Los
odres del destino a veces son los equivocados porque la vida no es justa. Y es
que veinte siglos tiene la frasecita: «Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces el
vino romperá el odre, y se pierde el vinoy tambiénlos odres; sino quese echavino
nuevo en odres nuevos”versaba San Marcos en el siglo I de nuestra era. Eso debió pensar la plaza de
Bilbao cuando vio irse enterito a un grandioso toro de Jandilla que saltó al
tiznado ruedo de Vista Alegre en cuarto lugar. Ovacionó a Padilla, porque se lo
merecían sus ganas. Pero se perdió el vino en pos de una falta de capacidad. Y también
se perdieron los odres a las ocho menos cuarto de la tarde cuando un efusivo
Borja Domecq pedía salvar la vida de su toro; era el que había criado con mimo,
al que le había entregado su vida y al que había visto morir cuando merecía
vivir. Injusticias del destino.
Y lo vuelvo a
repetir con todo el cariño que el héroe Ciclón merece: el río que con aguas de
gloria dio su comienzo en Olivenza puede que tenga un final cariñoso. El bueno de Juan José, ante todo, es noble
antes que héroe, porque es precisamente el tiempo y la nobleza los que han
conseguido su carisma heroico. Y de aquella Olivenza que le dio un bofetón
a la muerte al Bilbao que le dio otro bofetón al complejo de la desgracia ha
pasado una etapa en la que Padilla ha hecho historia. Pero hoy no estuvo a la
altura de un toro de vuelta. Se estrelló contra odres y vinos. No es escusa la
espada.
Tuvo agallas el jerezano para brindar contra la misma muerte que a la puerta de Fortes vino a llamar
sin que la fuerza de éste le abriera: «Elsufrimiento
es parte de la gloria, y la gloria te llegará pronto» le dijo Juan José
antes de hacerle frente a un primero de triunfo. Y se fue de nuevo el de
Jandilla con las orejas puestas. Ritmo, ritmo y ritmo tenía ese abreplaza que
era sal lógica de la embestida que Borja Domecq ha soñado en sus décadas. Y
entre aplausos se fue con la gloria de su criador latiendo desde el callejón
oscuro de Vista Alegre. Injusticias, pues, del destino.
Como la espada de El Cid… ¡esa sí que ha sido la gran
injusticia de la historia! La tizona campeadora que toda la vida había jugado
al escondite en el momento de cobrar las pelas hoy, deshonrando la trayectoria de un Cid masacrado por los
pinchazos, entró tras un faenón. Fue en el quinto, donde soñó Manuel con los
mismos naturales con los que enamoró a Bilbao ante los cárdenos de 2007 para
partirse las vértebras y torear de verdad a izquierdas. Roto y entregado en colocación, trazo y ejecución supo
Salas hasta codillear a cámara lenta al natural ante un astado que se acababa
pero que no perdía la clase en su tranco… ¡Qué bien torea El Cid cuando le
dejan! ¡Qué buen vino mana de su corazón zurdo y qué buen odre de Borja se
encontró Manuel! Y un despojo cayó en sus manos por haber enmudecido en somnolientos
diez minutos a una Vista Alegre que no remonta en sus pobres entradas. Pero se
acusó más la falta de un público al que le faltó el vino de la vida y el odre
de la abundancia ante un soso segundo que fue la oveja negra del encierro de
Jandilla. Mal rayo partiera al animal que no permitió a El Cid encumbrar la
obra con la que en el quinto eternizó su concepto.
De Garrido, que a la postre paseó una del tercero, poco queda de
escribir en una temporada en la que hoy llegaba a sus diez paseíllos. Injusticias
también de un destino que no sabe ofrecer odres justos a quien los merece. Como justa, merecida y sensible fue la
ovación con la que Bilbao, antes de que saliera a torear, premió a Garrido
confirmando así que es socio de aquel feudo. Tuvo tranco enrazado el de
Jandilla para moverse en su tranco a partir de la segunda tanda, preceptivo
inicio de rodillas del extremeño. Se movía y transmitía el toro, repitiendo con más emoción que clase en
su tranco. Al natural sonsacó Garrido momentos de importancia ante un viaje
rebrincado, con la cara siempre alta que, tras las manoletinas finales y la
estocada, le hizo tocar pelo. El jabonero sexto
tuvo nobleza para empujarle en las verónicas de inicio y, tras el inicio
muleteril, fuego para que José se enroscara en el mismo centro del oscuro
anillo. Pero ahí tuvo su fin el paupérrimo carbón de un mortecino que se cargó
de estoconazo. De nuevo, injusticias del destino.
Porque la vida pone odres viejos al vino
nuevo y odres viejos al oloroso nuevo. Injusticias del destino, pues. Un toro de vuelta, dos orejas a
fuego y tres eternos naturales que no se perdieron en el camino de Salteras a
Bilbao ¡qué grande es el toreo pero qué caprichoso e injusto es el destino!
FICHA
DEL FESTEJO
Plaza de toros de Vista Alegre, Bilbao. Cuarta de
las Corridas Generales. Corrida de toros.
Seis toros deJandilla,
serios en presentación. Destacó el gran primero, el correoso y encastado tercero,
el extraordinario cuarto –de nombre «Ferretero”, premiado con la vuelta al
ruedo en el arrastre-, y el noblón quinto.
Juan José Padilla, ovación y ovación.
Manuel Jesús «El Cid”, silencio y oreja.
José Garrido, oreja y palmas.
FOTOGALERÍA:
EMILIO MÉNDEZ