¿Quién es Cristián Pérez?
Un chico que quiere ser torero, que proviene de una familia humilde y que lucha por alcanzar sus sueños.
Sus inicios fueron con el maestro Dámaso, ¿en que le marcó?
Me marcó en todo, me trato como uno más de la familia, viví cosas junto a él que me marcaron como hombre y como torero. Era un espejo donde mirarse, un referente e incluso una forma de vida.
Y cuando intentaba hacerse hueco en las mejores novilladas llega la pandemia. ¿Cómo afrontó la pandemia y cómo salió después de ésta?
Tuve la suerte de afrontarla en el campo, toreando, entrenando y viviendo en torero. Fui un privilegiado, me sirvió para coger impulso.
De todas sus tardes en los grandes escenarios, ¿con cuál se queda?
Hay tres tardes que me marcaron mucho, la tarde de Istres, mi presentación en Madrid y la última tarde en Albacete, cada una tiene su significado.
¿Que le supuso la tarde de Albacete del año pasado?
Un punto de inflexión en mi carrera, para mí marcó un antes y un después. Era el día y el momento para demostrar a todos y a mí mismo que puedo funcionar en esta profesión tan dura.
¿En qué ha evolucionado su toreo a lo largo de estos años?
He intentado evolucionar en la parte más artística, buscando ser un torero más plástico y expresivo sin perder mi entrega y mis ganas de querer.
¿La alternativa es una meta o un punto de partida?
Es un punto de partida, ahora comienza la etapa con la que siempre soñé.
¿Qué esperas del día de la alternativa?
Seguir soñando, ilusionar y no decepcionar a nadie.
¿Cartel soñado en plaza soñada?
Puestos a soñar… MADRID a sabiendas que era un cartel muy difícil de componer, el maestro Julián (El Juli) y el maestro Iván Fandiño, Dios lo tenga en la Gloria.
¿Le asusta el parón que suele producirse en el salto de escalafón?
Llevo tiempo dialogando con el miedo y ya no me asusta, nos hemos hecho amigos.
¿Qué vista tiene más allá de la alternativa?
Dar motivos para hacerme un hueco y ser un aliciente en todas las ferias.