Madrid 1-6-2018 from Cultoro TV on Vimeo.
TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Era el último toro de una corrida casi del revés. El último que echaba Victoriano en una feria de 14 titulares entre los que no hubo uno que se hiciera recordar. El último de la única corrida en la que estaba anunciado Cayetano, que es ese tipo atractivo que se ve en el colorín, pero sobre todo el torero con dos pelotas que domina el escenario y maneja los tiempos y las preferencias de una tarde, Es experto en marketing, y eso tiene que servir(le) para algo.
Le había cortado una oreja muy ramplona al tercero, el único de Toros de Cortés que hubo en el envío y también el que más complicaciones puso en el ruedo, poniendo en apuros incluso a Iván García en su tercio de banderillas. Ramplona porque tuvo altibajos el trasteo, aunque comenzase con uno de los inicios más sólidos de la feria, sentado en el estribo para torear ayudado por alto con ritmo, con gusto, con elegancia innata, y levantarse después para dejar un desdén de categoría y un trincherazo de los de foto de taberna. Su tarjeta de presentación. De poco valió que se enredase el toro después en su falta de entrega o que no se rebozase por su continuo frenar y querer volver las ancas. Ya estaba rajado, de hecho, cuando lo crujió Cayetano junto a tablas en una serie de mano diestra y gobernadora, como si no pudiese dejar de embestir. Sólo fue eso y una estocada. Pero es que en el medio pisó el sitio que muy poquitos en esta feria se han atrevido a pisar. Es experto en marketing y debe manejar la comunicación y sus canales. Por eso se paró delante del alguacil. Ahí comenzó a buscar para llenar el escenario.
Experto en marketing buscaba entonces aficionados razonables que comprendiesen su entrega y no se quedasen en sus evidentes carencias técnicas. Buscaba espacios comunes donde comprobar que se valora –al menos una miaja- su continuo empeño en exponer y exponer. Buscaba, como experto en marketing, la campaña perfecta para exponer su razón. Y dos toros más tarde la tenía barruntada.
Estiraba en el tercio cuando ordenó Trinidad –el presidente- que le abrieran al sexto. Le hizo un gesto con la mano Cayetano, que ya tenía sobre sí la atención de los tendidos. Se colocó la punta del capote en la cadera, muy torero, y caminó solemne el espacio que le separaba de la puerta de chiqueros. Allí rompió la ovación. Al altar de los sustos se fue a inmolar Cayetano porque pisaba Madrid, porque tenía una oreja guardada en el esportón y jamás vio tan cerquita salir en volandas por la calle de Alcalá. Larga cambiada, el toro desentendido luego; galleo por chicuelinas, para que no se olviden de que quiero abrir aquella puerta. El experto en marketing buscaba la gloria atornillando el talón al suelo en las gaoneras del quite, que se trocaron en verónicas, pero siempre con la atención de Madrid en el cogote hasta abrocharle la media.
De rodillas en el inicio, tragando con las arrancadas emotivas y levantándose luego para quedarse debajo del 7. Experto en marketing para explicarles a los que opinan en contra que no tiene ninguna necesidad, pero se ajusta con el toro como no se ajustan muchos de los que pisan Madrid. Y en ese diálogo para convencer a los indecisos y llevarse a su casa rotundidad, corrigió la posición continuamente para ponerse muy puro, para darles el gusto y tenerlos a favor. Pero ese intento le impidió ligar, y sin ligazón no se puede recoger el fruto en una plaza donde quieren que se mueva todo. Menos los pies.
Castella tampoco los movió, pero equivocó el discurso cuando se enfrentaba al cuarto. Lo estaba ligando con exigencia y fondo, le había dado dos cambiados con el tendido a favor. Menuda había sido la serie de mano diestra que le había soplado luego, en los terrenos de medios y con el trapo a la rastra para ganar en verdad. Y ocurrió que le protestó el animal el tercer muletazo en la siguiente tanda, y en lugar de rematar e irse, ¡le pegó tres más! Y se acabó el Victoriano, que de raza andaba al revés. Luego quiso el galo meterse entre pitones, con circulares al semoviente en que se había convertido para aquel entonces el castaño Duermevelas. Mira que había sido bueno el inicio del francés, pero no es experto en marketing, y aunque diga la verdad, debe vigilar cómo la dice.
También debe Manzanares, que no le hace mucha falta comprender los secretos del marketing cuando le sale el toro para torear, pero necesita un motivo para cuajar al mediotoro si no espera la ocasión. Ese quinto de corrida, con su nobleza humillada y su repetición tan franca, necesitó algo de chispa para traer la emoción. Pero tampoco fue capaz de transmitirla Manzanares. Y esta vez nada ocurrió.
Solo ocurrió con Cayetano, que es experto en marketing y busca comunicar. Hoy encontró la manera de triunfar él, pero también de explicar que hoy en día ha cambiado el público que acude a Madrid. El que viene hoy quiere verlo a él –y a otros de su mismo corte-. Y saca el pañuelo no porque quiera que triunfe, sino porque quiere contar que él lo vio. Por eso nos perdemos hoy en día casi todo por grabarlo todo en el móvil. Experto en marketing busca la forma de explicarle al mundo que es mejor disfrutar que contarlo…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Vigésimo quinta de la feria de San Isidro. Corrida de toros. No hay billetes.
Cinco toros de Victoriano del Río y uno, el tercero, de Toros de Cortés, desiguales de presencia, justos en casi todo y con la falta de raza como denominador común. Rebrincado y de cara suelta el primero; noble pero espeso y manso el rajado segundo; humillado y con chispa mientras le duró la raza el rajado tercero; profundo y entregado el castaño cuarto a menos; repetidor con la raza justa el quinto; obediente pero manso el rajado sexto.
Sebastián Castella (sangre de toro y oro): silencio tras aviso y ovación tras dos avisos.
José María Manzanares (sangre de toro y oro): silencio y silencio.
Cayetano (ciruela y oro): oreja y ovación.