Nos dicen cómo
debemos querer a los animales. Gozan de una arrogante autoridad moral para
atribuirse el papel de legisladores, para dictar lo que está bien y lo que está
mal. Su superioridad y arrogancia llegan a tal nivel, que son capaces de
cuestionar el papel de la propia Naturaleza, sus leyes tróficas y hasta la
propia evolución.
POR JUAN IRANZO
Los llamados animalistasvan de colegas de los animales. De buenrolleros de carné y vida urbanita. De
pagafantas mascoteros. Y de eruditos de la fauna y flora sin levantarse del
sofá. Pero éstos no son amigos de los animales, porque un amigo no te trata
como si fueras gilipollas.
Porque debes de
pensar que un animal, tu amigo, es tan tontolculo, cuando estas
convencido de que sin tus cuidados y atenciones —cuidados que tu superioridad
moral han dictado que están bien y son necesarios- no se puede valer por sí
mismo.
Que es tan
retrasado que debe de vivir a través de ti. Que siendo un perro, un gato, un
caballo o un león del Serengeti, hay que tratarlo como un ser humano desvalido,
y no como un perro, un gato, un caballo o un león del Serengeti. El mayor
maltrato animal, es aquel que no trata a cada especie como lo que es, ya que
cada una tiene sus propias necesidades y razón de vida.
Menuda forma de
querer, destruyendo su autoestima, manoseando sus instintos, confundiendo su
papel, y hasta chantajeando ¿Esto no es violencia?
Aun quiero ir más
lejos: ¿no serán también unos racistas y xenófobos? ¿Por qué no dan el mismo
trato a cucarachas o ratas? ¿Es que las ratas no pasan frío y necesitan el
calor de un hogar?
Y lo más curioso.
Los que defienden a los animales y el establecimiento de un nuevo orden
social, en el que un perro tenga los mismos derechos que un niño —pero no los
mismos deberes- cuestionan el papel de un ganadero. Una granja es un campo de
concentración, en el que el ganadero opresor abusa de su ganado. Un ciego
explota a su perro lazarillo… Pero ellos, tras siglas de asociaciones y
partidos políticos, se lucran con ingentes sumas de dinero globalizado. Amor
por los animales a golpe de talonario.
Hace unos días, el
animalismo mató a la cria de un delfín en aguas argentinas. Un bebé que
cometió el delito de aparecer en una playa llena de mentes lavadas por el
ecologismo de sofá, donde lo más importante fue tomarse fotos y selfiescon la criatura en vez de devolverla al mar. Fotos que atestiguaran el amor
enfermizo y postizo por el animal, exhibición
propagandística de una nueva forma impuesta de como hay que querer a los
animales. Y así, el delfín murió deshidratado.
¿No son más
ecologistas, aquellos que hipotecan su patrimonio personal en sacar adelante,
pongamos de ejemplo, un toro de lidia? ¿No es más ecologista aquel que respeta
cada especie tal y como es? ¿No es más ecologista aquel que vive por y para sus
animales, porque de ellos depende el pan de su familia?
Hablar desde un
duplex en la ciudad, a través del Ipad, sin haber conocido jamás el día a día
del mundo rural es atrevido y peligroso. Aquí vivimos la ecología. Sobretodo
por la cuenta que nos trae. Eco-lógicos.