Fernando Adrián ha logrado abrir, en la tarde de este miércoles 31 de mayo, la Puerta Grande de Las Ventas en un festejo en el que Santiago Domecq ha lidiado una bravísima corrida con un astado, el quinto, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. «Quería que Dios me pusiera ese toro; ahora mismo tengo pocas palabras para describir lo que he vivido. Esta profesión es de una verdad que cuando uno vive para ella al final, el toro que es muy grande, te devuelve las oportunidades», señalaba al micrófono de OneToro el torero tras lidiar a ese quinto.
Tras la oreja del segundo, señaló lo siguiente: «El toro tenía cosas bonitas. Colocaba la cara bien por el izquierdo, pero le ha faltado siempre empujar y tirar para adelante. Ha sido un toro de exponerte de verdad, a ver si en el siguiente Dios me deja cuajar un toro como quiero en Madrid».
Así fueron sus dos actuaciones
Con dos faroles de rodillas y un manojo de verónicas como mandan los cánones, de mentón en el pecho y figura encajada, recibió Fernando Adrián al segundo, un cárdeno claro de preciosa lámina e imponente trapío de Santi Domecq. Tras pasar por el caballo, quitó Álvaro Lorenzo a la verónica, rematando con una media muy torera. Por estatuarios fue el inicio de faena, en el que se quedó muy quieto el madrileño, que se puso con el astado por el pitón izquierdo, por donde optó por no quitarle la tela de la cara. El animal salía con la cara arriba en cada muletazo. Volvió al derecho y se los fue dando uno a uno, recortando las distancias ante un animal exigente. Cerró por bernadinas que tuvieron ajuste y emoción y se tiró de verdad para dejar una estocada arriba que fue suficiente.
Desentendido salió el quinto, de nombre «Contento» del capote de Fernando Adrián. No se entregó mucho en el caballo, dejándose pegar y no puso en apuros a la cuadrilla en banderillas. Cuando el madrileño se salió a los medios y se echó de hinojos para cambiar el viaje por la espalda, estaba convencido de que algo importante podría pasar. Y ya había decidido tirar la moneda al aire. El inicio fue clave para el devenir de la faena, conectando con el público en ese vibrante y emocionante comienzo en la misma boca de riego. Después lo vio por el izquierdo y por allí se puso con un animal que pronto enseñó sus virtudes: bravura, codicia y una clase suprema. Un auténtico caramelo para reventar la primera plaza del mundo fue lo que se encontró Fernando Adrián, que supo estar delante, encontrar la ligazón y llevarlo muy templado en series que llegaban arriba y hacían rugir la plaza de verdad. Después se puso por el derecho y también dejó muletazos de mérito, que remató con una trincherilla muy torera. Mención especial merece el final, en el que se dobló y se lo hizo todo por bajo, con un animal que respondía sin bajar el pistón un solo momento. Con la faena hecha, se tiró al matar al toro de su vida y dejó un metisaca. Fue a la segunda cuando enterró el acero arriba y el animal, como toro bravo de verdad, demostró su bravura hasta el final con la plaza entera en pie, emocionada y rompiéndose las manos a aplaudir la excelente condición que se ganó el grandísimo premio de la vuelta al ruedo.