TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Por fanegas y por reales se mensuraron las cosas en Las Ventas la tarde en que Las Ramblas trajo un encierro para no volverse a acordar. Por fanegas y quintales se medía el peso, y por reales lo que debió ocurrir y no aconteció. Porque lo cierto es que no valió el encierro en general ni un real siquiera, pero las dos ovaciones que saludó Del Álamo dejan la fanega en medio real. De tratante el envío. Por muy buen ganadero que sea Daniel Martínez.
Un par de ovaciones, dicho está. Eso es lo que se llevaron a la boca los docemil y pico que decidieron sufrir in situ y un Juan del Álamo que ha tenido mil tardes mejores en una plaza que aún le respeta a nada que le pone ritmo a una tanda. Y hoy lo pudo hacer porque enlotó a los dos que lucieron menos maldades y más obedecieron los trapos, lo cual no es decir mucho en tardes como la de hoy. Intervino en quites, el charro, pegó rodillazos cuando lo vio conveniente y aplicó su ya tremendo oficio para salir indemne de una pedrada en toda regla. Tan real como que está sin mentor. Y eso es más que una fanega.
Pero no lo fue para Tomás Campos, que cuajó –probablemente- la tarde más seria y entregada desde que es matador, y hasta hoy sólo habían sido 22. El extremeño se jugó el cuero sin un aspaviento, sin una mueca que adivinase tensión, sin un mal gesto que reflejase los cristales que tenían en la barriga el tercero y su espeluznante arboladura. Con ese se puso Tomás. ¡Vaya si se puso! Y a estas horas tiene un agujero en la talega y otro en el chaleco que aseguran que la cosa pudo terminar peor. Porque se puso.
Se puso cuando no merecía la pena ni el medio real que valía la fanega de kilos que guardaba el sexto, con el que sólo él quería ver más. Pero es que de esta tarde dependía gran parte de su futuro, porque el que a estas horas debería darse ya algo más de medio real.
A Morenito ni medio real le llegó para pagar las fanegas de primero y cuarto, que se repartieron entre los dos los peores defectos que te pueden tocar en Madrid. La insulsa liviandad de escasa raza y acusada renuencia la enseñó el abreplaza, que anunciaba así lo que quedaba por delante; el genio rabioso y la encrespada movilidad se las regaló el cuarto, de pasar un ratito otro torero sin su veteranía y su determinación. Ni ponerse siquiera, oiga. Menos mal para él que aún le queda otra.
A Las Ramblas no, por fortuna. Porque el encierro de a medio real la fanega que envió el ganadero le dio la razón a aquellos que la soltaron del abono. Y, además, estaba Gonzalo en el palco para que no saliese el sobrero de Montealto. Si es que hay tardes que se vienen del revés…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Vigésimo segunda de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. 12.434 espectadores.
Toros de Las Ramblas, de mucha presencia y escaso fondo. Sin raza ni entrega el pasador insulso primero; pasador sin clase ni entrega el repetidor segundi; reponedor con genio el descarado y correoso tercero; sin fijeza, celo ni clase el defensivo cuarto; obediente y pasador el desclasado quinto; correoso y con genio y movilidad el sexto.
Morenito de Aranda (negro y plata): silencio y silencio.
Juan del Álamo (blanco y plata): ovación y ovación.
Tomás Campos (marino y oro): silencio tras aviso y silencio.