TINTA Y ORO

¿Y por qué no?


martes 5 mayo, 2015

He buscado en Google, ese que todo lo sabe, y en Youtube, el que lo sabe casi todo, y no he encontrado ni una sola referencia que relacione a Jesús Hermida con los toros.

He buscado en Google, ese que todo lo sabe, y en Youtube, el que lo sabe casi todo, y no he encontrado ni una sola referencia que relacione a Jesús Hermida con los toros.
He buscado en Google, ese que todo lo
sabe, y en Youtube, el que lo sabe casi todo, y no he encontrado ni una
sola referencia que relacione a Jesús Hermida con los toros. Lo digo por
los que van a empezar a ponerme verde porque le dedique esta columna.
Pero vamos, que me da igual. Que mi madre se ducha todos los días, por
si alguien tiene tentaciones. El caso es que a veces los mejores
ejemplos hay que buscarlos fuera. Darle un poco de perspectiva al
asunto. Y sobre todo salirse de la ciénaga en la que el mundillo este
pasa sus días. Por eso hoy hablo de Jesús Hermida.
 
Lo traigo aquí por tres motivos:
primero, porque es (y recalco el presente, porque ciertas cosas nunca
mueren) un maestro del periodismo. Te podrá gustar o no, podrás echarle
en cara la no-entrevista al rey como el peor final de sus días
periodísticos, pero lo cierto es que marcó una nueva forma de hacer
televisión en España. Elegante, cercana, para todos los públicos. 

 

Segundo motivo: porque me recuerda a Carril. Este sábado andábamos
Germán San Nicasio y yo hablando de él. No dijimos aquello que solemos
decir, eso de «se nos fue sin torear”, pero sí pensamos que este año
hace diez que andamos sin él y que es lo más auténtico que ha pisado Las
Ventas en mucho tiempo. Y que merece un homenaje. Lo escribo aquí por
si el Wellington (o, en su defecto, Carlos Abella) recoge el guante.

 Tercer motivo: porque me he escuchado
su mensaje de seis minutos con motivo del centenario de la Asociación
de la Prensa de Huelva y, entre sus citas y sus recuerdos, me quedo con
aquello de «¿Y por qué no esperar que algún día las cosas serán
diferentes?”.
Él se refería al periodismo de verdad.
A la integridad y la pureza. A la búsqueda de la objetividad (aunque
todos sepamos que no existe). Y yo me lo quedo para esta columna porque
me gustaría pensar en un «por qué no” para el toreo.
Por qué no esperar, si tenemos todo el tiempo del mundo. O quizá no tanto.