Hace ahora veinte años, el filósofo barcelonés Víctor Gómez Pin publicaba “La escuela más sobria de vida: Tauromaquia como exigencia ética”, celebrado y premiado ensayo en el que reflexionaba sobre la vigencia de la tauromaquia y su exigencia ética y estética.
Ahora vuelve sobre el tema en el último capítulo de su libro “La España que tanto quisimos. Cuándo y por qué se quebró el sentimiento de arraigo de los españoles”, una visión caleidoscópica sobre debates que permanecen abiertos a lo largo de nuestra Historia (la colonización de América; la Inquisición; las luchas entre territorios y lenguas…) que culmina-decíamos- con el que tiene a la tauromaquia como centro.
Gómez Pin empieza a ser una rara avis en lo que aún llamamos intelectualidad. Y lo es porque, desde su altura intelectual y compromiso ideológico (jamás ha renegado de su militancia de décadas en el territorio de la izquierda) mantiene también su militancia taurina, no rehúye la confrontación dialéctica con quienes- muchos de ellos de su propio espacio ideológico- no solo se muestran contrarios sino que legislan para acabar con la tauromaquia y sigue alzando la voz, cuando tantos callan. El capítulo mencionado de este libro es la prueba.
Quizás algunos “de los nuestros” se sientan molestos cuando Gómez Pin confronta la mirada de un antitaurino como Azorin ( no para denostarla, sí para explicarla), con la de Ortega y Gasset, de quien matiza su tan proclamada y citada afición taurina. O cita la apropiación que de ella hacen determinados sectores ideológicos y organizaciones políticas que la alejan- aún más- de la sociedad, ya suficientemente refractaria.
Gómez Pin fue de los pocos intelectuales que junto a los también escasos profesionales taurinos dio la cara en el Parlament – año 2009- en la tramitación de la ILP que dio la puntilla a los toros en Catalunya. Pero aquí se refiere a un anterior intento abolicionista, en 2006, también en el Parlament, según una proposición de ley presentada por ERC inspirada (Gómez Pin no cita su nombre) por el diputado Oriol Amorós, que después ha ocupado altos cargos en la Administración catalana y actualmente en Secretario para la Inmigración.
Ese texto (que fue votado y aprobado en Pleno pero nunca entró en vigor pues se pasó a periodo vacacional y acabado este se disolvió la Cámara, convocándose nuevas elecciones) era- como explica Gómez Pin- una antología del disparate en la que a partir de una indemostrada teoría según la cual los derechos animales deberían ser parcialmente homologados a los derechos de los humanos, el legislador añade ( cita Gómez Pin): “ Estudios recientes habrían mostrado que la violencia a los animales tiene a menudo una relación directa con otras formas de violencia hacia miembros de la sociedad, percibidos por los agresores como más débiles, como puede ser las mujeres, los niños, los mayores o las personas inmigradas “. Recordemos que la mente pensante del susodicho texto es ahora Secretario de Inmigración.
Gómez Pin rebate, argumenta, reflexiona, no sólo sobre lo aquí citado, y lo hace desde la clarividencia y no la arrogancia, sin complejos, con el pecho por delante.
El capítulo dedicado a los toros es el sexto y último de un libro que ya desde el título (y el subtítulo) expresa una idea de España que es a la vez memoria y reivindicación.
Y, como también ocurría en “La escuela más sobria de vida”, Ronda siempre presente.
Escribe Gómez Pin en el párrafo final:
“ De generalizarse el argumento según el cual la tauromaquia debería ser abolida por su intrínseca indigencia moral, incompatible con los valores de nuestro entorno ¿suprimimos sus símbolos?, ¿derruimos monumentos?, ¿la expulsamos de esa Europa que tantas veces se esgrime como asíntota de nuestras aspiraciones de pueblo limpio, claro y laborioso¿. ¿Qué hacemos, en suma, con esta vieja y- a ojos vista- civilizadísima ciudad de Ronda?