CRÓNICA ALICANTE

Llegó con tres heridas


domingo 27 junio, 2021

Con las heridas del amor, de la muerte y de la vida que inmortalizó Miguel Hernández llegó Ferrera hoy a la tierra del poeta y a la del maestro para honrarlo con un esfuerzo sobrehumano e inexplicable

Con las heridas del amor, de la muerte y de la vida que inmortalizó Miguel Hernández llegó Ferrera hoy a la tierra del poeta y a la del maestro para honrarlo con un esfuerzo sobrehumano e inexplicable

Llegó con tres heridas. Con tres heridas vino, la del amor, la de la muerte y la de la vida. Por ese orden. La del amor, la del respeto, la de la admiración máxima, la de la predilección por el maestro Manzanares al que honró con un esfuerzo sobrehumano, sólo al alcance de los que están hechos de otra pasta. La de la muerte, la del dolor, la de la cornada, la de la cara más fea de la tauromaquia que nos recuerda que aquí se puede morir de verdad. Pero sobre todo la de la vida, que emanaba de la proposición alegre y pintoresca de los vuelos de su muleta en el cuarto, la que le hizo recuperarse de de la cornada de ayer en Badajoz para estar hoy en el homenaje al gran maestro alicantino. Con las tres heridas que inmortalizó Miguel Hernández llegó hoy Ferrera a su tierra, a la tierra del poeta y del maestro. 

En el toreo, hay muchas cosas inexplicables. Y lo de Ferrera hoy en Alicante es sólo un ejemplo más. No podía venir de otro, sino del genio extremeño y de su manera tan peculiar de entender la vida y el toreo. Torear como lo ha hecho sólo 24 horas después de sufrir una cornada de 15 centímetros sin apenas cojear es algo, sencillamente incomprensible. Menos para ellos. Los que son de otra pasta, como Ferrera. Él solito fue capaz de levantar una tarde que se había puesto cuesta arriba en una primera parte sin pena ni gloria, en la que poco hubo que contar. Él conectó con el tendido con esas chicuelinas de mano bajísima después de gallear para colocar al toro en suerte. Fue el comienzo de algo grande. Que empezó y terminó con lágrimas. Las de Yeyes, la hija del maestro, que recibió la montera en el brindis, y las del propio Ferrera.

El extremeño cinceló una faena a un toro de Algarra que que se entregó de verdad en la muleta. Con esa forma tan particular de echar y tirar de los vuelos, con esa expresividad que lo caracteriza, estructuró Ferrera una faena de menos a más en la que terminó abandonando, toreando con desmayo a un astado que cumplió con nota. Para entrar a matar, se fue al tercio y desde allí caminó para encontrarse con el animal y enterrar la espada. A la segunda fue la vencida. Y de la herida de la vida brotaron las lágrimas de Ferrera. 

En su primer turno, tuvo que ordenar la áspera y brusca embestida de un animal que fue complicado, sobre todo cuando tocó las telas. Pero allí estuvo Ferrera, para tocarlo fuerte, darle mando y torear por abajo a un animal que no quería ni ver la media altura. Y jugársela entrando a matar. 

Pero Antonio no se quedó sólo para homenajear al maestro. Tenía que sumarse a la fiesta José Antonio, que embelesó a los tendidos con un toreo que ni se compra ni se vende. El que transformó por momentos en sepia las imágenes que captaban los objetivos de los fotógrafos desde el callejón. El que inundó de aroma y sabor torero el cierre de la feria de Hogueras con su faena al quinto. Ya el inicio por ayudados por alto fue de cante grande. Más en los medios, lo toreó con una delicadeza enorme, casi a cámara lenta, dibujando carteles de toros en los remates por bajo y en los pases de pecho. Derecho y a pies juntos lo llevó en las tandas finales, facturando naturales de toreo caro. Cerró como comenzó, por alto y en torero. Sólo el pinchazo y el criterio equivocado del presidente le privaron de las dos orejas y todo se quedó en una.

Antes, a un Trianero con mucha clase que fue devuelto, le había dejado el de La Puebla una verónica de trazo eterno. De esas que duran una barbaridad con el mentón hundido en el pecho que sólo él puede dibujar. Salió en su lugar un sobrero bis al que le firmó un ramillete de verónicas toreras. En la muleta se desinfló, embistió con sosería y diciendo poco. Hizo Morante al público el gesto de que en el siguiente llegaría la torería. Y no se equivocó. 

Ese fue el tributo que rindió Morante al maestro. Es el homenaje de un torero que se está echando a la espalda a la temporada anunciándose en distintas ferias, con distintas ganaderías. Un torero que es el único capaz de dejarnos patidifusos cuando le da la gana y que dejó a muchos con el pie cambiado y les cerró la boca cuando anunció hace unos días que para más INRI esta temporada no sólo se anunciaría con Miura y La Quinta, sino que también lo haría con Prieto de la Cal. El más criticado, el más denostado, por el que nadie apostaba un duro que pudiera anunciarse con variedad de hierros, ahí está, sorprendiendo una vez más a propios y extraños. Es la grandeza indiscutible de un maestro único que les guste a muchos o no, ya ha dejado una huella imborrable en el toreo. Lo que venga después agrandará su leyenda. 

El que no tuvo su tarde hoy en el cierre de la Feria de Hogueras fue Juan Ortega. Nada le salió bien al otro trianero de la tarde, que vio cómo su primer toro volvía a los corrales después de tres avisos tras una actuación para olvidar con la espada. Un espectáculo de bronca grande en condiciones normales. Pero Alicante se lo perdonó. Porque antes Ortega había dejado su sello. Ese con el que para el tiempo, dictando la velocidad de las agujas del reloj y adaptándolas su ritmo. Ese sello tan personal e impregnado de una sutilidad tan difícil de conseguir… Al sexto sólo pudo dejarle un ramillete de verónicas en el saludo. Se rajó y poco pudo hacer en la franela. 

Y así terminó una feria de Hogueras en la que la figura del gran maestro José Mari se convirtió en el eje central. Porque bien merecido tenía el maestro un homenaje así. Una feria que ha devuelto los toros a la Comunidad Valenciana, junto con Castellón, y un fin de semana tan taurino que ha hecho que de nuevo por San Juan podamos soñar de verdad y de una vez por todas con quemar en el fuego los malos momentos de los últimos meses y mirar al futuro con la ilusión, la esperanza y la seguridad de que la normalidad de siempre está cada vez más cerca. 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Alicante. Última de abono de la feria de Hogueras. Lleno en el aforo permitido -4.000 personas-. 

Toros de Luis Algarra

Antonio Ferrera: ovación y dos orejas. 

– Morante de la Puebla: ovación y oreja. 

Juan Ortega: silencio tras dos avisos y silencio. 

FOTOS: JJ DIAGO