somete al animal con un poder asombroso, al igual que somete al aficionado con una tensión máxima que no todos pueden soportar, generando una especie de apoteosis en un público con el que conecta como nadie y que se rinde a sus pies cual máxima figura de este espectáculo. Un inicio de faena eléctrico le bastó a Roca Rey para poner a 23.000 almas en pie. Y después usó la inteligencia para armar una faena en la que la clave fueron los tiempos, que permitieron que el gran toro de Victoriano rompiera. Después le tuvo que tragar, y eso le permitió torear con cadencia por el pitón derecho, pero también al natural tirando de él. El final de faena fue un derroche de arrestos, cojones y corazón y en las bernadinas a punto estuvo el de Victoriano de llevárselo por delante. Pero nada importaba. Porque el peruano sabe hasta dónde está dispuesto a llegar. Sabe que baila cada vez más cerca de la muerte cada tarde y ese es, no se engañen, su mayor secreto para ser el rey de la taquilla.

La de hoy era la fecha señalada y no defraudó. Incluso para el propio Mbappé, cuya presencia se esperaba en Las Ventas del Espíritu Santo junto a sus compañeros Sergio Ramos y Keylor Navas, que no quisieron perderse la cita de la temporada, al igual que los futbolistas del Real Madrid, Nacho, Lucas Vázquez y Dani Ceballos. Finalmente, el astro francés se quedó en París. Seguro que cuando sus compañeros le contaron lo que se había perdido, se arrepintió de no haber cogido ese vuelo a la capital del toreo, que no volverá a abrir sus puertas hasta el próximo año.