Una
novillada con picadores con el hierro de Carmen Valiente acogía la plaza de
toros de Plasencia. En el cartel estival, hacían el paseíllo los novilleros
extremeños Javier de Prado, Luis Manuel Terrón y Jesús Díez.
Castaño
y abierto de cuernas era el primero de Valiente para el extremeño Javier de
Prado, que lo recibió con hasta cuatro faroles de rodillas y varias verónicas
con más voluntad que estética. Se le rompió la vara a Carlos Arribas en el
caballo antes de que Javier tomara los palitroques y dejara tres pares entre
las palmas de sus paisanos. Era un novillo noble pero al que le faltaba un
punto de viveza y chispa. Se sucedieron los muletazos por ambas manos en cuatro
tandas iniciales en las que respondió el animal de Valiente. No admitía
posteriormente cercanías, por lo que De Prado anduvo enrazado para buscarle esa
corta distancia en la que protestaba el novillo. Molinetes encadenados dejó el
joven en los finales antes de desplantarse y, con la espada, dejar una estocada
entera pero un punto desprendida que le valió una oreja.
Dos
puntas por delante bien puestas tenía el segundo, para Luis Manuel Terrón. Lo
recibió el joven con muchísimo gusto a la verónica en un ramillete de encajados
capotazos para gallear poco después por chicuelinas acercando el animal al
jaco. Desmontó el novillo al picador, pero el capote salvador de Terrón evitó
una cornada segura para el piquero. Quitó poco después por saltilleras, sin
abusar y distanciándose antes de que Terrón replicara por chicuelinas. Tuvo
mucho gusto Luis Manuel en el inicio muleteril ante un animal que no embestía
con la cara humillada sino justo al contrario. Prosiguió intentando
sobreponerse con la mano diestra y en cercanías logró culminar un trasteo del
que perdió el doble trofeo con la espada. Finalmente paseó una oreja.
Se echó
el capote a la espalda para recibir al tercero, de nombre «Campesino”, con el
que llegó hasta los mismos medios por gaoneras. Fue limando las asperezas del
animal el subalterno Raúl Cervantes. Brindó Díez su faena a Antonio Román antes
de comenzar de hinojos su trasteo ante un novillo que no humillaba. Mantuvo ese
defecto durante todo el trasteo, pero se sobrepuso el joven a ello y consiguió
transmitir en tandas por el derecho. Fue exprimiendo al máximo y en cercanías
al novillo antes de dejar una estocada que le valió las dos orejas.
Enseñaba las puntas el cuarto, al que le faltó celo y fijeza para repetirle en las verónicas a Javier de Prado, mejor intencionadas que brillantes. Más vistoso que puro ejecutó el extremeño el tercio de banderillas, variando con un cuarteo de poder a poder, un quiebro y un violín. Pronto se quiso poner a torear, con el novillo pegando un paroncito antes del embroque que provocó una aparatosa voltereta de la que se levantó el chaval dolorido. Lo buscó de uno en uno y perdiendo el paso, buscando la colocación y el trazo muy embarcado. Mal con la espada a novillo parado, escuchó una ovación.
Tuvo sabor y sentido el saludo de Terrón al quinto, novillo que se movió sin gran ritmo, pero con la humillación suficiente para que se gustase el extremeño. Deslucidas le salieron, sin embargo, las fregolinas, que arregló con la media de rodillas. Muy bien se la dejó en la cara incluso en los cambiados del inicio, para ver cómo le faltaba celo y se desentendía en el embroque el deslucido animal. Le echó el trapo con pureza y asiento al natural, pero no hubo entrega alguna por parte del bovino, desluciendo la faena por no pasar. Aún así porfió Luis Manuel con un arrimón sincero. La estocada caída no impidió la concesión de la oreja que le abría la puerta grande.
Al sexto también le faltó fijeza y celo en el capote de Jesús Díez, que se empeñó en lancear las pasadas desentendidas hasta que llegó una sabrosísima media en los medios. Correteó el animal con la cara en las nubes y se fue a topar contra el caballo sin clase ni bravura. Allí salió el temple de Jesús con la muleta, con la que afianzó al animal perdiéndole un paso después de buscarle la inercia, dándole la altura justa y ganándoselo después, cuando se quiso rajar el animal. Bien estructurado el trasteo de un novillero con personalidad y frescura que se encajó con gusto cada vez que pudo. Derramó torería en todo lo que hizo y la dejó siempre muy puesta hasta que terminó el novillo rajado completamente. Pinchó dos veces, sonó un aviso tras la estocada entera y aún así paseó una oreja.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza
de toros de Plasencia, Cáceres. Novillada con picadores. Un cuarto de entrada.
Seis
novillos de Carmen Valiente.
Javier de Prado, oreja y ovación.
Luis Manuel Terrón, oreja y oreja.
Jesús Díez, dos orejas y oreja tras aviso.