Alejandro
Talavante volvía a hacer el paseíllo en la Monumental Plaza de Toros México en
esta noche del 22 de noviembre. Lo hacía tras pasar por cosos aztecas en las
semanas anteriores como Aguascalientes, Guadalajara o Irapuato y, en esta
ocasión, frente a un encierro de Jaral de Peñas y junto a los nacionales Arturo
Saldívar y Diego Silveti. Fue precisamente Saldívar el que recibió el trofeo al triunfador de la pasada temporada que otorga la Porra Libre.
Con cordobinas genuflexas recibió Talavante al astifino primero de Jaral de Peñas, rematado y bien hecho, un toro serio para lo que se venía lidiando este año en La México. Pero pronto erdió el fuelle un animal que siempre quiso tomar las telas con buena intención ante un Talavante serio y cabal que no forzó artificios y ofreció trapo con la técnica al máximo para aprovecharle la virtud a la sosa arrancada. Sobresalió el toreo al natural mientras le duró al toro el espíritu, y la actitud de un Alejandro que no alargó el trasteo cuando se acabó el toro. Falló con la espada y en silencio concluyó el trasteo.
Más recogido de cara pero rematado y de prominente morrillo era el negro segundo, que quiso desentenderse del percal de Saldívar. Se clavó en los medios el hidrocálido para pegarle chicuelinas e hincarse luego de hinojos para ponerle chispa a la mansona arrancada y rematar con una larga cambiada de rodillas. Por gaoneras lo quitó con valor, siempre con la intención de ponerle entrega y variedad a la falta de continuidad a que le obligaba el animal, muy desentendido siempre de telas y cites. Buscó Saldívar la espectacularidad ante la falta de fijeza del de Jaral de Peñas, y ofreció los muletazos por la espalda, buscando la distancia que le diera inercia sin conseguir que se mantuviese en el trapo más de dos muletazos consecutivos. Mucha la entrega del mexicano, mucho el valor y algunos muletazos de gran quietud, aprovechando la querencia a tablas para robar arrancadas a un toro que pasaba sin embestir. Volcado en el morrillo al matar, quedó tendida y desprendida la estocada para ralentizar la muerte y dejar su premio en una ovación.
Espectacular era la planta de Mazapán, el burraco que hizo tercero, que se fue largo y volvió al revés en las verónicas de Diego Silveti, muy asentado en el piso. Por caleserinas corajudas quitó Diego, pasándose muy cerca los pitones del animal. Tuvo motor y movilidad el toro, emotivo y con recorrido en las series que iba aprovechando el mexicano de menos a más. Con estatuarios al principio, sacándose por detrás la emotividad del burraco; con la mano derecha después, saboreando la templada pero chisposa embestida en tandas reunidas. Con mucha expresión al natural, buscando siempre la colocación y el pulso ante el torrente de arrancadas que vació luego con una maciza tanda de mano diestra. Y cuando más aplastado estaba Diego llegó la voltereta al quedar descubierto el mexicano, en momentos dramáticos que, por fortuna, no pasaron a mayores. Con raza volvió a templarle las pasadas de gran calidad y bravura al animal en una emotiva serie que volvió a poner la faena por encima del listón. Clavó el estoque en la arena para torear con la diestra desnuda y encadenar cambios de mano por la espalda que concluyeron en una nueva voltereta. Muy derecho entró a matar, pero un pinchazo deslució la actuación, que concluyó en oreja.
Tuvo suavidad, encaje y temple el brillante saludo a la verónica de Talavante al cuarto, toro largo y serio que embistió con calidad y humillación, repitiendo con fijeza en el percal ralentizado. Arrancó con bravura el animal al penco, al que derribó con riñones, empuje y poder. Corneó al caballo en el envite, lo que hizo detener la lidia durante un rato. Tuvo variedad y pulso el templado inicio del extremeño, que buscó rápidamente la mano izquierda para aprovechar el bello embroque de viaje largo del de Jaral de Peñas. Hubo quietud y asiento en las plantas, precisión matemática en los toques y ralentí en los trazos, siempre suaves, siempre buscando no violentar la arrancada de un animal que iba perdiendo transmisión y viaje con celeridad. Hasta terminar desfondado antes de tiempo y comenzar a defenderse, dejando a medias el abandono hundido de Alejandro. Falló con la espada Talavante y quedó sin premio.
Al serio quinto lo recibió Saldívar con suaves verónicas, pero se lo pensó mucho el animal antes de cada arrancada, llegando al embroque más humillado que entregado, lo mismo que hizo después en el peto, donde sin embargo terminó derribando. Sentado en el estribo comenzó Arturo la faena de muleta, esperando mucho la arrancada, sin transmisión ni celo, pero con repetición para aprovecharle. Áspero el toro al natural, le costó mucho desplazarse y no se entregó nunca del todo a la muleta del mexicano. Porfión estuvo Saldívar, empeñado en buscarle las vueltas a un toro descompuesto que no terminaba los muletazos y que terminó muy aplomado, desluciendo mucho el empeño del hidrocálido. Terminó por enseñar valor en un arrimón final que no le sirvió para obtener trofeo.
También el castaño sexto tuvo cuajo, pero no franqueza para embestir el percal de Diego Silveti, a donde llegó descompuesto para tomar las verónicas que propuso el mexicano. Fue buena, sin embargo, la pelea en varas, con poder y empuje en un espectacular tercio. Quiso enfatizar la quietud en las chicuelinas del quite, Diego, que remató con una revolera. Y tuvo calidad en el inicio el toro, permitiendo que torease Diego con suavidad, imprimiendo gusto en un inicio que ya apuntó la poca fuerza. Fue esa circunstancia la que provocó que terminase el animal humillando sólo hasta el embroque, impidiendo que finalizase Silveti los muletazos con brillantez. Porfió mucho el mexicano, pero no tuvo material para obtener el triunfo. Falló con la espada y escuchó silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros
Monumental de México. Sexta corrida de la Temporada Grande Internacional.
Corrida de toros. Unas 15.000 personas en los tendidos.
Seis toros de Jaral de Peñas, bien presentados y astifinos. Noble y soso el apagado primero; desentendido y manso el segundo; bravo, emotivo y con calidad el gran tercero, premiado con el arrastre lento; enclasado y emotivo pero muy a menos el cuarto; descompuesto y deslucido el quinto; de nobleza sin fuelle el desfondadísimo sexto.
Alejandro Talavante (fucsia y oro): silencio y silencio tras aviso.
Arturo Saldívar (ciruela y oro): ovación y silencio.
Diego Silveti (grana y oro): oreja y ovación.
Saludó Diego Martínez tras banderillear al segundo.
VÍDEO Y FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ