EL TENDIDO DE LOS SASTRES

Surrealismo en Las Ventas


sábado 21 mayo, 2022

Transcurría la lidia del quinto, sobrero del Conde de Mayalde entre la indiferencia general cuando, de pronto, se abrieron los cielos y ¡agua va!

Ureña Entra Almohadillas Y Lluvia

Recluido en casa por covid desde hace unos días, espero la llegada de la tarde y con ella la retransmisión por Canal Toros de la corrida  isidril como árnica. Hoy, también.

Resulta que el festejo -por llamarlo así, pues poco había que festejar-  según se sucedían los toros y Paco Ureña, un respeto, no encontraba material para su obra, mientras en los tendidos se percibía una cierta resignación y, sobre los tejadillos de la plaza, el cielo era cada vez más un nube negra que todo lo tapaba. Se barruntaba lluvia. Y llegó, vaya si llegó.

Transcurría la lidia del quinto, sobrero del Conde de Mayalde entre la indiferencia general cuando, de pronto, se abrieron los cielos y ¡agua va!. El agua como catarsis.

Uno, en el sofá, creyó que una súbita alucinación febril le había transportado a otras plazas, vaya usted a saber dónde o cuándo. Pero no, era Las Ventas, ahí estaba Ureña y el del Conde de Mayalde, bajo el aguacero mientras los tendidos eran una desbandada -lo de no moverse mientras está el toro en el ruedo, ya si eso-.

El torero de Lorca se espatarró, el toro embistió como no lo había hecho y no se cayó como si había pasado, mientras el público, frenaba su huída y de pie, en los escaños, en las escaleras, en los pasillos, bramaba como si aquello fuera la faena del siglo. Ureña templó -sí, templó, bajo el vendaval y la lluvia-, el toro tomó la muleta con codicia… Y las Ventas fue un manicomio.

La locura dio paso al surrealismo cuando dobló el toro. No lo digo por la petición de oreja -y su concesión-, tampoco por la desmesura con la que se jalearon los muletazos. Lo digo, sobre todo, porque la primera plaza del mundo no puede permitirse el denigrante bochorno que provoca ver una lluvia de almohadillas en el mismo tendido donde el toro doblaba, el puntillero se afanaba en rematarlo y Ureña, desmadejado por dentro y por fuera, alzaba los brazos, entre el triunfo y el alivio.

Mucho se está hablando en esta Feria de San Isidro, a rebufo de lo ocurrido en la de Abril sevillana, de pérdida de identidad y exceso de triunfalismo. Y hay aficionados -geográficamente localizados la mayoría de ellos en un tendido de la plaza- que durante la corrida se hacen notar en sus repulsas. Luego, las redes sociales avivan las discrepancias con quienes tienen otro criterio. La riqueza democrática de la corrida de toros permite algo tan «taurino» como la división de opiniones y bien haríamos entre todos -quien firma incluido- en evitar enfrentamientos que poco aportan y todo emponzoñan.

Pero quede claro que lo sucedido hoy en Las Ventas creo que pone a todos de acuerdo: ha sido surrealista.

Ojalá quede como solo anécdota