EL TORO DE LA MERIENDA

Merece volver pronto


lunes 10 abril, 2023

Todo lo hizo despacio Borja, deletreando naturales, algunos de los cuales brillaron por su tremenda estética y largura este domingo en Madrid.

Borja Jiménez
Borja Jiménez saliendo de Las Ventas. © Luis Sánchez Olmedo

Borja Jiménez merece volver pronto a Madrid. Porque lo realizado en el ruedo venteño este domingo fue el sello al compromiso, la entrega y dureza de todo un invierno al lado de su apoderado Julián Guerra. Y de ocho años de cruda espera escenificados en dos lidias sin un solo fallo técnico. Ni uno más que el golletazo al primero. Porque brotaron de sus muñecas momentos auténticamente sublimes que ni cantó la plaza ni supo verlos. Un silencio que duele en Madrid. Y quien no estuviese, que vea el vídeo de su actuación.

Respondió con chicuelinas ralentizadas Borja a Garrido en el primero y tardó poco, tras la ceremonia, en hacer el toreo el sevillano, con un inicio de línea larga con dos trincherazos supremos, como si nada. Todo lo hizo despacio Borja, deletreando naturales, algunos de los cuales brillaron por su tremenda estética y largura. En Sevilla estaría sonando la música, pero en Madrid hay que mancharse el vestido para que el tendido entre en la faena. Y hubo toreo, y hubo detalles muy caros en la intervención de Borja, con el que no se emocionó una plaza que ha bramado alaridos con mucho menos.

Las puntas del quinto, de Las Ramblas, eran tan pavorosas como efímeras, porque se quedaron en el primer derrote que el toro pegó en las tablas. Luego tuvo más intención que calidad repitiendo en el percal que Borja le presentaba con mucha soltura y le soltaba con precisión para no alterar su ritmo. Emotivo fue el brindis a su hermano Javier, y decidido se fue a templarle la llegada de calidad al castaño, pero éste, que tenía empleo, no tenía fuelle para mantenerse en pie cuando arrancaba la primera vez. Poco a poco y de uno en uno fue enjaretando el sevillano naturales tan asentados como hacía unos minutos habían hecho crujir la plaza con Curro Díaz. Pero aquí no había toro que empujase, sino torero que conducía a un animalito que bastante hacía con mantenerse en pie. Incluso le pitaron en el final las mismas florituras que en Curro habían enloquecido a la plaza. El fallo con la espada, además, difuminó cualquier reconocimiento a un torero que estuvo bastante más de verdad de lo que indica su reseña.

Por eso, merece volver a Madrid. Antes, tiene una cita en la Copa Chenel el próximo sábado y, el domingo, su Real Maestranza sevillana.