Morante de la Puebla confesó, el pasado fin de semana en una entrevista a El Mundo, cuál fue la faena que más le ha emocionado de todas las que ha realizado en su histórica temporada de 100 corridas. Fue una charla con el periodista Vicente Zabala en la que el torero se mostró interiormente al desnudo en una conversión en calma ente un diestro y un periodista minutos antes de afrontar el último paseíllo del año. Aparentemente parecía que hacerlo en un pueblo como Ubrique no entrañaba una presión extra, pero el ambiente sí que era de tarde grande.
Pese a ser una plaza de tercera, había muchas connotaciones que le daban un cariz especial a la tarde. La televisión, una plaza llena, un cartel con uno de los toreros del momento, y lo que más pesaba de todo, su tarde número 100. De ahí que el citado medio quisiese hablar con el torero del año.
Fue un cara a cara sin papeles por medio, una conversación pausada que más tarde iría en portada en un periódico de tirada nacional como El Mundo. Se tocaron muchos temas que tenían que ver directa e indirectamente con una temporada histórica para el torero nacido junto al Guadalquivir.
De todas las grandes faenas en plazas clave como pueden ser Sevilla, Madrid, Pamplona, Salamanca… había una de ellas que estaba por encima de todas. La respuesta de Morante no se hizo esperar: «Me quedo con que todas han sido diferentes, y para mí en eso reside una importancia fundamental. Da la dimensión de no ser un torero preconcebido. La inspiración, la variedad, la distinción de cada faena, es vital. Y es lo que me ha conducido a este momento. De todas, la que más me emocionó fue la de la Beneficencia de Madrid, que es una plaza muy difícil. Anduve cerquita de la Puerta Grande, un anhelo pendiente».
La faena de Morante en Madrid aquella corrida de la Beneficencia
Una tarde que significó mucho para José Antonio, primero por la plaza que era, segundo por el día y tercero por aquello que sintió delante de la cara del animal. Era el cuarto de la tarde, su sexto toro de la temporada en Las Ventas y surgió la magia, esa que hizo darle la vuelta a la tortilla en un instante. La faena está ahí gracias a la presencia de la televisión, esa que aún no ha salido de la cabeza del aficionado.
«Pero es que no hay toro con fondo que le pueda negar la entrega a un tío que lo exige tan de verdad como lo entrega. El mentón metido en el corbatín, el peso descargado en la cadera que cimbrea, el toque sutil pero firme, el compás cerrado y casi sin importancia para dejar el viaje natural. Y el toro por la barriga despacio, muy despacio. Más aún a medida que se va haciendo Morante con la voluntad del funo y le vuela el vuelo al natural para que aplaudan desde el más allá todos los maestros que fueron inventando el toreo cuando estaban más acá. Y ninguno de ellos soñó jamás que alguien pudiese torear así. Qué manera de torear…», narraba Marco A. Hierro la crónica de aquella tarde.