En la mítica finca Jandilla, en Vejer de la Frontera (Cádiz) se crían los animales con el sobrenombre de ‘Toros de Lagunajanda’. Se trata de una dehesa rica en pastos que junto a ‘El Horcajo’ dan cobijo a las vacas de vientre, sementales, así como a los toros de saca y al resto de animales que componen la divisa gaditana. Un lugar mágico donde la convivencia entre especies está fuera de toda duda.
De Juan Pedro Domecq a Jandilla, de Jandilla a Lagunajanda. Tras hierros unidos por una misma raíz. Los animales de la divisa roja y blanca —aquí los colores sí importan— pastan en tierras que siempre olieron a toro bravo, a caballos o a faisanes. Aquí pastan toros con sangre Salvador Domecq, y a ellos les dedica todo su tiempo y esmero Doña María Domecq Sainz de Rozas, hija de Salvador, baluarte de la casta dentro de la familia Domecq.
Aquí, junto a la laguna de La Janda nacieron un ramillete de ganaderías históricas del campo bravo. Mora Figueroa, eslabón esencial del toro bravo; allí también se le dio su sitio a un hierro que tras el paso de los años sigue en todo lo alto y que dio simiente a un número enorme de ganaderías, el de Juan Pedro Domecq. Muy cerca de allí convivieron con ganaderías de gran solera como el de Carlos Núñez. Esta zona tan próxima al mar ayudó a afinar al toro, dándole una morfología acorde al toro en tipo.
Una casa donde se moldea un tipo de toro con unas características muy particulares. De esta rama ha salido lo más encastado de esta sangre, a este lugar venían los ganaderos que necesitaban darle una vuelta de tuerca a su ganadería, por eso Salvador Domecq fue un ganadero tan respetado. Pero esa raza que se busca en los animales no va encaminada a un animal arrogante e imprevisible en el campo, muchos de ellos demuestran su nobleza en el trato con el hombre.
En este caso, Salvador de La Puerta Domecq nos enseña la relación tan especial que puede existir entre una yegua y una vaca brava. Ambas tienen ese instinto maternal que puede estrechar lazos, ambas son nobles por naturaleza, son sensibles al buen trato, ese que les da un ganadero especial como Salvador. En un vídeo publicado en sus redes sociales vemos como existe una relación de respeto entre el hombre, el caballo y el animal bravo.
«Todos los animales, como las personas, no son especiales. Son aquellas que saben mantener su verdad. Son almas puras que no han sido comprada, con sus defectos pero limpios. El domingo pude conectar con dos de esos animales especiales y a la vez: la yegua alazana con su entrega y carácter y la 127 con su nobleza excepcional. Al ritmo del mosquero volví a coger el sendero entre los acebuches, sintiendo haber aprendido algo», comentó en Instagram el pasado mes de febrero.
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