Cada vez que uno se pone a recordar eventos importantes y faenas memorables que ha vivido en una plaza de toros, inevitablemente viene a la memoria don Juan Pedro Domecq Solís, que fue quien ideó, trabajó, consiguió y supo vender el toro para el toreo que venía en el siglo XXI. Adelantarse a los tiempos no es nada fácil, independientemente de las técnicas de márketing que utilizase el anterior Juan Pedro, que aseguraba que sus toros eran artistas. Arte, el suyo, sin duda. Pero supo vender para la plaza y vender para el campo. Supo expandirse, gobernar en la demanda porque generaba la necesidad entre los que tenían la opción de elegir lo que mataban. Y supo hasta utilizar de escaparate muchas ganaderías de nuevo cuño y antiguas que querían cambiar de sangre para criar ese toro ‘comercial’ que pedían las figuras en las ferias.
Tendrá muchos detractores el añorado criador, porque tuvo aspectos negativos -unos por su culpa y otros, no- pero nadie le puede negar la genialidad. En una Fiesta que venía de la docilidad de un animal que se caía demasiado y que comenzaba a causar más lástima que pavor, Juan Pedro consiguió que su toro, el que él criaba, se entregase en el trapo manteniendo las cualidades que se buscaban en el toreo que comenzaba a mandar: humillación, repetición, entrega y ritmo. Y clase, porque fue, tal vez, el primer ganadero que la quiso crear, en lugar de seleccionarla. Tenía la ganadería en la mano, y sabía lo que tenía que vender, a dónde lo tenía que enviar y cuánto se tenía que ver. Pero tampoco había tanta tele.
El ‘toro artista’ de Juan Pedro lo compraron muchos nuevos ricos que no encontraban mejor manera de gastarse los cuartos. El problema es que esos nuevos ricos no tenían ni idea de dónde estaba el camino que llevaba del toreo a la bravura. Y en esa proliferación se encontraba chapoteando las acusación de monoencaste cuando todas las ramas de ese origen se fueron diversificando en características distintas. Y ya no tuvo nada que ver un toro de Hermanos Sampedro con uno de Fuente Ymbro, siendo los dos válidos para el toreo actual. Pero esa variedad también perjudicó a la casa madre, cuya historia, por sí sóla, mantiene la querencia de las figuras, pero lleva tiempo sin cuajar los resultados.
La corrida de Juan Pedro Domecq en Valencia, un lastre para la terna
Así ha sido en Valencia, donde la corrida sevillana fue un lastre para una terna de la que aquel día estaba pendiente todo el toreo. Y la ausencia de televisión restó eco a la lidiada en Cehegín, que era un pueblo y tampoco se exige como en una de primera. Pero esa podredumbre en la embestida, esa forma de arrastrar los kilos sin espíritu para meter miedo ni entrega para emocionar… Esa forma de semoviente de mucho kilo y poca esencia se acerca peligrósamente al toro burra del que ya hemos hablado en alguna ocasión y que pone en peligro el espíritu de una fiesta muy herida, por mucho que la queramos maquillar.
Sin embargo, el actual Juan Pedro, el que añade Morenés al apellido común, continúa peleando y experimentando, continúa tomando decisiones que no deben ser nada fáciles cuando uno tiene que elegir entre la historia de Veragua y la de Parladé. Era en el empuje en los que se diferenciaban (poco) los dos hierros de la familia. Tenía más el segundo, que era, curiosamente, el que criaba Morenés. Y ahora, que Morenés decide que sólo habrá Juan Pedro, comienza a oler a podrido en la esencia de los toros. Aunque la sigan pidiendo las figuras. Y aunque todavía suenen los nombres de toros importantes, como el que desorejó Morante en La Maestranza el pasado año, que suena por el resultado, pero allí sólo hubo un bravo: Morante.
Y esa falta de esencia, de carácter, de espíritu de los toros de Lo Álvaro de un tiempo a esta parte son los que encienden las alarmas de lo que tienen por venir: tres corridas en Sevilla, otra en Madrid. Cuatro jalones en la temporada en los que debe abanderar ese ‘toro artista’ que siempre defendió su padre con los ‘artistas’ de los trapos de este inicio de la década 2.0. Y si el toro que eligen los que gobiernan la década no se adecúa a lo que debe ser el toreo tendremos que preocuparnos de verdad por el futuro. O por el provenir del hierro…