TEXTO; MARCO A. HIERRO / ILUSTRACIONES: JUAN IRANZO
Llega el 21 de mayo y la oportunidad de la clase media, la primera bala de las dos con las que contarán Juan del Álamo y José Garrido, pero la única que figura en el cargador de Gonzalo Caballero, quien regresa a la plaza más importante del mundo tras su valiente intervención el pasado año en los premios de Plaza 1. Todo ello con una corrida de El Pilar.
El torero salmantino, que está sin apoderado esta temporada, tiene en San Isidro su oportunidad de enderezar una carrera que ha pasado este invierno por momentos delicados, tras la ruptura con sus anteriores mentores. Es, sin embargo, un torero con el pulso de Madrid cogido, con una Puerta Grande en esta plaza y un buen momentón de orejas que certifican sus buenas actuaciones aquí.
Sin embargo, llega con el exiguo bagaje de una corrida de toros a sus espaldas esta temporada, la que toreó el pasado mes de febrero en Valdemorillo y donde paseó una oreja de una corrida de La Palmosilla. Juan cuenta con el oficio de no ser ya el niño prodigio que encandiló al toreo sin caballos y de novillero, sino el torero capaz que tiene la moneda en la mano con una ganadería que conoce bien y con la certeza de tener una tarde más este San Isidro.
El extremeño José Garrido es otro de los niños prodigio del toreo que, pese a contar con solidísimas actuaciones y haber demostrado la madera que tiene, tiene siempre puestos los ojos de los aficionados en el despegue definitivo que no termina de llegar. Por eso esta tarde y Madrid son tremendamente importantes para él. Torero de amplio oficio y de gran capacidad técnica, puede con la mayoría de los animales, pero necesita de la movilidad para brillar. Y más en Las Ventas.
Hasta la fecha son cuatro los festejos que ha toreado en este año, con un fulgurante comienzo desorejando a un toro de Joselito en Olivenza y paseando una oreja en Gamarde, pero luego sólo la ovación que saludó en Sevilla sumó para sus intenciones. Por eso hoy tiene un importante hito en el camino de alcanzar sus metas.
El madrileño Gonzalo Caballero es un tipo peculiar en todos los sentidos, pero maneja muy bien los momentos de estar en boca de todos y la fabricación de oportunidades que luego debe aprovechar. El pasado año pronunció un duro discurso contra Simón Casas el día en que se presentaba San Isidro y se quedaba fuera. Toreó el 2 de mayo sin triunfo y, sin embargo, vuelve a la plaza más importante del mundo con una corrida de El Pilar.
Sólo un paseíllo lleva trenzado este año, el que realizó en Texcoco el pasado mes de abril. En tierras mexicanas cortó una oreja de un toro de Monte Caldera. Torero de gran valor y de intuición desarrollada, sabe lo que se juega en el envite y nadie le puede decir nunca que no se juegue el pellejo. Y más en Madrid.
La vacada charra de El Pilar es fiel representante del encaste Raboso que abandera, si bien el toro de Moisés Fraile es menos basto y aparatoso que el que llevaba el hierro de Aldeanueva. Tiene, eso sí, el denominador común de la clase, la humillación y la entrega, además del guto personal del ganadero de que embistan muy despacio. Eso tiene el peligro, en ocasiones, de que parezcan insulsos o faltos de fuerza, porque no castigan al que hace mal las cosas con tarascadas, sino con la negación de la embestida.
De hecho, son tres los festejos lidiados por este hierro en lo que va de año, con dos corridas de toros y una novillada en Las Ventas el pasado 12 de mayo, y el balance es de una oreja cortada a 17 animales que han salido a la plaza. Fue El Cid quien paseó el trofeo en Castellón, pero no ha habido más porque hay que tener mucho temple y mucho pulso para cuajar a uno de El Pilar, pero cuando se logra el resultado es histórico.