TEXTO: MARCO A. HIERRO / ILUSTRACIONES: JUAN IRANZO
Miura abre la semana torista en la Feria de San Isidro, seis festejos que, junto al que pasta en Zahariche, llevarán los hierros de Saltillo, José Escolar, Alcurrucén, Rehuelga, Pallarés, Adolfo Martín, Los Espartales y Victorino Martín. Máxima diversidad de encastes, ni uno de ellos de procedencia Domecq y con la droga de la afición torista por bandera. Un auténtico lujo para el abonado.
Rafael vuelve a Madrid. Es una de las presencias que estaba esperando la afición venteña después de no haber tenido opciones en la feria 2017. Rubio, Rafael, sin el illo, sabe que el corazón de la capital lo conoce y entre los seis «miuras” se encuentran las esperanzas que, esta tarde, pueden hacer que Rafaelillo cumpla su sueño de una vez por todas.
Rafaelillo se enfrenta a una doble cita crucial en su temporada: esta tarde hará el paseíllo con la de Miura y el martes con la de Escolar. Se tratan, pues, de unos días frenéticos para el torero murciano. En la temporada 2017, Rubio firmó una campaña realmente brillante en el circuito de las ganaderías más duras. Rafaelillo demostró su gran capacidad lidiadora conjugando la madurez y la calidad del más exquisito toreo.
Ha sido el último gran triunfador de la feria de Abril. Fue frente a la corrida de Miura. Se fue a chiqueros, hizo todo lo que tenía de su mano ante dos toros que sí que mantuvieron su duración pero que tuvieron muchas teclas que tocar y se alzó como el gran nombre del final de la feria.
Asume en la tarde de este domingo el segundo de sus tres paseíllos en Madrid en esta primavera, ya que fue Pepe Moral uno de los nombres que abrió la temporada el pasado Domingo de Ramos con la corrida de Victorino Martín, no teniendo suerte con su lote cárdeno. El próximo paseíllo que le espera al torero de Los Palacios en este ruedo será el próximo viernes 8 de junio para testificar la alternativa de Ángel Sánchez con la corrida de Adolfo Martín.
Román ha empezado a contar de verdad entre los futuribles del toreo, y hoy asume un nuevo reto apuntándose a la corrida de Miura en Madrid. Aquel chaval rubicundo que sorprendió de novillero hasta conseguir el apoderamiento de Santiago López en directo y ante las cámaras de televisión es ahora un matador de toros que ya conoce las vicisitudes de la profesión y ya sabe lo que es el parón postalternativa. Por eso su guerra es otra, y pasa por aprovechar cada bala que le llegue a la recámara.
En su favor juega que las que hay son importantes, y se lo ha ganado a base de blandir sus armas: un valor desmedido y fuera incluso de la razón en ocasiones, unas ganas enormes de ser gente en esto del toro y una frescura que, sin embargo, no ha perdido con la adquisición de la borla de matador. Se le vio mucho de novillero, pero precisamente ese parón ha provocado que el matador no esté tan visto… hasta que llegó la salida a hombros de Madrid el pasado verano.
Su concepto del toreo clava las raíces en la quietud y en la exposición, con mucho gusto por sentirse en las cercanías de los pitones y pocos remilgos para pisar el sitio donde los toros hieren. Su trazo es largo, pero priman en él las sensaciones sobre la ejecución, puesto que basa su fundamento en transmitir emociones al tendido, a lo que ayuda su simpatía y su naturalidad -ambas dos llegan con mucha facilidad al que se sienta en la piedra-.
Con la clásica lidia de los toros de Miura el domingo de Feria en junio, se abre esta tarde una nueva edición de la semana torista. Miura es la denominación de un encaste de toros de lidia de características singulares forjada durante varias generaciones de una familia ganadera, desde 1842 hasta la actualidad. Su cría se realiza en la finca Zahariche en la localidad de Lora del Río.
La leyenda de este toro, el más indómito del campo bravo, ha sido forjada a través del tipo diferenciado y único de un toro con reminiscencias ancestrales. Las cruzas originales han dado como resultado un toro singular: alto de agujas, «agalgado» o levantado del suelo, largo, de gran caja, huesudo, manos y patas altas, fino de piel y algo lavado de cara.
Su pelaje aporta otra gran singularidad dentro de su variedad: cárdenos, colorados, castaños, sardos, salineros, girones, salpicados, berrendos, luceros, negros zaínos y mulatos. No es un toro astifino, sino de mazorca ancha, gruesa y generosa.
En la lidia es un toro cambiante, nervioso, que aprende mucho y rápidamente, de lidia despierta. También saltan toros de nobleza y fijeza, sin duda alguna por la aportación de la sangre parladeña. Toro espectacular desde su salida a la plaza y en el primer tercio. Sin duda, uno de los toros más ágiles que existen y más difíciles para torear.