POR MARCO A. HIERRO
Cuando incluyeron la soberbia en la lista de los siete pecados
capitales no habían visto a Talavante hoy. Obvio. El hecho de saberse superior,
de sentirse superior, de medirse con el tipo que refleja el espejo y no con los
que pueblan los carteles, es tan soberbio que lo tildarían de pecado los que en
el pecado creen. Los que, por el contrario, ponen su fe en el toreo se fueron
de la plaza bendiciendo al apóstata por pecar tan soberbiamente.
No es pecado llegar a Zaragoza una semana antes de lo previsto
para conquistar el tendido de cara a la segunda ocasión. No es pecado abandonar
el cuerpo que tantos disgustos da para torear con cualquier parte del ser.
Porque el toreo se transmuta cuando la física no lo abarca, y en eso es
Alejandro quien más investiga y encuentra. Encontró movilidad nada más salir el
tercero, pero buscó la vuelta amarilla para no ser gente, sino individuo.
Induviduo que crea la cordobina, dice la verónica cuando la siente, se arranca
con una chicuelina porque así debía escribirse y se deshace del funo con una
serpentina y mucha seguridad. Si de ahí para adelante no sientes la soberbia, o
no tienes sangre o no eres torero.
Talavante sí lo es. Lo es porque así lo siente hasta en las uñas
de los pies. Y sentir -el verbo más buscado y a la vez más esquivo en el toreo-
es su ser o no ser. Sintió, además, que le ardían las tripas por dentro cuando
le respondió Morante con chicuelina lenta la verónica por él explicada. Le
ardió la barriga al torero para replicar por el mismo palo con tafalleras de
añadidura, la bragueta expuesta y un desplante con el capote en terrenos de
franela.
Soberbio Alejandro. Soberbio, y no es pecado, porque se siente
gigante. Más cuando dice el estatuario ceñido, ciñe más cada pasada nueva y
redefine el espacio cuando convierte en cambiado el pase que cita de frente.
Soberbio cuando gobierna el vuelo de la pañosa para tocar con sutilidad la
embestida muy humillada, enganchar el belfo al trapo y morirse tras la cadera
quedándose en el sitio conquistado con soberbia al enemigo. No es pecado la
bsoberbia, no. Porque no sería posible, si no, que la sintiera un tipo flaco
enterrado en un albero para pasarse la voluntad de un toro por delante y por
detrás, al derecho y al vies sin que se mueva de la arena puntera o tacón. Fue
la de Talavante la tarde de la soberbia, que no es pecado en sus manos porque
esa sólo se la puede pedir algún dios.
Dios del culto pagano de la pureza y la calma es un Diego Urdialesque conjuga con torería el verbo torear, pero hoy debió cambiar mucha verdad
por tener entrega y pureza. Entrega con el díscolo segundo, animal de raza
acusada y de informales reacciones con el que tuvo que asentarse Diego en
torero bregador. Natural, muy natural el riojano en el quinto, y listo para
afianzarle al feble toro la escasez de fuelle y darle trapo suave y sin prisa
hasta que llegó el momento de exigir su entrega. Y cuando se la dio, se acabó
el fondo. Y la faena. Y con una oreja concluyó Digo, pero con el aplauso del
pagano que ya le pone velas a su misterio.
Velas le ponen a Morante desde que le vieron dibujar su primer
lance, y hoy se los pegó al primero repasados por el tamiz y el poso de la
experiencia y los años. Hace la primera que se aburra menos en la cara un
torero que lo hace o no, pero pocas veces lo intenta. Y difícilmente es él
cuando se va de su verdad. Logra, sin embargo, domeñarse en su soberbia porqueya no es un niño para desperdiciar toros, y eso le hace ahora medir hasta dónde
es capaz. Como con el cuarto, al que apenas le dio el fuelle para dos retazos y
medio de uno que sueña universos. Por eso se fue con una tibia ovación.
Y en hombros se llevaron a Talavante los que idolatran su
soberbia, porque son los toreros chulos los que ganan billetes y adeptos, y
está en el momento Alejandro de ponerse al frente de su legión. De momento, ya
enseña soberbia, y eso –convienen todos los aficionados- no es pecado en sus
manos.
Vídeo Zaragoza 11-10-2015 from Cultoro on Vimeo.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Núñez
del Cuvillo, desiguales de hechuras y en trapío para esta plaza. Noble y sin empuje ni emoción el primero, díscolo y
descompuesto el complicado segundo, noble y obediente sin chispa el
tercero, arisco y sin fondo el cuarto, humillado y con voluntad sin
fuelle el quinto, pasador a menos el castaño sexto.
Morante de la Puebla (nazareno y oro): silencio y ovación.
Diego
Urdiales (sangre de toro y oro): oreja y ovación.
Alejandro Talavante (gris perla y oro): dos orejas y ovación.
FOTOGALERÍA: PLAZA DE TOROS DE ZARAGOZA