LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Llamando a las puertas del cielo


martes 17 mayo, 2022

Ángel Téllez deja detalles de toreo de ensueño en una plaza que pudo sacar en hombros a Adame de no ser por la espada

Ángel Tellez Con La Cara En Tablas
Ángel Téllez en Madrid. © Pablo Ramos

Es tan difícil reunir la amalgama de impresiones, de idas y venidas, de blancos y negros que se dieron esta tarde en Las Ventas que hasta tiene uno que recurrir a Bob Dylan para titular la crónica de hoy. Y no porque hubiera nada incontestable en una corrida de Araúz que no fue ni mala ni buena, ni chunga ni babosa, pero sí tan variada que hasta algunos toros tuvieron todas esas cualidades en el lapso de tiempo del cuarto de hora que duró su lidia. Y, sin embargo, dos toreros, dos, estuvieron a punto de recordar la de Araúz como aquélla con la que atravesaron las puertas del cielo. Pero el acero tuvo hoy escaso poder cuando templaba una espada, y a penas un par de vueltas al ruedo se produjeron hoy.

Una de ellas, la que no protestó nadie, se la dio un Ángel Téllez capaz de lo mejor y de lo peor en la misma tanda, porque a su buen concepto del trazo, de la composición y del temple se unieron sus carencias técnicas y de oficio, que solventó sólo en parte cuando se olvidó de que estaba en Madrid. O, al menos, no quiso recordarlo. Ahí, cuando se olvidó de que tenía que muñequear los finales para darle un tranco más al tercero, cuando se olvidó de que el toque debía ser fuerte, el trazo impositor y el ritmo acoplado, sacó a relucir algo muy parecido a lo que Madrid siempre llamó el toreo eterno. Despacio, comprendiendo que el viaje corto del animal había que animarlo, disfrazarlo y aprovecharlo -por ese orden- y siendo consciente de que el ralentí que alcanzaba al natural debía morir a la hombrera contraria en tres o cuatro de pecho enormes. No veo probable que Téllez creyese, en la habitación del hotel, que iba a firmar esos naturales de junco cimbreante que se grabaron inmensos en el alto del 7. Tal vez si lo hubiese creído más no se hubiera dejado ir la ocasión más clara de llamar a las puertas del cielo y que le abriesen.

Joselito Adame, en cambio, se cree cada cosa que hace porque entiende que irse haciendo viejo es sinónimo de madurez, pero esos dos conceptos no tienen por qué ir de la mano. José lo demostró hoy. El mexicano trata de enseñar una cosa para hurtar luego el significado buscando la treta que le haga salir con bien. Y casi le sale hoy la jugada cuando se lió el primero -buen toro- a perseguirle el trapo cual poseso humillador. Dos toros había recibido ya Joselito antes que él, y la tarde se estaba viniendo abajo antes incluso de empezar a embestir. Distancia, toque, composición y despacho. Y repetía esa fórmula hasta la saciedad, con el martinete en el remate para vaciar por el mismo pitón. Y todo perdiendo el paso sin doblar la rodilla, cual si fuera Robocop creado en el milenio 3.

Al cuarto, que se lo llevó puesto por dejarlo crudo en cuanto quiso pegarle un estatuario sin tocar, casi no lo mata por entrar en la enfermería. Terrible la voltereta y tremenda la caída, pero cuando parecía que se había acabado la tarde para el mexicano, tiró de arrestos y muleta y le ofreció metros al castaño animal para que llegase franco, con sus dos pitones astifinos cortando el viento. Le coreó Madrid los muletazos ligeritos de despachar y despachar, pero no fue capaz de pasear una oreja de cada funo porque no viajó el estoque con certera intención. Y entonces, hasta la vuelta al ruedo resultó grosera.

Le hubiera valido a Pepe Moral con una vuelta al ruedo, pero el sevillano cosechó dos silencios con los dos toros con menos virtudes de cuantos saltaron con el hierro de Araúz. Y pasó lo peor que le podía pasar: que no pasó nada. Ni siquiera hincándose de rodillas en los medios para aguantar la llegada atolondrada del quinto, porque le cerró la persiana antes incluso de que se hubiese levantado. Pero es que así es Madrid.

También lo sabe Fernando Sánchez, que hoy iba de tercero con Joselito Adame y se quitó la montera para saludar las ovaciones más sinceras de cuantas se oyeron hoy. Especialmente con ese par al cuarto, que se vino como un tren sin que Fernando se inmutase, que lo quiso reventar cuando lo tuvo tan en corto y que se vio burlado cuando el banderillero colocó el par con extrema facilidad asomándose al balcón que ya tenía muy encima. Una de las imágenes de la tarde, porque también él llamó -como cada tarde- a las puertas del cielo. La diferencia es que los matadores han gastado una bala donde les podían escuchar.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Décima de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. 13.602 espectadores.

Seis toros de Araúz de Robles y dos, el primero bis y el primero tris, de Chamaco; tuvo movilidad y embistió galopando el primero de Chamaco por el pitón derecho, por el izquierdo soltó más la cara; rajado y mansurrón el segundo, que no quiso ver la tela y buscó siempre el refugio de las tablas; metió la cara con calidad y quiso humillar, aunque anduvo justito de fuerza el tercero; embistió con menos franqueza por el izquierdo, y metió la cara por emoción por el derecho el cuarto; descastado, echando la cara arriba en mitad del muletazo y sin entregarse el quinto; rajado, no quiso pelea y así lo evidenció desde que salió por la puerta de chiqueros el sexto.

Joselito Adame (turquesa y oro): ovación y vuelta tras aviso.

Pepe Moral (verde botella y oro): silencio tras dos avisos y silencio.

Ángel Téllez (blanco y plata): vuelta y ovación.

FOTOGALERÍA: PABLO RAMOS

Fotogaleria Madrid 17 5 2022
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