TEXTO: MARCO A. HIERRO / ILUSTRACIONES: JUAN IRANZO
La tercera corrida de toros del ciclo continuado de Abril trae de nuevo a las figuras con otra de las ganaderías que figuran en la agenda de preferencias de cualquier torero. Dos toreros de quietud vertical, de valor seco, de susto constante por el sitio que pisan; otro de sutilidad, de pulso, de vuelo preciso y palmas palpitantes. Buena combinación para variar el menú de hoy.
El francés Sebastián Castella es una máquina de torear. No para en todo el invierno, porque cuando concluye la temporada europea toma el vuelo, cruza el charco y continúa en América su campaña. Eso provoca que los altibajos típicos de cualquier actividad con parones le afecten menos que a los demás. No en vano el de hoy será su festejo número 19 desde que comenzase este 2019, año en que se le ve cada vez más maduro.
Y así lo atestigua también su apuesta decidida por Sevilla, porque es cierto que hoy se enfrenta a una de sus ganaderías predilectas, pero también tiene preparada la traca final de feria con la de Miura. Torero capaz y con recursos, con un valor sin aspavientos que suele calar en el espectador. Tiene tanta calidad su toreo que llega incluso cuando las cosas no salen como él tenía previsto, aunque peca de frío en ocasiones. Este año ha decidido que debe llegar su definitiva conquista de La Maestranza, la plaza de donde vive.
El alicantino José María Manzanares es la sutilidad del cartel, pero es, además, el ‘consentido’ de esta plaza, donde ha protagonizado hitos importantes y ha descerrajado el portón que da al río Guadalquivir en tres ocasiones, indulto a Arrojado, de esta misma ganadería, incluido. Llega, además, en un momento dulce, a pesar de los constantes problemas de espalda que sufre y que le obligan a parar en algunas ocasiones, y es el único torero que cortó una oreja el pasado Domingo de Resurrección en esta plaza.
De hecho, en las cinco corridas de toros en las que ha hecho el paseíllo en este 2019 ha tocado pelo en todas ellas, sobresaliendo las tres orejas que paseó en Arles, las cuatro que arrancó en Cehegín o las dos que le cortó a un toro de Garcigrande en Brihuega, en las última ocasión en que se ha vestido de luces en esta campaña. Torero irregular por las continuas lesiones que han lastrado su carrera, resulta genial cuando maneja los vuelos para conjugarse con los toros. Y La Maestranza es su plaza.
Si bien no se dieron las circunstancias para el triunfo el pasado Domingo de Resurrección, Andrés Roca Rey, en la frontera de las dos décadas de vida, es el torero que quieren ver los públicos, y su rotundidad y continuidad en el triunfo lo han convertido en primera figura del toreo. El peruano ha pasado en apenas tres años de novillero sin caballos a principal atractivo de las ferias en que se anuncia, y eso marca carácter y exige personalidad.
Son once los festejos que lleva toreados Andrés en este 2019, pero es más importante el dato de sus triunfos: Bogotá, Illescas, Olivenza, Valencia, Castellón, Cehegín y Aguascalientes le han visto desorejar toros, con un rabo paseado en estos días y la impresión de ser el torero que hoy habita en el sentir popular. Por eso también se ha hecho un hueco en los carteles tradicionales de las figuras, a los que ha llegado para llenar plazas. Y el Baratillo será la que se muestra hoy sin espacio para un alfiler.
Decir Núñez del Cuvillo es apelar a la historia reciente de la plaza de toros de La Maestranza. La vacada gaditana es una de las que más toros de triunfo ha echado a este ruedo en los últimos tiempos y por eso es una de las predilectas por los que cuentan con la vitola de figuras. De hecho, en 2019 únicamente ha lidiado una corrida de toros, la celebrada en Cehegín, donde se pasearon nueve orejas y un rabo.
Este será el segundo año de Álvaro Núñez de la Campa al frente de la vacada de Joaquín Núñez, después de la salida de Álvaro Núñez Benjumea, por lo que los animales que se lidien esta tarde ser´ñan todavía de la selección realizada por este último. Fue él quien definió también el fenotipo de la ganadería, con un toro reunido, bajo y una gran arboladura coronando el cuello largo. Nobleza y clase son señas de distnción del hierro, que también lidia hoy en su plaza predilecta.