MADRID

Emilio de Justo y «Valentón», un encuentro de puerta grande


jueves 11 mayo, 2023

La autoridad del toreo ronco de mano baja del cacereño, a un en astado Garcigrande que fue a más a medida que se le exigió, abre la puerta grande de par en par, la tarde en que Rufo cuajó a otro buen toro y le cortó una oreja. Morante, sin suerte, salió entre almohadillas.

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Emilio de Justo, a hombros de Las Ventas. © Luis Sánchez Olmedo

Segunda corrida de toros San Isidro 2023. Hoy se lidiaron toros de la divisa salmantina de Garcigrande, ganadería que ha propiciado cuatro puertas grandes en los últimos cuatro años. Fueron lidiados por los diestros, José Antonio Morante de la Puebla, artífice de una de las faenas de la pasada feria de Sevilla y que ya forma parte de la historia de la tauromaquia. Emilio de Justo, que regresó a las Ventas tras su percance del pasado año en la encerrona que propició el domingo de ramos de 2022, cerró la terna el torero de Pepino, Tomás Rufo, que el año pasado abrió la puerta grande de las Ventas en el día de su confirmación como matador de toros. Todos los ingredientes para ser una gran tarde, que os contamos desde las diecinueve horas en directo desde Las Ventas.

Para olvidar el primer capítulo de la tarde

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Desde que asomó por la puerta de chiqueros el primero fue protestado por un sector del público, que lo consideró mal presentado. Morante de la Puebla lo pasó sin más en los primeros compases y dejó que Juan José Trujillo se encargara de ponerlo en suerte para los dos encuentros con el caballo, en los que el toro apenas se empleó. La protestas se acrecentaron, cuando el toro dobló las manos entre los gritos de «Plaza 1, dimisión». Morante, muleta (y espada de verdad) en mano, comenzó pasando por bajo al Garcigrande, que soltó la cara con violencia y salió desentendido de cada embroque. Ya en los medios se quiso poner Morante para torear en redondo por derechazos, pero entre el viento y las protestas del toro decidió abreviar, pero se atascó con el acero (también con el verduguillo) en una suerte suprema a la que no entró plenamente convencido.

Emilio de Justo pincha una faena en la que dejó un puñado de derechazos de oro

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Muy serio por delante fue el astifino segundo, de rematadas hechuras, que salió contrario de las citas con el capote de Emilio de Justo, que sólo pudo lucirse con la media del remate en los medios. Se dejó pegar el toro en el caballo, fijo bajo el peto, pero sin empujar. A los bajos del tendido 7 se fue el cacereño para doblarse con el toro y sacarlo a los medios con poder, pero una vez allí una fuerte racha de viento le obligó a refugiarse entre las rayas de picar, ahora frente al tendido 5. Emilio, paciente, esperó el momento en el que el viento menguara para poder mandar las encendidas embestidas del toro por abajo, planchando la muleta y dando el paso, a pesar del destemplado derrote que soltaba el animal en medio de los viajes. De Justo cuidó distancias y alturas, paralelo siempre a las tablas, con un derechazo soberbio y tres más ligados, que subían la temperatura como se expande el fuego, por la encastada raza del Garcigrande. Al natural, Emilio tragó lo suyo en un parón de miedo y buscó el ritmo que halló por derechazos, pero el toro no embistió igual y el viento lo hizo todo más difícil. Bajó el toro un punto en su ímpetu cuando Emilio volvió a torear con la derecha, pero los dos trincherazos del cierre volvieron a encender el ánimo del tendido. Sorprendentemente, entró a matar en la suerte contraria pero pinchó dos veces antes de agarrar una estocada suelta.

Tomás Rufo corta la primera oreja de este San Isidro con la pureza del toreo de manos bajas

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También se protestó la presencia del colorado tercero, un toro de terciadas hechuras, pero de armónica presencia, que cumplió sin más en el caballo tras un saludo capotero de mero trámite, pero dejó la codicia para derrocharla en los derechazos de rodillas con los que inició su faena Tomás Rufo, encajado, mandón, valiente. Pronto y en la mano, al toledano no le importó el viento y asentó los talones para volar los naturales de mano baja, alguno resultó monumental, como el desgarro de los pases de pecho. La pena es que la exigente lidia pasó factura a un toro que se empleó en cada embestida, siguiendo las telas por abajo, hasta minar su fuelle, que hizo que el entusiasmo del público descendiera un punto, sobre todo tras un desarme desafortunado. La estocada entró como una centella, aunque un pelín trasera y caída, pero suficiente para que los pañuelos pidieran para él el premio de la oreja concedida.

Un manso y una bronca de solemnidad

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Paró al cuarto, un toro más alto que sus hermanos, El Lili, antes de que Morante le presentara un capote de manos altas en el que se estrelló el Garcigrande sin fijarse demasiado, ni entrar con decisión. Manseó también el toro en el caballo, acobardado y probón. Ni siquiera se dejó cerrar en el burladero para iniciar la faena de muleta y, repuchándose, reculó casi hasta los medios. Morante, de nuevo armado con el acero, se limitó a pasarle la muleta por la cara hasta encontrar el sitio para igualar e intentar (varias veces) dejar la espada al paso, entre las ruidosas protestas del público.

Emilio de Justo descerraja la Puerta Grande con una faena rotunda

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El quinto, como toda la corrida, no permitió ni una verónica, reponedor y revoltoso, aunque se empleó un poco más bajo los petos, donde le taparon la salida. De nuevo, y tras brindar al público, buscó Emilio el abrigo de los bajos del tendido 5, donde el viento parecía dar una tregua que el extremeño supo aprovechar para hilvanar un puñado de buenos derechazos, con un toro pasando con más obediencia que entrega. Lo bueno fue que sirvieron para encelar al toro que ganó en fijeza y transmisión cuando la muleta voló baja. Dos muletazos tuvieron desmayo, autoridad, temple y gusto. Y todo esto fue a más en tres naturales soberbios, rematados por una trinchera que fue una escultura. El toro sacó ese fondo de raza que le hizo ir a más y Emilio, de nuevo por en derechazos, dibujó una serie ronca de profunda por la entrega, ahora si, también del toro, que empujó con clase y casta. El cierre, pasando al toro por ambos pitones a media altura y rematando con un pase de pecho en cámara lenta fue bellísimo. Y la estocada, pasada, fue de lento efecto, pero no impidió que el doble trofeo fuera a sus manos, al tiempo que se premió la raza del buen «Valentón», nº 13, con la vuelta al ruedo.

Rufo se estrella con la defensa actitud del sexto

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A los medios se fue pronto Rufo para tratar de meter en la muleta al sexto, un toro ofensivo por delante que siempre supo lo que se dejaba atrás. Tomás lo obligó por abajo y lo tocó con autoridad para evitar las dudas y pruebas del toro, que se lo pensaba todo antes de llegar al embroque. Varias veces, incluso, rebañó por debajo de las telas buscando las tibias del toledano, que no sólo no rectificó, sino que se afianzó y dio un paso más para imponerse al toro. Esta vez la longitud de los muletazos decreció, pues el toro, lejos de venirse arriba, optó por defenderse, aún con todo su poder a cuestas. Agarró la estocada al tercer intento antes del silencio final.

FICHA DEL FESTEJO

Jueves 11 de mayo. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, segunda de abono. Corrida de toros.

No hay billetes.

Seis toros de Garcigrande, de variada presencia y juego. De protestada presencia el primero, deslucido y desentendido de la lidia; Serio, astifino y bien hecho el segundo, de embestidas encendidas y encastadas, más enclasadas por el pitón derecho; El frío comienzo del protestado tercero mutó en impetuosa y humillada codicia en la muleta; Manso y acobardado resultó el cuarto; De menos a más el bien hecho quinto, «Valentón», nº 13, que ganó en fijeza, franqueza e ímpetu por su buen fondo de raza y casta, premiado con la vuelta al ruedo; Probón y mentiroso fue el ofensivo sexto, que terminó a la defensiva.

Morante de la Puebla (negro y plata): Bronca tras aviso y bronca.

Emilio de Justo (verde botella y oro): Palmas tras aviso y dos orejas. Salió a hombros.

Tomás Rufo (tabaco y oro): Oreja y silencio.

Incidencias: Al romper el paseíllo fue obligado a saludar una ovación Emilio de Justo.

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