Seis toros de Victorino Martín cerraban este domingo, 4 de junio, la Feria de San Isidro en una Corrida de la Prensa en la que hacían el paseíllo Paco Ureña y Emilio de Justo, mano a mano.
El drama sobrevuela Las Ventas con el primero: Ureña, volteado
Tuvo Paco Ureña que cambiar los terrenos para ganar los medios, pasando el capote por la cara de pitón a pitón, mientras el primero Victorino buscaba con codicia por abajo, cargó bajo el peto con verdad pero sin emplearse demasiado y acudió bien, aún sin desplazarse demasiado, a las chicuelinas del quite de Emilio de Justo. Tras brindar al Rey, Paco buscó al toro en los bajos del siete para hacerse con el toro, que se desplazaba siempre que se le llevaba toreado y frenaba en seco cuando le quitaban la muleta de la cara. Y, al llevarse al toro a los medios, el primer susto. El toro se revolvió pronto y sorprendió a Ureña, que pareció no verlo. A partir de ahí, la faena fue un drama constante. El Victorino tocó demasiado las telas del murciano y, cuando las sentía, levantaba la cara y buscaba el cuerpo del torero. Es cierto que el toro a veces vino vencido, pero más por haber sorprendido al torero, que por defecto. Así vino una violentísima voltereta, que terminó con Ureña entre una nube de pezuñas eterna. Se levantó visiblemente golpeado, pero sin cornada, y el toro ya sabía lo que se dejaba atrás. Sin embargo, cuando le llevaba templado, seguía obediente la muleta. Pero Ureña parecía descentrado, a merced de un toro que le sorprendió más veces de lo deseado. La estocada fue a matar o morir, y cobró otra espeluznante voltereta que provocó la salida de los pañuelos después del descabello, petición que la presidencia no concedió.
Emilio de Justo saluda una ovación con el exigente segundo
Tuvo poder el saludo capotero de Emilio de Justo al segundo, al que también hubo de invertirle los terrenos para ganar los medios, en donde sí consiguió erigir una verónica y una media desgarradas. Le zurraron el toro en el caballo lo suyo en dos puyazos soberanos. Y medida llegó la embestida a la muleta. Brindó también al Rey y se dobló con el toro que acusó el castigo. Las primeras tandas fueron de afianzar al toro, estirar sus viajes y fijarlo en la muleta. Una vez conseguido esto, Emilio encontró en la media distancia la perfecta para que el toro viniera entregado y con una embestida al paso, despacio, de las que queman cuando te quedas quieto. Y Madrid rugió en tres derechazos desmayados y soberbios, como la trinchera que los abrochó. Al natural no fue tan rotundo, aunque dejó un par de muletazos de fino trazo. La pena fue que las siguientes series tuvieron menos peso porque el toro no se entregó, ni venía completamente metido en la muleta, pasando con la cara alta y reduciendo el recorrido, por eso, a pesar del espadazo y la petición, todo quedó en una ovación.
Oreja para Paco Ureña con el enclasado tercero
El tercero tuvo otra salida, una más templada, que permitió a Ureña estirarse en tres verónicas acompasadas antes de dos puyazos medidos y un nuevo quite por chicuelinas de mano baja de Emilio de Justo. Fue en la muleta en la que el toro sacó la calidad que apuntó en los primeros tercios. Ureña, en cuanto lo descubrió, imprimió suavidad y compás por derechazos, varios de ellos encajados y templados, aunque algunos recortes pudieron sobrar, pues el toro pedía profundidad, la misma que pagaba con entregada franqueza. Por el izquierdo tuvo un punto menos de entrega, pero obedeció cuando se le llevó con autoridad. Paco, después de varios enganchones, optó por torearle a pie junto, en muletazos más cortos pero alcanzando ahora más limpieza. Volvió a la derecha para dejar un par de buenos muletazos más, antes de estrellarse en un pinchazo y agarrar la estocada al segundo intento.
El viento entorpece la labor de Emilio de Justo con la humillada calidad del cuarto
Humilló bien en el capote del extremeño el cuarto, que peleó bien en dos ejemplares puyazos de Germán González, ovacionado. Tuvo emotividad el brindis a Álvaro de la Calle, en recuerdo de aquella tarde que cubrió la espadas de Emilio de Justo tras su grave percance. Y arreció el vendaval. Por eso Emilio buscó el abrigo de las tablas para intentar evitar lo inevitable: una muleta volandera. Aún así, el victorino metía la cara entre las manos y empujaba tras ella con una calidad tremenda por ambos pitones. Entregado y comprometido con cada embestida. Y Emilio, con el hándicap del viento, la condujo con temple casi siempre, en muletazos rotundos, pero a los que les faltó la ligazón para que la emoción subiera al tendido. Finalmente, el toro fue perdiendo empuje (de tanta entrega) y la faena se diluyó, al tiempo que la lluvia amenazaba la plaza. Media lagartijera acabó con la vida del buen toro.
Ureña se estrella contra las complicaciones del quinto
Más incierta fue la salida del quinto, que unas veces viajó recto otras echó las manos por delante y en otras repuso con rapidez, obligando a Ureña a invertir los terrenos para ganar los medios. Cumplió sin más en varas y llegó a la muleta mirón, desentendido a partir del embroque y guardando su poder con peligro. Por eso pidió firmeza y gobierno. Lo primero lo puso el murciano, que no consiguió lo segundo. Por eso otra vez se temía lo peor a la salida de cada muletazo o en los temibles parones en la barriga. Hasta que llegó la voltereta, otra vez y afortunadamente, sin aparentes consecuencias. Complicada papeleta para el murciano, que entró a matar en la suerte de recibir, dejando media espada y saliendo desarmado. En su huida, Paco Ureña se encontró con n Agustín de Espartinas que venía a auxiliarle y resultó enganchado en banderillero, también sin aparentes consecuencias.
Emilio de Justo pincha al bravo sexto
La ovación a la sería estampa del sexto, que con sus 524 apretados kilos y veleta cara impuso respeto, fue también para la excelente presentación de toda la corrida. Además, metió bien la cara en las verónicas del saludo de De Justo y cumplió en el caballo, aunque la dilatada lidia en banderillas pudo comprometer la posterior faena del extremeño con la muleta, a la que llegó con disparo y transmisión. Emilio comenzó en los medios y «Director», con chispa, humillación y exigencia, porque nunca fue tonto, acudió a la primera, vendiendo cara cada embestida, y el extremeño se encajó con firmeza para enganchar cada serie con ajuste y mando. Cada muletazo tenía peso específico cuando había gobierno. La tanda al natural fue ronca de buena, de sincera, entregados toro y torero. Pero mediada la faena el tono bajó un punto, el toro no era el mismo en el tercio que en los medios y reponia cuando no se le llevaba hasta el final, haciendo que la ligazón y el ritmo de la faena se esfumaran. Los doblones finales tuvieron sentido y torería, pero lo que no tuvo sentido fue matar al toro en la suerte contraria, quizá ahí se perdió el premio con los pinchazos.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Última de la Feria de San Isidro. Corrida de la Prensa. No hay billetes.
Toros de Victorino Martín, exigente, pero obediente cuando se le llevó templado y repuso vivo cuando le abrieron una ventana; duramente castigado en varas fue el segundo, que tuvo fijeza y también exigencia, mejor en la media distancia; con calidad y entregada franqueza por el derecho el tercero; de humillada calidad y máxima entrega, a menos, el buen cuarto; probón y mirón el peligroso quinto; bravo, encastado y con calidad el exigente sexto.
Paco Ureña (rosa y oro): ovación tras aviso, oreja tras aviso y palmas tras dos avisos.
Emilio de Justo (salmón y oro): ovación tras aviso, silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Incidencias: El Rey Felipe VI presidió honoríficamente la corrida desde una barrera del tendido 9, acompañado de Paco Ojeda. Álvaro de la Calle (verde botella y oro) actuó como sobresaliente. Los dos matadores brindaron al Rey en sus primeros turnos. Al finalizar el festejo Félix Majada, mayoral de la ganadería, saludó una ovación.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO