PERCANCE

El drama sobrevuela Las Ventas con el «victorino»: Paco Ureña, cogido por el toro


domingo 4 junio, 2023

Al llevarse al toro a los medios, llegó el primer susto: el toro se revolvió pronto y sorprendió a Ureña, que pareció no verlo.

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Paco Ureña tras lidiar al primer toro. © Luis Sánchez Olmedo

El torero Paco Ureña ha resultado prendido por el primer toro de Victorino Martín esta tarde en la tradicional Corrida de la Prensa en la plaza de toros de Las Ventas, un festejo que ha colgado el cartel de “No hay Billetes”, y que ha estado presidido por el Rey Felipe VI. Su Majestad ha estado acompañado por el ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, y por el maestro Paco Ojeda.

Ya de inicio, tuvo Paco Ureña que cambiar los terrenos para ganar los medios, pasando el capote por la cara de pitón a pitón, mientras el primero Victorino buscaba con codicia por abajo, cargó bajo el peto con verdad pero sin emplearse demasiado y acudió bien, aún sin desplazarse demasiado, a las chicuelinas del quite de Emilio de Justo.

El toro se revolvió pronto y sorprendió a Ureña, que pareció no verlo

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Paco Ureña lidiando al primer toro. © Luis Sánchez Olmedo

Tras brindar al Rey, Paco buscó al toro en los bajos del siete para hacerse con el toro, que se desplazaba siempre que se le llevaba toreado y frenaba en seco cuando le quitaban la muleta de la cara. Y, al llevarse al toro a los medios, el primer susto. El toro se revolvió pronto y sorprendió a Ureña, que pareció no verlo.

A partir de ahí, la faena fue un drama constante. El Victorino tocó demasiado las telas del murciano y, cuando las sentía, levantaba la cara y buscaba el cuerpo del torero. Es cierto que el toro a veces vino vencido, pero más por haber sorprendido al torero, que por defecto. Así vino una violentísima voltereta, que terminó con Ureña entre una nube de pezuñas eterna. Se levantó visiblemente golpeado, pero sin cornada, y el toro ya sabía lo que se dejaba atrás. Sin embargo, cuando le llevaba templado, seguía obediente la muleta. Pero Ureña parecía descentrado, a merced de un toro que le sorprendió más veces de lo deseado. La estocada fue a matar o morir, y cobró otra espeluznante voltereta que provocó la salida de los pañuelos después del descabello, petición que la presidencia no concedió.