Pasó hace tan solo unos días. Gabi se acurrucó junto a su tita preferida en el sofá y le dijo al oído que aún no había escrito la carta a los Reyes Magos para este año. Su tía, sorprendida, cogió lápiz y papel y sin perder más tiempo se pusieron manos a la obra.
– Ya sabes que este año los reyes están también de crisis y solo podemos pedir dos deseos, y uno de ellos debe ser para todos los niños del mundo -dijo la tía con gesto de advertencia.
Gabi recordó aquél contratiempo del que hace unos días le había avisado no sólo su tía, sino también sus padres, y quedó pensando.
– Pero bueno, es que necesito pedir uno más tita -dijo él, intentando negociar.
– Eso no va a poder ser este año Gabi, cariño.
El niño frunció el ceño y después de un rato en silencio con el gesto de alguien que está tomando importantes decisiones, algo se le ocurrió. Cogió un precioso christmas y empezó a escribir en la parte trasera. Cuando acabó se lo entregó a su tía y ésta pudo leer en letras enormes y coloreadas que ocupaban casi todo el christmas:
– Que todos los niños y todas las niñas tengan comida.
– Una bici.
Cuando creyó haber terminado de leer, algo llamó la atención de ella. En la esquina inferior derecha del christmas había algo más escrito, que con letra muy muy pequeña, casi microscópica decía:
– Un capote de torero.
Su tía, con los brazos en jarra, le dijo que había hecho trampas y que él sabía que eso no podía ser.
– Pero tita, si pueden hacer los otros dos deseos que son muy grandes, ¿cómo no van a poder hacer uno tan pequeñito? -dijo Gabi sabiendo que su argumento era incontestable.
La tía tuvo que rendirse. Guardaron el christmas tal cual en un sobre, lo dejaron en el buzón y, nerviosos, quedaron esperando al día de los Reyes, para el que cada vez queda menos.