JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
El
aficionado sigue teniendo esperanza en Varea. Y él lo sabe. Por eso ha decidido
seguir con todas las consecuencias el camino que un día soñó. Aquel faenón de
la pasada temporada a un novillo de Los Maños en Zaragoza pasó a la historia: «Quejoso”
y Varea se dieron mutuamente la vida. Y de eso nadie se olvida. Ahora, tras un
parón psicológico en su temporada, hace de nuevo hoy en paseíllo en San Agustín
de Guadalix con la esperanza de ser el mejor de su escalafón.
«Como torero estoy
contento y orgulloso de haber estado en los escenarios que he estado, en las
grandes plazas; personalmente siempre uno tiene sus baches en su vida personal
y ahora estoy levantando cabeza y mirando a final de temporada, que pinta muy
bonita”,
señala el levantino para CULTORO. Además, añade que «sigo siendo el mismo, con otro
carisma, con otra forma de cara al público, pero el mismo. Antes se me veía
tristón, y uno refleja en la plaza perfectamente como está. Esta temporada, he
reflejado en el ruedo mi momento personal. Somos artistas, esto es un escenario
en el que la gente paga su entrada y hay que estar bien de cara al público, por
tanto ya estoy con ganas para acabar la temporada”.
La
trayectoria que Varea ha llevado a cabo hasta el día de hoy ha sido de ofrecer
una imagen de novillería fresca también en Levante…y de ese punto de pellizco
que vuelve loco al tendido. «Cada
tarde ha tenido lo suyo, pero sí es cierto que, por unas u otras cosas, la
espada me ha estado jugando una mala pasada. Son muchos los recuerdos que se
han perdido por culpa de los aceros, pero estamos en novillero. Creo que me
quedo con la imagen que di en Castellón, mi tierra, y esa es la que estoy esperando
buscar. Ese recital de toreo e improvisación es lo que busco de verdad”.
Aquella
tarde en La Misericordia significó la revolución novilleril que estaba
esperando el 2014: Varea dio un golpe sobre la mesa acerca de la rotundidad de
la cantera en el epílogo de campaña. «Zaragoza me lo ha dado todo. Fue un broche
de oro de una temporada que iba subiendo escalones, de tarde en tarde, de
triunfo en triunfo, y fue la clave para estar en las grandes plazas. Mi
temporada se la debo a ese novillo, «Quejoso”. Fue una tarde que la recuerdo
con mucho cariño, y cada vez que me acuerdo de ella se me viene una sonrisa a
la cara”.
Varea
piensa en lo más alto, y al mencionarle la palabra «figura” su rostro se
transforma en tez ilusionante. Porque se necesitan y él quiere y puede serlo. «Uno
aspira a eso, a llegar a lo más alto, al poder estar acartelado en una Feria en
la que dependan de tu nombre. El toro irá poniendo sus pausas, pero creo que
cada vez me servirán más número de toros y espero que la evolución vaya hacia
adelante”.
Santiago
López, el gran descubridor, sabía que Varea atesoraba quilates en su interior y
por eso lo eligió. «Él ha sido el que me ha ido dando cartuchos desde el día de mi debut
con caballos, donde me ofreció la posibilidad de ir a Nimes, cortando una
oreja. Entonces volvió a confiar en mí y me dio la Feria de Julio de Valencia,
una de las tardes en las que impacté, para luego ofrecerme Zaragoza y que ese
novillo indultado fuera la clave para apoderarme. Esta ha sido una temporada
bonita, con buenas novilladas y en la que me ha dado todo su apoyo y sus ánimos”.
Y ahpra Madrid puede marcar un antes y un después en la carrera de un novillero
puntero al que le queda la baza venteña por atravesar. «Madrid, para todos los toreros,
es un antes y un después. Sueño con esa tarde en Madrid. El año que viene
espero y deseo estar en esa plaza de gran categoría”.
Su día
a día es sencillo, pues el entrenamiento de un torero exige de mucha
preparación y poca desconexión. «Normalmente estoy en Castellón, si no, en
Medina Sidonia entrenando y preparándome duro. Por las mañanas me voy a correr
y, después, todo el día entreno de salón”. Por último, y sobre su alternativa, rubrica
que «los
acontecimientos los irá marcando mi apoderado, día a día, novillada a
novillada. No hay nada previsto y se irá viendo a lo largo de la temporada”.
ILUSTRACIÓN: JUAN IRANZO