Ya no corretean becerros y vacas por la finca sevillana Arenales; tampoco se miden por el poder los toros de saca, y el silencio se apoderó hace tiempo de una finca donde ni siquiera está ya la familia Saiz de la Maza. Una venta que se llevó a cabo tiempo antes de la llegada de la pandemia, algo que por lo menos evitó que sus ganaderos pasaran el mal trago de enviar gran parte de sus animales al matadero.
Pero el legado de esta familia sigue muy vivo en la provincia de Sevilla, no en Morón de la Frontera, pero sí en Castilblanco de los Arroyos. Allí Diego Curiel cuida con mimo un proyecto ganadero que ha empezado prácticamente desde cero. Pero volvamos al pasado y echemos una mirada hacia aquellos años donde la ganadería pastaba en la finca que le dio cobijo todos estos años. Hoy la queremos recordar gracias a un reportaje de nuestros compañeros de Toros para Todos emitido hace casi 10 años.
Todo el equipo se trasladó hasta la finca Arenales: allí había que curar a un toro. El mayoral junto al ganadero deciden trasladarse en coche al campo para buscar al animal lesionado, dormirlo con una cerbatana e inspeccionar la herida. Sin embargo, al acercarse al árbol donde descansa el toro, este enfurecido se arranca contra el 4×4 del mayoral con una fuerza brutal. Los dos pitones atraviesan la chapa del vehículo. La habilidad del mayoral libra a los vaqueros y a los que viajaban junto a él de un accidente de graves consecuencias.
Son momentos complicados, el toro puede reaccionar de una forma imprevisible, más si cabe cuando está pegao por sus hermanos. Normalmente, cuando surge una pelea el perdedor se aparta del resto, en este caso el animal andaba junto a un hermano de camada bajo uno de los árboles que dan sombra en el cercado. Su reacción fue muy rápida, no dio tiempo a salir de allí, y el fuerte golpe en el coche fue inevitable.
El animal siempre suele avisar cuando se arranca, en este caso no lo hizo, y esto se debe al enfado y la humillación que sufría al haber perdido una pelea con sus hermanos de camada. Se decidió entrar en el cercado y dormirlo por la imposibilidad que tenía el llevarlo a los corrales al estar el toro a la defensiva y no querer hacer caso a los mansos. Todo fue tan rápido que no llegó a calar la cerbatana con la anestesia, por lo que tuvo que volver a intentarlo.