Acogía
hoy la Monumental Plaza México el cuarto de los carteles menores dentro de su
Temporada Chica, compuesto por novilleros debutantes. Sobre el papel, un
encierro de Guadiana para el rejoneador Sebastián Torre y los novilleros Pérez de Pauloba, Emiliano Villafuerte
«El Moso», Juan Viriato, Héctor de Ávila y Marlene Cabrera.
Fue meritoria la labor de Sebastián Torre con el primero, un animal con doble velocidad que se quiso poner por delante en ocasiones. Brilló en el tercio de banderillas, más al dejar llegar al animal a la cabalgadura que al clavar, en una labor intermitente que recibió palmas desde el tercio. Limpia y brillante fue la pega de los Forcados Hidalguenses, ovacionados por La México.
Con cierta desconfianza inició la faena Juan Viriato, que dibujó bien los trazos pero sin compromiso ni ajuste, despachando la chochona arrancada del animal sin el temple preciso para gobernar y con enganchones y desarmes que deslucieron la labor. Fue con la mano izquierda cuando llegaron los mejores momentos de una labor muy intermitente culminada con una buena estocada.
Animoso anduvo con el percal Pérez de Pauloba, que compartió tercio de banderillas con el subalterno Gustavo Campos, que dejó un sensacional par, poniéndole las cosas difíciles. Le costó al chaval cogerle la altura y el pulso al novillo, que se quedó corto y no perdonó los destemples, por lo que se le notó falta de oficio al mexicano. De menos a más fue el entendimiento del novillero, pero lo deslucido y descompuesto del de Guadiana impidió que cogiese vuelo el trasteo.
A Emiliano Villafuerte El Moso le costó asentar las plantas con el capote y le faltó actitud para gobernar pasadas en lugar de acompañarlas. Y tuvo obediencia el de Guadiana, que arrancaba con el viaje corto para que lo pasara sin ajuste y en medios muletazos El Moso. Sólo al final de faena, cuando ya el público comenzaba a increparlo, terminó enfadándose y comprometiéndose mucho más, aceptando el animal dos derechazos de mucho calado. Falló con los aceros y escuchó silencio.
A la puerta de chiqueros se fue Héctor de Ávila a recibir al quinto, al que aún le dio otras dos largas cambiadas en el tercio antes de estirarse a la verónica, más arrebatado que brillante. Fue en el quite por tafalleras y chicuelinas donde sí brilló el mexicano, que dejó patente una actitud inmejorable. Al intentar un cambiado en el inicio de faena quedó descubierto por el aire y se llevó una tremenda voltereta de la que se lo llevaron directo a la enfermería. Fue Juan Viriato quien se hizo cargo del novillo sin meterse nunca con él, desaprovechando una nueva oportunidad de triunfo.
Mucha voluntad, pero muy poco oficio y escaso asiento fue lo que demostró Marlene Cabrera con el capote ante el sexto, que embistió como un tren pero desentendido de telas y suelto del peto. Una capea fue la lidia en el tercio de varas, desordenada y a la contra, mientras se desentendía también Marlene de la lidia. Le faltó entrega al animal, que siempre llegó con la cara arriba y con la intención de irse, y gobierno le faltó a Cabrera, que sólo en un par de muletazos en los medios logró parecerse a un novillero preparado para torear en la primera plaza de América. A Marlene le falta temple, recursos y preparación, está a merced de los animales casi siempre y palía sus carencias con cierta gracia para huir. Lo mejor, la estocada, que levantó la petición de oreja, que quedó en vuelta al ruedo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza
de toros Monumental de México. Sexta de la Temporada Chica. Novillada con
picadores. Menos de un cuarto de plaza.
Seis
novillos de Guadiana.
El rejoneador Sebastián Torre, ovación.
Juan Viriato, silencio.
Pérez de Pauloba, silencio.
Emiliano Villafuerte «El Moso», silencio tras aviso.
Héctor de Ávila, herido.
Marlene Cabrera, vuelta.
FOTO: @TauroAgencia