POR MARCO A. HIERRO
Sánchez Vara, José Carlos Venegas
y Marco Antonio Gómez hacían el paseíllo esta tarde en la plaza de toros
de Las Ventas en el marco de la segunda corrida de septiembre. Un encierro de
Saltillo, aún herrado con el hierro de Moreno Silva, esperaba en chiqueros a la
terna.
Con una ovación se recibió al primero de Saltillo, largo, alto, escurrido de carnes a pesar de sus seis quintales y con dos respetables espabiladeras, que no se entregó en el capote del confirmante y embistió a cabezazos el peto mientras le atizaban lo suyo. Por el pescuezo le llegó de largo al penco en el segundo encuentro con la plaza ya de su parte. Y estuvo el toro detrás de la mata todo el trasteo de Marco Antonio Gómez, que quiso tragarle sin imponer porque cualquier imposición devenir en defensa y aprendizaje. Por dentro el toro, con prontitud pero sin celo, nunca estuvo metido en la muleta. Quiso taparle la cara entre el viento Gómez, quiso ofrecerle trapo para que lo tomase por arriba, sacando la cara por encima del palillo y sin entrega ninguna. Tiró de oficio el chaval y anduvo digno con un toro que aplaudió Madrid en el arrastre. Ver para creer. Silencio.
Por abajo en brega pura y dura tuvo que saludar Sánchez Vara al segundo, que se negó a pasar en el percal y se arrancó como un tiro al caballo de la puerta. Soberbio fue el segundo puyazo con el toro tirando cornadas al peto. Pero aún se llevó uno más, durísimo, el distraído animal. Y una prenda fue con la muleta, para la que no miró más que cuando la tenía en el morro. Siempre con el torero, siempre por dentro, cazando moscas por arriba y gazapeando constantemente. Sacó el oficio Sánchez Vara para evitar que le echase mano con solvencia. Lo mató de pinchazo y estocada para escuchar silencio.
Con más asiento que brillantez le lanzó verónicas Venegas al tercero, que repitió sin ritmo ni son, pero con cierta voluntad en el percal. Con un pitón empujó el toro en el penco, pero con más fijeza que sus hermanos. Gran tercio de banderillas firmó David Adalid, obligado a desmonterarse. Y fue otra película la faena de muleta, porque este sí la quiso tomar por abajo y despacio desde el solvente inicio de doblones de Venegas. En el límite de la fuerza el toro, se fue apagando en el recorrido mientras trazaba Vanegas con templada intención. Asentado al natural, dejó muletazos estimables hasta que claudicó el animal. No funcionó la espada y escuchó silencio.
Pronto se cansó el cuarto de repetirle a Sánchez Vara en el capote y se le paró delante para deslucirle el remate. El espectáculo llegó en banderillas, donde invitó a su tercero, Raúl Ramírez, a ejecutar el salto de la garrocha. Con mucha brillantez lo cumplió el peón, con el matador clavando el par en la cara sin solución de continuidad ante el agrado del tendido. También este la quiso tomar por abajo, con un Sánchez Vara molestado por el viento que quiso siempre darle trapo con la despaciosidad que le permitió ña embestida pastueña. Tuvieron cierta gracia los doblones en corto, porque corto fue el viaje del Saltillo. Y despacio le amarró el morro al suelo Javier con la diestra en dos series de firmeza, asiento y voluntad. Otra cosa fue el toro a zurdas, por donde puso en aprietos al alcarreño. Volvió a subir el diapasón con la derecha y con una estocada de mucha rectitud para cortar una oreja.
Al pecho se vino el quinto desde el recibo capotero de Venegas, al que desarmó cuando le quiso marcar el camino. Desentendido de telas y jaco, pegó dos o tres coladas en los percales y se llevó tres varas duras en el caballo. De dejó Adalid un gran par de banderillas, pero en el segundo lo prendió el toro por el pecho, afortunadamente sin consecuencias aparentes tras la dramática voltereta. Pero fue coger la muleta Venegas, pisar el sitio y liarse a embestir el animal por abajo, largo y con importancia. Apretó el diente Venegas para asentarse, lanzar trapo y darle firmeza al vuelo, templarle la transmisión y escupirlo largo en los remates. Tuvo motor, transmisión y mucha seriedad la embestida, pero también nobleza, voluntad y entrega. Menos tuvo al natural, pero también por allí anduvo firme José Carlos, sabiendo que el triunfo pasaba por tragar y torear. Bellos fueron los remates en el final, y contundente la estocada para pasear una oreja de mucho peso, con petición de la segunda.
Liviano fue el saludo por abajo de Gómez al sexto, más de brega que de lucimiento, con el toro buscando carrera en lugar de quedarse, pero humillando con encendida intención. Tuvo fijeza en el caballo, donde empujó a media altura, llevándose un castigo importante. Y embistió el animal en la muleta en un recorrido corto que resultó profundo cuando se quedó quieto Gómez y se quiso morir tras el trapo. Pero luego no supo gestionar la revuelta viva y enrazada de un toro con poder. Desconfiado al natural, le protestó más el toro a media altura al no recibir gobierno. Pidió muleta más sabia el de Saltillo y la quietud de Madrid, en lugar de las mañas de las capeas. Mató de dos estocadas defectuosas y escuchó silencio.
Vídeo Madrid 13-9-2015 from Cultoro on Vimeo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas.
Corrida de toros estival.
Seis toros de Moreno Silva, reservón y de cara alta el primero, distraído, gazapón y sin entrega el zorrón segundo, noble y humillado el flojo tercero, de buen pitón derecho el buen cuarto, con transmisión, raza e importancia el gran quinto, aplaudido en el arrastre,
Francisco Javier Sánchez Vara, silencio y oreja.
José Carlos Venegas, silencio y oreja.
Marco Antonio Gómez, que confirmaba, silencio y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO