Hoy el exilio interior viajó a Madrid y el tendido de los sastres lo fue sobre la piedra recalentada del tendido 3 venteño, donde el sol inclemente cayó hasta momentos antes del paseillo .Desde por la mañana los aledaños de Las Ventas era un trajín de gentes, corrillos, caras ilusionadas, abrazos de reencuentros. Y una hora antes de la corrida, un hervidero que daba la razón a Jean Cau y aquello de » ir a los toros es acudir cada tarde, a eso de las 5, al encuentro de los Reyes Magos’. En Madrid, a las 7.
Se anunciaban toros de La Quinta, un hierro, un encaste, que la familia Martínez Conradi, con esfuerzo, afición y conocimiento la ha llevado a estar entre las preferidas de los aficionados y, cada vez más, también de los toreros, incluidos los que tienen cierta potestad en la elección de los hierros a lidiar. Verbigracia la terna de esta tarde, con Morante a la cabeza.
La corrida salió armónica de hechuras, seria de encornadura y desigual en su juego, con el lote de El Juli con especial lustre. Su primero tubo nobleza pastueña y humillación y Julián lo toreó a placer. Faena de excelente dimensión artística premiada con sólo una oreja y gran ovación al toro.Lo del quinto fue otra historia y en ella se pudo gozar de ese torero de técnica asombrosa capaz de conducir con largura y templanza embestidas que nadie podía suponer.
Lección de mando en plaza a la que El Juli no le puso la rúbrica de la espada y se esfumó el premio tangible de las orejas y la puerta grande. Lloraba El Juli antes de salir a recibir la ovación cerrada de la plaza, su cuadrilla aplaudía también y en la vuelta al ruedo continuó el clamor. El Juli, cuyo peso en la historia del toreo aún debe escribir más páginas de gloria, lamentaba como un chaval que está empezando su mala suerte estoqueadora pero en su llanto iba el pundonor de un torero, un maestro del toreo.