Comenzó la feria mojada. Y vaya
que tromba de agua la que se vino sobre los presentes ayer en la noche, en el
curso de la novillada que abría la Feria del Sol 2015. Fue durante la lidia del
segundo utreros de la función, a cargo del espada maracayero Edgar Díaz «El Victoriano” cuando las
nubes del cielo emeritense dejaron abierto el grifo para al final suspender la
realización del festejo.
Poco más de mil quinientas
personas habían concitado el cartel de espadas noveles, ante utreros de la
vacada merideña Bellavista y El Laurel,
ambos propiedad de Don Luis Ortiz y
su hija Sra. Paola Ortiz. Por
cierto, festejo en la cual se hacía estreno al nuevo reglamento taurino en esta
plaza, con ciertas reformas no exentas de polémica ante su nulo conocimiento
por parte de la Cámara Municipal… algo así como pluripotencialidad del ente que
rigen la fiesta brava en el municipio Libertador.
Abrió plaza el novillero
tachirense José Gómez «El Gato”quien pechó ante un ejemplar de mansurrona condición desde su misma salida al
ruedo, tras intentarlo sujetarlo por afarolados de rodillas en el tercio. Abanto,
sin celo a los engaños, ni remate a los burladeros, se le picó tapándole la
salida, en breve picotazo, para la solvencia de Mauro David y Diego Guillén dejara en lo alto pares de banderillas.
Precisamente la pulcra brega de Gerson Guerrero descubriría el pozo de
nobleza que atesoraba el castaño utrero, abriendo la ventana para que dejándole
la muleta en la cara, con firmeza y temple, se le aprovechara a tal punto de
hilvanar «El Gato” par serie por la
diestra de emotiva conexión con el tendido. Poco menos fue por naturales, donde
hizo el intento, hasta romper en los medios en breve serie, en la que quedó
comprobada la gotera de posibilidades que tenía el astado que abrió feria.
Una pena que el espadazo caído, y
luego el recital de pinchazos y descabellos –al tercer descabello se escucharía
el primer aviso- hiciera que se le silencia tras finalmente recibir par de
recados presidenciales.
Las primeras gotas frías de
lluvia caerían tras la salida del segundo, que correspondería al veterano
maracayero Edgar Díaz «El Victoriano”
quien le saludó con tafallera a porta gayola, para luego dispensarle breve
toreo por verónicas. Sería el mismo espada quien le picara, bajando del caballo
al veterano Alfredo Guimerá, para recetarle leve picotazo, sin meterle las
cuerdas, más por querer salirse de la norma que por pericia a la hora de tomar
la vara. Así mismo «El Victoriano”
colocaría con facilidad par de rehiletes, en todo lo alto, iniciando de esta
manera lo que sería de lo poco que pudo tener de historia el festejo, pues
iniciado el trasteo, se vendría la lluvia, faena templada en especial por la
mano diestra, en los medios, sacando provecho de la bondad y nobleza que en la
tela roja sacó a relucir el burel. Por la izquierda, con el ruedo hecho una
piscina, un poco acelerado, le pasó en pases más de trámite que otra cosa, para
perfilarse en corto y por derecho y dejar fulminante estocada en lo alto, para
de esta manera cortar la única oreja, paseada ante el diluvia que se descargada
sobre los vacíos tendidos del coso emeritense.
Lo demás quedaría en intenciones,
pues los mismos toreros comprobarían en los medios y ante el fuerte aguacero
presente, la imposibilidad de continuar lo que era las ilusiones del resto de
alternantes, en lo que se convirtió una noche pasada por agua.
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