En la Sierra Norte sevillana se encuentra la ganadería sevillana de Yerbabuena, un hierro y una divisa que fue propiedad hace algunos años del matador de toros de José Ortega Cano y que ahora busca meter la cabeza en las Ferias de nuevo con sus toros y novillos en un nuevo proyecto en el cual los propietarios de esta vacada luchan por encontrar su sitio y llevar nuevamente a este hierro a las ferias.
La finca se encuentra en la localidad sevillana de Castilblanco de los Arroyos, un enclave único para la cría del ganado bravo con dos encastes que preservan sus actuales dueños. Tanto la rama Domecq vía Jandilla como Pedrajas siguen vigentes en la casa, dos tipos de animales muy definidos en su fenotipo y genotipo que tienen muy ilusionados a todos los que luchan a diario por este proyecto ganadero.
Hasta este lugar se fueron los miembros del programa Toros para Todos para grabar varios reportajes en la ganadería, que luego serían emitidos en la televisión pública de todos los andaluces los domingos a la una de la tarde. Siempre hemos dicho que el toro bravo en el campo es un animal imprevisible por las reacciones que puede llegar a tomar en un momento determinado; más si cabe cuando se encuentra sin la compañía de sus hermanos.
Eso lo saben bien los ganaderos y mayorales, los cuales conviven con ellos a diario. La faena de este reportaje consiste en llevar a uno de los toros de saca los corrales para enfundarlo, una labor nada fácil debido al comportamiento de un astado que se niega a ir por donde le mandan. Un ejemplar espectacular con muy buena reata y nombre ‘Informal’ y que, debido a su buena familia, va a ser tentado como semental, por ello hay que enfundarlo para su posterior lidia en la plaza de tientas.
Pero las cosas son tan fáciles como pensamos en un primer momento, existe un gran peligro para el mayoral, ya que el toro está en batalla, se arranca a todo, de ahí que se tengan que medir muy bien las distancias para no correr sustos innecesarios. Una vez que el toro se queda solo es imprevisible, de ahí que sea necesaria la pericia del mayoral y el valor del caballo para meterlo en la zona de corrales donde las dimensiones se acortan.
Asombra la valentía y pericia del mayoral para ir convenciendo al animal y que no derrote contra ninguna de las puertas; al hacerlo podría partirse los pitones o incluso matarse en el intento si el golpe es muy fuerte. Una vez dentro del cajón se le inmoviliza, se le tapa los ojos y se procede a enfundarlo, una técnica que requiere de mucho oficio y paciencia por parte del mayoral. Por suerte la labor se hizo sin ningún tipo de problema y al animal volvió a una cerca más cercana a corrales esperando el día de su tienta a puerta cerrada.