Aquel 25 de septiembre de 2011, el gentío sacaba a hombros a Juan Mora, José Tomás y Serafín Marín. muchos cientos guardaban en sus bolsillos arena del ruedo y otros tantos lloraban abrazados a sus compañeros de tendido tantos años. Era la última corrida en Catalunya, la última en La Monumental de Barcelona, la última Mercè con toros. El final- o no- de una historia secular, memoria sentimental y cultural de un pueblo que los nuevos inquisidores han decidido arramblar.
Pero ya meses, años antes, unos cuantos, con un loco maravilloso al frente, Luis Mª Gibert (y, antes y con él, Juan Segura Palomares) empezaron una batalla en la que contaron con muy pocos aliados. Quijote y Sancho, Sancho y Quijote contra los molinos de viento de la intolerancia, la manipulación, la política…Y, con ellos, un ejército de voluntarios con las únicas armas de la afición (taurina) y el voluntarismo para defender causas perdidas, que son las mejores.
Entre la incomprensión, la insolidaridad, la inacción e incluso cierto pitorreo del propio “sector” taurino, Gibert y sus huestes consiguieron en sólo unos meses recoger por la geografía española, en forma de ILP, más de medio millón de firmas contra la prohibición del Parlament. De ahí a su trámite en el Congreso de los Diputados, donde fue rechazada y, después llevada al Tribunal Constitucional, que acabaría derogando la prohibición. Era octubre de 2016 y en aquel momento se abría una puerta a la esperanza, cuya llave maestra estaba en manos del propietario del inmueble y dueño del destino de la Monumental: Pedro Balañá Mombrú.
Pero pasaron los meses, los años, y Balañá seguía mudo. Hasta que habló, con voz queda, para decir que, dar toros “de momento, no”. Y en ese momento interminable seguimos.
Cada inicio de temporada taurina, cada efemérides, cada Mercè sin toros, la nostalgia y la rabia agitan el corazón de la afición taurina catalana, resistente y menguada (el paso del tiempo deja bajas por el camino), que apenas encuentra consuelo en actividades promovidas por la Federación, las peñas o la, encomiable, Escuela taurina.
Ayer ( festividad de la patrona de ciudad ) hoy (misma fecha del último festejo), La Monumental, cerrada, oscura y sombría, sigue ahí, en esa esquina de Gran Vía y Marina que tantos años, tantas tarde, vio salir a hombros a los toreros, envueltos en el entusiasmo del pueblo, ese mismo pueblo que el 24 y 25 de septiembre de 2011 llevó en volandas hasta el hotel a Morante, Manzanares, El Juli, Juan Mora, José Tomás y Serafín Marín.
Un pueblo, una afición que sigue en pie.
Resiliencia lo llaman. Prefiero esperanza, que es lo último que se pierde ( y ya son muchas las batallas perdidas).