LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

La resignación fatal


jueves 7 junio, 2018

La sinceridad de Javier Cortés lo manda de nuevo al hule con un liviano Iván Vicente, un afanoso Javier Jiménez y un gran toro de Rehuelga que se fue a destazar con las orejas puestas

La resignación fatal

Madrid 7-6-2018 from Cultoro TV on Vimeo.

TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Es plomiza, lánguida, triste. Pero también sincera, profunda y delicada, como la cáscara de nuez que viaja indefensa por el río sin que nadie la vuelque ni la mancille, tal vez hasta que llega a una orilla. La resignación fatal es la moneda que cambia la suerte por no tener la suerte de tener moneda. Y es fatal. Etimológicamente fatal. Procedente del hado, del destino, sin posibilidad de cambiar su fondo. Así es la actitud en el ruedo de Javier Cortés. Por eso sufre tanto como disfruta.

Cortés se yergue en el lugar donde se aflojan las canillas, renace sobre la llama que ahuyenta las plantas firmes. Javier ofrece el pecho por delante de la muleta y donde otros ponen trapo, él pone la carne entera. Es la resignación fatal de un torero cuya forma de vida la cruza un paso a nivel, un tren diario de sinceridad cruda y otro a la semana de desgarradora verdad. La de hoy lo volvió a llevar al hule del que se había levantado apenas el día anterior, pero le renovó el crédito de Madrid y le colgó sobre la espalda el título de torero de aquí. Para que farde en el hospital. Porque pisando ese sitio lo va a pisar mucho, pero será mucho más caro conforme lo pise más. Así de crudo es esto del toreo.

Fue la resignación fatal lo que hizo a Javier torear al segundo sólo para él, decirse la verdad sobre la superación de los retos y los toreros a alcanzar. Imponente el toro, serio como el que más lo sea esta feria. Por eso cobró importancia que se encajase Cortés al segundo muletazo de faena para ver cómo tragaba los dos primeros el de Pallarés, tomaba el tercero por la inercia y en el cuarto ya no había viaje ni espacio para buscar el de pecho. Y Javier no busco el aplauso en los tres y el de pecho al uso, por muy buenos que pudieran ser. Cortés le dio el trapo por delante de la chaqueta, lo fue a buscar muy despacio, en corto y sin doblez alguna, y sacrificó los remates en favor de la calidad y las series largas. Y, con el remate, se fueron también los aplausos, pero llegó la superación. Y supo que era capaz. Como lo fue de levantarse y volverse a poner de nuevo cuando le metió el pitón el jabonero quinto por darle excesiva verdad. Pero así es la resignación fatal, que le ha puesto en Santander y en otras ferias que vendrán detrás.

Más difícil será lo de Iván Vicente, cuya resignación fatal es no entenderse con un toro cuando más se entiende con Madrid. Madrid tiene sus secretos y sus manías, pero no tiene más misterio que echar la muleta abajo para torear o morir. Y cuanto más despacio se muera, más se muere Madrid también. Era así de fácil lo del cuarto, con pinta de vaca vieja de retienta vulgar. Tan feo como enclasado, fijo, franco, profundo y largo. Era toro de triunfo para un torero como Iván, que de cien veces que salga lo cuajará noventaynueve. Pero esta vez fue la que no. Cómo le cantó Madrid el desmayado con que remató el inicio, los naturales de la última serie, cuando ya languidecía el trasteo en silencio sepulcral. Antes, con el inválido primero, lo habían aplaudido por encontrar la forma de llegar al final de faena para crujirlo al natural. Y tumbarlo de un espadazo. Pero eso ya era hitoria cuando arrastraban al buen cuarto y lo despedían en Las Ventas con una ovación.

Ni ovación ni parabienes se llevó de Madrid un Javier Jiménez que pegó muletazos tan buenos como fueron sus dos toros, pero que no armó faena, ni estructuró una obra, ni dejó sensación de conjunto, ni de armonía, ni de emoción. Se le deslizó el tercero por la sarga entre las dudas de construir o atacar, de izquierda o derecha, de pronto o tarde hasta que se le fueron acabando las cien embestidas buenas aprovechando cinco o seis. Pero entonces fue peor, porque llegaron las excelsas y despacio tampoco se encontró. Como no encontró la medicina que hizo al sexto rebozarse en el capote de Chacón y no llevarse nada bien con la muleta del rubio. Misterios del temple, que muchas veces llevan a la resignación.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Trigésima primera de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. 13.500 entradas vendidas. 

Dos toros de Rehuelga (primero y tercero), tres de Pallarés (segundo, segundo bis, cuarto y sexto) y un sobrero (quinto) de José Luis Marca. De buen fondo sin fuerza ni raza el inválido y esmirriado primero; devuelto el segundo por lastimarse una mano; de emotivo fondo sin entrega el áspero segundo bis; humillado con entrega sin poder el enfondado tercero; de gran clase, entrega y calidad el profundo cuarto, ovacionado; deslucido, correoso y defensivo el basto y feo quinto; con fondo de clasee y calidad exigente el buen sexto.

Iván Vicente (rosa y oro): ovación y silencio tras aviso. 

Javier Cortés (manzana y azabache): ovación y ovación. 

Javier Jiménez (corinto y oro): silencio y silencio.