ENTREVISTA

Habla Fernando Fernández-Figueroa, presidente en La Maestranza: los indultos, las cuadrillas, el trapío del toro…


sábado 5 marzo, 2022

Fernando Fernández-Figueroa, presidente en el palco de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, se somete a las preguntas que este medio de comunicación le realiza en una amplia entrevista.

Fernandez Figueroa
Fernando Fernández Figueroa. © Ambitotoros

Cultoro ha querido mantener una ronda de consultas con varios presidentes de plazas de toros para que nos expongan su visión sobre varios temas relacionados con su labor en un palco. Hoy hablamos con Fernando Fernández-Figueroa, secretario general de la Diputación y del Consorcio Metropolitano de Transportes de Sevilla, hijo de Veterinario taurino, llegó a torear treinta festejos sin caballos, dos de ellos en la Real Maestranza, donde cortó oreja. Figueroa conforma la nómina de presidentes con la que cuenta la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Gran aficionado y conocedor del mundo del toro lleva desde 20121 ejerciendo su labor como presidente.

Sabe de la responsabilidad que conlleva ser presidente, estar ahí es algo que no está al alcance de todos, por eso busca cada día que se sube al palco abstraerse de todo y dejarse llevar siempre por la cabeza. Hombre cabal, sin pelos en la lengua, al cual le gusta llamar a cada cosa por su nombre. Su dilatada experiencia en el palco le hace hablar con propiedad sobre estos temas. Su opinión es respetada por los aficionados, de ahí que cuente con la confianza y el respaldo necesario para impartir justicia.

Fernando Fernández-Figueroa: «El toreo debe autoanalizarse»

Figueroa
Fernando Fernández Figueroa.

P – ¿Cómo ve el toreo en la actualidad? ¿Qué principales problemas ve en el sector? 

R – Con carácter general, el toreo se encuentra en una situación de indefinición de cara al futuro como consecuencia de dos factores: en primer lugar, en su propia incapacidad de reinventarse como opción de ocio competitiva con respecto a otras alternativas y, en segundo lugar, por la dificultad de proyectarse como un espectáculo con animales en una sociedad cada vez más animalista. Por ello el principal problema del sector creo que es autoanalizarse para una posible evolución que permita su pervivencia como alternativa cultural socialmente aceptada, superando entre todos los intereses encontrados que impiden la unidad de todos los que intervienen en la fiesta brava de cara a una proyección de futuro. A ello se une la falta de apoyo de la mayoría de opciones políticas por no creerse realmente que la tauromaquia es un patrimonio cultural inmaterial que hay que proteger, difundir y promover.

P – ¿Qué cambiarías en cuanto a la reglamentación en las plazas de toros? 

R – Pues diferentes cosas. Por ejemplo, en plazas de toros de tercera y cuarta categoría reduciría el número de integrantes de las cuadrillas para abaratar el coste del festejo. Y, desde el punto de vista de la lidia, por ejemplo, obligaría a que, tras dos intentos de descabello sin atronar al toro, se utilizará un descabello, con la misma forma del tradicional, pero de propulsión, donde el toro cayera de manera inmediata evitando los múltiples descabellos que a veces se producen, con la sensación de sangre desagradable que ello supone para el aficionado. 

«La segmentación del peso y trapío de los toros en plazas de toros de primera, segunda y tercera categoría actualmente es adecuada»

Las Ventas Batán
Toro en los corrales de Las Ventas. © Plaza 1


P – ¿Qué cambiarías en cuanto a la tipología del toro en plazas de primera, segunda y tercera? 

R – Creo que la segmentación del peso y trapío de los toros en plazas de toros de primera, segunda y tercera categoría actualmente es adecuada. Quizá en las novilladas yo pondría un peso máximo en plazas de primera de 500 kilos, como hace el Reglamento Andaluz, y no el excesivo peso máximo que se permite a los novillos en el Reglamento Estatal. 

P – ¿Cómo ves el futuro de la tauromaquia y cómo influyen los reglamentos en ello? 

R – Creo que es un absoluto error pretender que un Reglamento, que sólo regula la lidia en un festejo, sea la solución de la tauromaquia en sus diferentes aspectos. El Reglamento es un instrumento importante, sin duda, pero la tauromaquia es mucho más omnicomprensiva que la corrida de toros y precisa de un análisis global para detectar sus carencias y potenciar sus virtudes que por sí solo, el reglamento no puede abordar. La figura del Pentauro fue una buena idea que está inactiva y aletargada, lamentablemente.

P – ¿Qué responsabilidad tienen los presidentes en el cambio o el mantenimiento de la personalidad de una plaza? 

R – Estableciendo un símil, salvando las diferencias, igual que a la iglesia la hacen los feligreses, a las plazas de toros le dan su personalidad los aficionados. La personalidad de las plazas de toros la tienen que hacer todas las personas asisten al espectáculo y son las que marcan el nivel de exigencia. Luego el Presidente tiene que mantener ese rigor y esa exigencia que, sí es cierto, o poco a poco se va devaluando. Pero esa es la propia evolución de la sociedad reflejada en los asistentes a una corrida de toros. Nadie, y menos el presidente de una corrida de toros puede ir contra la sociedad. El problema que tenemos los presidentes en la actualidad es que antes asistían a los festejos más aficionados que público y ahora asisten más público que aficionados. Antes los aficionados entendían más y mejor tus decisiones y ahora el público ni las entiende ni, a veces, las respeta.

«El público que asiste a los toros lo que quiere es amortizar con diversión el precio de su entrada y por eso quiere ver buen toreo y, casi por doquier, que se indulte»

P – Es un hecho que el público de toros se ha vuelto mucho más benévolo y hasta verbenero en ocasiones, pero ¿legitima eso al presidente para imponer su voluntad sobre la soberanía popular que el reglamento le otorga al tendido? 

R -El público que asiste a los toros lo que quiere es amortizar con diversión el precio de su entrada y por eso quiere ver buen toreo de capote, buen tercio de varas, buenas banderillas, orejas por doquier y ya, casi como costumbre, que se indulte un toro en cada corrida. Eso no quita que el Presidente deba atender las preferencias y peticiones del público hasta donde el reglamento permite ya que hay decisiones que son de su exclusiva competencia y, aunque a veces se vea incomprendido, y sea incluso insultado por la mayoría, debe mantener la seriedad y rigor sobre todo en una plazas de primera categoría , siempre evitando que pueda producirse un altercado de orden público. Las broncas a los presidentes forman parte de la idiosincrasia de la fiesta.

P – A la hora de sacar o no el pañuelo, ¿un presidente es consciente de lo que ese acto va a suponer en la carrera del torero que lo sufre? 

R – Un presidente tiene que ser objetivo y tomar decisiones proporcionadas en función de la actuación del diestro y del toro en la corrida. Tiene que valorar la actuación del torero y toro según su leal saber y entender y sin presuponer la situación económica, social ni profesional del que actúa -tanto torero como ganadero-  porque entonces se dejaría llevar por un subjetivismo que le haría tomar decisiones injustas en favor de unos u otros.

P – En el fútbol es conocida la máxima por la que un árbitro habrá hecho bien su trabajo si pasa desapercibido; ¿puede extrapolarse ese axioma futbolero al presidente de una plaza de toros?

R – Sin duda. Es mi objetivo primordial en cada festejo en el que intervengo.

«Un presidente tiene que tener el criterio y la personalidad suficiente para saber soportar las discrepancias del público que asiste al festejo»

Palco

P – ¿Cómo se siente uno cuando toma una decisión que provoca la discrepancia de la plaza? ¿Es bueno para el espectáculo ese empeño general de los presidentes de mantenerla y no enmendarla? 

R – Un presidente tiene que tener el criterio y la personalidad suficiente para saber soportar las discrepancias del público que asiste al festejo. Es cierto que, en determinadas ocasiones, se toman decisiones no populares y por ello incomprendidas, pero también es cierto que los buenos aficionados saben valorar ese criterio de exigencia que ayuda a mantener la personalidad y la importancia de una plaza. Lo que también es verdad es que tampoco se puede ir de manera arbitraria contra el criterio del público, sino que la decisión se debe tomar ponderadamente para que sea lo más ecuánime posible.

P – ¿Está de acuerdo con que un curso de presidente capacite a un señor a manejar elementos que suelen estar a las órdenes de un jefe que se sube al palco? ¿O un comisario de Policía -como era preceptivo antaño- está más dotado para desempeñar la labor que otros? 

R -Para ser presidente, según mi opinión, se tienen que reunir dos tipos de aptitudes; una, la personal, es decir, ser una persona sensata pero con criterio y personalidad. La otra, la profesional, que no es otra que ser un buen aficionado, sin que para ello haya que ser policía nacional  que es una exigencia de la normativa anterior.  Haber visto muchas corridas de toros y novilladas por toda España, no solo en la plaza que presides, conocer el campo bravo , como los tentaderos de machos y hembras, y el conocimiento básico general de todo lo que envuelve la tauromaquia son para mi los requisitos esenciales para nombrar a un Presiente. Si a ello le unes un curso de especialización, mejor, pero el curso por sí solo no es suficiente para obtener una capacitación completa.

P – ¿Tendremos que advertir al lector que ser presidente no es sacar los pañuelos que cuelgan del palco, no? 

R -«En la función del presidente hay dos tipos de actuaciones. La que más se ve es la del palco sacando los pañuelos como los cambios de tercios o el otorgamiento de trofeos… Pero quizá la actuación que no se ve es igual o más importante que la primera. Así, el reconocimiento y aprobación o rechazo de las reses a lidiar en función de la categoría de la plaza- donde el asesoramiento de los veterinarios es fundamental-, las decisiones en la posible suspensión del espectáculo , la comprobación de que todo está en orden antes del festejo o incluso la decisión del reconocimiento de pitones por presunción de afeitado, son aspectos de la labor presidencial menos conocidos pero de especial relevancia. Por tanto, coincido en que la labor presidencial es mucho más que sacar los pañuelos, aunque sea esta decisión la que sirva al público para valorarte en tu actuación porque la otra no la ven.