Tendemos tanto a mitificar los detalles en el toro que muchas veces se nos olvida que no se puede convertir en tópica una vuelta como la que Rafael Rubio ha firmado hoy. Pero no hay que olvidar que ese tío que hoy se erguía asentado y derecho frente a un cárdeno que casi le superaba la altura estuvo a punto de ‘liar el petate’ -como decía Juncal– una calurosa tarde miureña en Pamplona. Y de eso hace casi ya dos años…
Por eso yo le doy hoy mucho mérito a todo cuanto ha acontecido; la ansiedad por que llegase el momento, por volver a sentirse torero, había sido antes por volver a ser una persona normal. «Yo pensé que me moría aquella tarde en Pamplona». Por eso sólo él conoce de verdad cuánto ha tenido que remar, volar y caminar para que este día se hiciera realidad. Porque lo que ha sucedido hoy es -ni más ni menos- que otro héroe, otro titán, otro superhombre de esos que se visten de luces ha demostrado que hay que estar hecho de otra materia para ser torero. Por eso no lo es cualquiera.
A cualquiera le hubiera entrado la ‘jinda’ nada más verse por dentro al primer gris de Victorino, A cualquiera se le habría ocurrido que no era día para buscarle el fondo al que tan poca superficie se empeñaba en mostrar. Pero para él, para ese tipo bajito y de escasa entidad -en cuanto a masa corporal se refiere- la búsqueda de la prueba propia, constante y vital, es lo que lo convierte en un gigante para los demás, que tienen que mirar para arriba para verlo completo.
Ese tipo sonriente, feliz con sus mujeres, maduro, sensible y consciente de quién es y lo que representa es el que hoy ha decidido que si había que volver, había que hacerlo sin una duda. Pudo haberlas en el camino. Pudieron existir en la recuperación. Pudieron emborronar el proceso. Pudieron invadirlo cuando la cruel pandemia arruinaba la previsión de su primer regreso a las luces. Pero cuando salió el toro -de Victorino, para no perder costumbres- salieron de nuevo las cartas de la honradez, de la sapiencia, de la madurez y de la consciencia de que volvía a poner en juego aquello que había temido perder. Y se lo brindaba a sus mujeres, a lo que más quiere en el mundo.
Por eso hoy no podía irme a la cama sin transmitirle mi admiración. Estas son las cosas que me recuerdan por qué me enamoré de este rito…