MARCO A. HIERRO
Después de lo de hoy, Gonzalo de Villa Parro debe dimitir de inmediato como miembro del equipo presidencial de Las Ventas. Y no porque un tipo que se sube a un palco no pueda errar, no. Debe dimitir porque la presión a que lo están sometiendo los tendidos durante toda la feria -especialmente el 7- lo tiene tan atenazado que no es capaz de interpretar el reglamento, de leer las tardes, de aplicar las normas en cada circunstancia concreta, que es para lo que está ideada la figura del presidente.
Hoy podría enviarle saludos El Sirio, que vio cómo el tercero le tiraba un tornillazo que casi le parte la boca por empeñarse el ussía en que entrase a banderillear de nuevo después de que Román le pidiese visiblemente el cambio de tercio. No había cuatro palos en el lomo, es verdad; y ahora vaya y cuénteselo al banderillero, que tuvo la suerte de librar de milagro. No los había porque el anterior par los echó al suelo pero, ¿de verdad no es capaz usted de leer la lidia y sus necesidades? ¿De verdad cree usted que ese cuarto palo va a servir para algo? ¿En serio entiende usted que aplicar el reglamento a rajatabla está por encima de preservar la integridad de los profesionales de riesgos innecesarios?
El problema no es que sea buen o mal presidente, que esté o no capacitado para el cargo o que sea mejor o peor aficionado; el problema -y es gravísimo- es que la presión no le deja ejercer. Y está fuera.