Sebastián Castella vivió el pasado sábado una de las grandes tardes de su carrera al abrir por primera vez la Puerta del Príncipe de Sevilla, para lo que hay que cortar al menos tres orejas (o dos y rabo). Y eso fue exactamente lo que ocurrió. El galo se encontró con dos toros de Victoriano del Río que tuvieron las cualidades suficientes para que Castella desarrollase toda su tauromaquia, aprovechando sus virtudes.
Esos dos toros fueron Impuesto, número 129, un negro mulato de 519 kilos nacido en agosto de 2019; y Digno, número 71, un toro negro de 518 kilos que nació en marzo de 2019. Dos toros de armoniosas y entipadas hechuras de la estipe de la que procedían, la ganadería madrileña de Victoriano del Río. Los dos fueron bravos, tuvieron clase, empujaron en los trapos y en los pencos, derrocharon entrega y fueron a más en el empleo, cualidades, todas ellas, que deben ser imprescindibles en un toro que se utilice como semental en una ganadería de élite, como es esta.
Pero como ambos toros murieron en la plaza, como corresponde a su rito sacrificial, el ganadero ordenó que se les cortasen las turmas -los testículos- a ambos toros, se metieran en hielo en unas neveras especiales para transportar este tipo de mercancías, y se llevasen a la finca para extraer de ahí la simiente para inseminar la vaca elegida para combinar con sus características las que tuvieron los toros lidiados. Luego, como en los embarazos en humanos, hay que esperar que la alquimia dé sus frutos o se arruine por el camino.
Una práctica muy común en Victoriano del Río
Esta práctica, confirmada por los ganaderos, es muy común en la vacada serrana, que ya intentó una vez clonar un toro y se encontró con el problema de que no podría después traerlo a España, pero «allí sigue, esperando a que la ciencia y las leyes se pongan de acuerdo», comentaba el propio Victoriano a este medio, «y ya saben mis hijos que mi ilusión de siempre hubiera sido tener un toro clonado y saber si funciona como aquel del que se extrajo el ADN». En aquel caso fue Alcalde, cuya cabez cuelga orgullosa en la casa de la finca como uno de los grandes sementales de la ganadería.
En este caso, los ganaderos, presentes en la corrida de Sevilla, se llevaron a Madrid las turmas de los toros para intentar que los dos toros ya lidiados -la mejor prueba a la que puede someterse a un semental- ligue después con las vacas.