EL EXILIO INTERIOR

El toro de Osborne


martes 21 marzo, 2023

Dejemos al toro en el campo y en la plaza, que ese es su hábitat y ese su destino. La españolidad no es una cuestión de cuernos.

Toro Osborne
Un toro de Osborne.

Tal día como un 20 de marzo, pero de 1998, se dio cumplimiento a la sentencia del Tribunal Supremo que declaraba  «elemento decorativo del paisaje» la valla del Toro de Osborne que en aquel entonces se aparecía en gran número en el paisaje de la red de carreteras y autopistas de España y que, un cuarto de siglo después, se ha reducido a algo más de la treintena, repartidos mayoritariamente en las Castillas, Aragón, Levante y Andalucía.

El mismo Tribunal Supremo que en 2017 entró en un litigio legal también a cuenta del Toro de Osborne entre dos empresas (Osborne y Badtoro), sin dar la razón a ninguna de las dos.

Lo sustancial se recogía en el redactado del fallo al considerar el TS que  la tradición de las corridas no supone «que el toro, en cuanto animal, haya pasado a ser un icono de nuestro país» y que por ello sea un impedimento objetivo -como solicitaba Badtoro- para su registro como marca pues «lo que constituye Patrimonio Cultural de España es la Tauromaquia».

Hete aquí que, de una tacada , el Supremo -quizás sin ser esa su pretensión- dejaba con el culo al aire  a quienes se obstinaban- y en ello siguen-  en hacer del toro bandera de cañí españolidad  y de paso reforzaba el fallo del Tribunal Constitucional sobre la prohibición catalana, aunque a la vista está que esto último de poco valió.

Sobre el llamado «Toro de Osborne» no está de más recordar que su autor fue un reconocido artista gráfico español, Manolo Prieto, a quien a mitad del pasado siglo el grupo Osborne encargó lo que debía ser un anuncio y acabó siendo un símbolo. Y, también,  que Manolo Prieto era militante del Partido Comunista de España, en la clandestinidad, claro, si no , los «patriotas» de entonces lo habrían encarcelado.

Volviendo al ahora pero mirando un poco hacia atrás, mal momento fue aquel en el que el toro (con la silueta del de Osborne u otras) se vio incorporado a la bandera española. Desaparecida el águila imperial, tan franquista ella, a algunos les faltó tiempo para poner al toro en su lugar, en una clara apropiación indebida de símbolos: la bandera y el toro. Y viceversa.

Al tiempo, primero una Ley de Seguridad Vial hacía desaparecer de muchas carreteras y autopistas nacionales la hermosa y majestuosa silueta del toro de Prieto (y de Osborne) y, después, la intolerante y fascista acción de grupos  más o menos políticos vinculados la mayoría a los independentistas catalanes arrasaba con los que aún se alzaban en Cataluña. El pobre Toro de Osborne y las dos Españas. O casi.

Así las cosas, la identificación Toro-España se ha ido convirtiendo en eje de un discurso perverso en el que gran víctima es la propia Tauromaquia, utilizada, manipulada, maltratada por unos y otros.

Dejemos al toro en el campo y en la plaza, que ese es su hábitat y ese su destino. La españolidad no es una cuestión de cuernos.