“Me he sentido torero”. Con estas palabras, Pablo Aguado respondía al micrófono de OneToro tras lidiar al primer ejemplar de su lote esta tarde en La Maestranza, al que le cortó una oreja. “Es lo que uno busca. La suerte es que lo he matado”, señalaba tras la obra, que resumía de esta forma Pablo López Riobo:
Gustó a la Maestranza la labor de Aguado al tercero, un noble animal de García Jiménez al que le faltó la emotividad de su hermano lidiado en segundo lugar, pero el cual tuvo un temple innato en su embestida, esa que supo canalizar Aguado en una labor de guante de seda. Ya con el capote había esculpido un monumento al buen torear, primero con un cadencioso quite por chicuelinas jugando con las muñecas para posteriormente dejar un ramillete de verónicas ganándole un paso al animal. La media de cierre fue seda pura. Comenzó su faena junto al tercio del 4 toreando al animal a media altura, sin apretarle pero haciéndolo todo con sutileza. Aguado se sentía cómodo, vio claras las bondades de animal desde el primer momento para dibujar muletazos con su personal trazo. Acertó en distancia y alturas, le apretó en el momento justo, ayudándole cuando fue necesario. Por el izquierdo volvió a jugar con las alturas ante un toro que tenía cierto ritmo, pero al que había que llegarle más. Una faena que sir ser rotunda si tuvo momentos de gran importancia donde esculpió varios cambios de mano de gran hondura y algún que otro trincherazo con olor al barrio de San Bernardo. Se le vio suelto y despejado de mente a Aguado en una faena basada en la naturalidad y la armonía premiada con una oreja tras una estocada algo trasera.