«Bilbao ¡ay! cómo has cambiao!/ Bilbao ya no eres el de antes/ aquellas clásicas taskas/ hoy son bares elegantes»( Bilbainada, canción popular)
Asiduo visitante de Bilbao y sus Corridas Generales en calidad de aficionado- pagando, o sea- durante muchos años ( la última, en 2019 ) contemplo ahora -vía Canal Toros – el desolador aspecto de los multicolores tendidos de Vista Alegre y se me cae el alma a los pies. Recuerdo, principios de los 80, los coloquios antes y después de la corrida en distintos clubs taurinos y hoteles, con el Ercilla como centro neurálgico. Coloquios con aforo lleno y conducidos por periodistas de distintos medios, no sólo locales. Entre ellos, nada menos que Alfonso Navalón- casi en la madrugada- o José Manuel Perujo ( en el Hotel Indautxu, justo al acabar el festejo) magnífico escritor y decano de los críticos taurinos vascos. Perujo, que fue mi amigo, escribió de toros en El País y en El Mundo y su imponente presencia física se acompañaba de un vozarrón y socarronería que hacían de los coloquios un gozoso rato. Aquel Bilbao que acogía al visitante como se acoge al amigo y acudía en masa a los toros mal que el ambiente socio- político ( ETA y esas cosas) no era el más propicio, fue languideciendo en lo taurino poco a poco , casi imperceptiblemente, al tiempo que la ciudad avanzaba en la modernización, ganaba luz, color y poso cultural , con el Guggenheim como reclamo. Eran los 90 , esa década entre prodigiosa y espejismo.
Ya entrados en el nuevo siglo, cada regreso a Bilbao, el reencuentro con los amigos, la asistencia a la plaza, era la constatación de una realidad que nos resistimos asumir: los toros y Bilbao camino del desencuentro.
Un camino al que la pandemia ayudó con dos años taurinos en blanco.
Quiero creer que aún estamos, así, en plural, a tiempo de revertirlo- uno mismo se ha juramentado para estar ahí en 2023 y los que sigan- pero lo que ocurra- en los tendidos y en el ruedo-, en las tardes que aún quedan por delante de esta Aste Nagusia 2022, pueden oscurecer aún más el panorama o dar argumentos a la esperanza. Recuperar el pulso taurino de Bilbao , como también- desde otros parámetros- en Donosti, es imprescindible. La familia Chopera lo sabe y trabaja en ello, estoy convencido.
De la corrida de esta tarde decir que
los toros de Garcigrande lucieron buena apariencia y algunos como el quinto, romana abundante. Su juego resultó dispar dentro de un tono medio, siendo el noble primero y el encastado quinto los de mejor nota.
Al que abrió plaza le construyó Miguel Ángel Perera una sólida y larga faena llevando muy cosidas las embestidas, embebido de su poderosa muleta el de Garcigrande, que la tomó con humillación y largura. Iba para trofeo pero la espada lo impidió.
Y la espada manejada con acierto por Ginés Marín puso en sus manos la oreja del quinto tras faena de más a menos, en series por los dos pitones asentado y templado el torero. En Bilbao ha vuelto a quedar patente que Ginés Marín es por derecho propio uno de los nombres importantes de la temporada.
Ángel Téllez, ganada a pulso su presencia en las ferias tras su zambombazo en Las Ventas ( que le ha valido el apoderamiento de Simón Casas) se presentó en Bilbao fiel a su concepto clásico , en el que toreo al natural brilla con luz propia. Hubo fogonazos de ello en los dos de su lote e indiscutible actitud del torero toledano aunque no acabó de redondear su labor, entre otras cosas porque los toros que tuvo delante tampoco lo propiciaron.
Vienen ahora tres carteles seguidos que ojalá, por respuesta de público y toreo en el ruedo, alienten la esperanza.