CRÓNICA PAMPLONA

Puerta Grande para el gesto y la gesta de Antonio Ferrera


jueves 14 julio, 2022

Anunciarse, en Pamplona, con una de Miura y además en solitario es una gesta. Pero si, además, caso de Antonio Ferrera en esta última de la Feria de San Fermín de los reencuentros alegres tras la tristezas y ausencias de dos años sin fiestas- sin vida, diría- se hace de forma altruista, donando los honorarios a la Casa de Misericordia, el gesto es, a la vez, gesta.

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Anunciarse, en Pamplona, con una de Miura y además en solitario es una gesta. Pero si, además, caso de Antonio Ferrera en esta última de la Feria de San Fermín de los reencuentros alegres tras la tristezas y ausencias de dos años sin fiestas- sin vida, diría- se hace de forma altruista, donando los honorarios a la Casa de Misericordia, el gesto es, a la vez, gesta.

Ferrera es un torero especial, en sus formas y en su fondo y,  gustos de cada cual al margen,  su trayectoria profesional, que cumple un cuarto de siglo como matador, nos habla de un torero muy castigado por los toros y capaz de evolucionar en su tauromaquia, entre la ortodoxia y la heterodoxia ( más en lo accesorio, en cuanto a la puesta en escena) y, también, proclive a anunciarse » solo (sin tilde) ante seis» pero con el hilo conductor del valor, la técnica, el dominio y variedad de suertes. De todo ello dio cumplida prueba a lo largo de la tarde, sabiendo ver – y dando- la lidia adecuada a cada uno de los seis ejemplares de Zahariche que lucieron una estampa – trapío quiero decir-que en varios de ellos desdecía su origen y si de comportamiento hablamos, pues tampoco muy allá, con sus matices.

Acabado el paseíllo y al saludar la ovación agradecida del público – el de sol, también- Antonio Ferrera llamó a compartirla a toda la cuadrilla, junto a él los de a pie, enfrente los picadores. Y la ovación fue aún mayor. 

Si el que abrió plaza apenas dio opción a pasarlo de aqui para allá, el segundo, un tren de 625 kg,  embistió con temple- temple miureño, eso sí- y Ferrera corrió la mano en cadenciosos redondos en una faena bien estructurada, cortando una merecida oreja.

Ni tercero ni quinto ofrecieron otra posibilidad de estar desahogado con ellos( también metido entre los pitones, pero no había caso) y así lo hizo Ferrera. Entre medias, el cuarto si colaboró, con sus embestidas (casi) templadas,  a que su matador lograra tandas por los dos pitones que, pese a ser el toro de la merienda, tuvieron eco en los tendidos. A la hora de matar (Ferrera y sus cosas) puso distancia entre él y el toro y hacía él se fue, espada por delante, hasta volcarse sobre el morrillo, tanto que la estocada se fue contraria , también baja y se esfumó la posibilidad de trofeo, que sí llegó en el último, también de la Feria, en el que Antonio Ferrera ( sus cosas, dicho queda) se subió al caballo de picar y luego con la muleta pudo sacar muletazos a derechas e izquierdas. La espada funcionó, la oreja cayó y, con ella, se abría la puerta grande hacia las calles de una ciudad que apuraba las últimas horas de » una fiesta sin igual, riau riau».

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Pamplona. última de abono de la Feria del Toro. Corrida de toros. Lleno.

Toros de Miura desiguales de presentación, de gran alzada pero no excesivamente cargados de peso. Segundo y sexto con una presencia por debajo de la exigencia de la plaza. Corrida cuatreña en sus seis ejemplares.

Antonio Ferrera: Silencio, oreja, silencio tras dos avisos, ovación con saludos, silencio tras aviso y

INCIDENCIAS: Al finalizar el paseíllo, la afición pamplonica obligó a saludar a Antonio Ferrera, compartiendo la ovación tanto con los dos sobresalientes como con sus banderilleros y picadores.

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