Son exactamente tres millones y medio de euros. Esa es la cantidad que busca Onetoro para seguir vivo en el negocio del toro y continuar adquiriendo derechos televisivos de las principales ferias, toda vez que deben de haber comprendido que en las plazas menores la grandeza del toreo es menos grandeza que donde está el parné. Por eso el siguiente objetivo es Pamplona, con la diferencia, con respecto a las demás plazas de primera categoría, que este coso goza de tan buena salud que es tremendamente complicado encontrar una entrada para cualquier día de feria, toree quien toree y lidie quien lidie.
Cuando una empresa que pretende adquirir derechos televisivos se enfrenta a tal coyuntura, o saca la billetera de los domingos -esa de donde sacaron los cinco ‘melones’ de Madrid y los cientos de miles de Valencia- o se quedará sin dos cosas: primero, una de las ferias con más predicamento a nivel mundial de las que existen hoy por hoy -de hecho, también se buscan los derechos de los encierros-; segundo, y principal, habrán perdido de nuevo la confianza del aficionado en una plataforma que le otorgó la patente de corso a Movistar para desaparecer del mapa taurino.
El modelo de venta es atractivo, es verdad, abriendo la posibilidad de retransmitir festejos de disciplinas distintas, como los recortes, y con la garantía de tener un equipo de retransmisiones que es verdaderamente espectacular. Pero ese ‘Ferrari’, como ya me referí a él en su momento, no puede continuar al albur del camino de cabras por donde lo llevan los Señores de la Improvisación, con Pablo Romero Sulla a la cabeza, cuya hiperbólica cagada del Domingo de Resurrección sevillano vino a solucionarla una empresa malagueña llamada Nube TV, que sale de reprente a la palestra pero bien a la sombra para no llamar demasiado la atención.
Y es que existe un problema enorme entre el que llaman Team Miami -centro de operaciones de Onetoro– y el que denominan Madrid Team: que ninguno de los que valen de verdad en esta estructura societaria, que son los que llevan a cabo las retransmisiones, forman parte de ese tejido. Si no, sabrían lo que cuesta, lo que vale y lo que aporta, pero sobre todo sabrían que lo de anunciar -siempre en la propuesta para comprar acciones- que se van a meter a empresarios de sus propias corridas no sólo es muy poco factible en un sistema como el taurino, es que es calamitoso económicamente para quien no conoce el medio.
Sabrían que no basta con hablar con empresarios un día y que te caigan muy bien en una reunión desenfadada para hablar de plazas de menor entidad, porque Carlos Zúñiga, José María Garzón y José Luis Pereda, con quien Onetoro anunció el acuerdo para adquirir los derechos de sus plazas, ni han vuelto a estar con los gerifaltes del invento ni los esperan.
Pero, sobre todo, y a nivel profesional y analítico, este paso de la nueva plataforma televisiva deja una pregunta en el aire que augura poco claro el provenir: ¿Contaron ya con todo esto cuando firmaron el contrato de Madrid, de Sevilla y de Valencia o van a tener que abrir la caja de las acciones cada vez que toque ‘retratarse’? Porque, de ser así –ya hicimos los números y no salían hace algún tiempo– es posible que el fin de las retransmisiones a nivel nacional esté más cerca de lo que pensamos. Porque ni ganando el PP las próximas elecciones con mayoría absoluta volveremos a ver toros en RTVE.
¿Que nos apostamos a que termina llegando a salvar el ‘negocio’ un mexicano rico con ganas de que le hagan el ‘rendivú’…?