Madrid 15-5-2018 from Cultoro TV on Vimeo.
TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Estar anunciado en Madrid y pasar las de Caín hasta que pisas la arena de la plaza grande todo es uno. Entrenamientos, mentalización, más entrenamientos, más mentalización, un poco más aún. Por eso no debe ser fácil encontrarte al llegar con que no te embisten los dos toros, con que no comprenden tu forma de expresar o simplemente con que tienen pocas ganas de verte. Pero hay veces, como hoy, que esa travesía en el desierto llega por fin a buen Puerto, y llegan de Salamanca tres o cuatro toros al menos para poder apostar.
Por eso aplaudía Paco Ureña cuando agonizaba el quinto, el único que se fue a desollar sin una oreja. Porque llegar a buen Puerto implica, además, cierto grado de autocrítica que no todos los toreros están dispuestos a asumir. A Paco, por ejemplo, la oreja de hoy debería saberle a poco, porque esta era la tarde en que estaba escrita su Puerta Grande en Madrid. Era lote de tres oídos el que le echó José Juan, que hubiera cortado muy rotundos el Ureña que comenzó a conquistar Madrid. Con su apostura verdadera, con su pecho entregado y palante, con su forma de proponer con natural posición. Pero la forma de escorzar el gesto que viene eligiendo tiempo atrás le resta naturalidad y, por tanto, verdad, a todo lo que hace el murciano.
Son excepcionales los naturales que sabe trazar despacito, muriéndose en cada segundo, porque tiene valor para ello; son macizas las gaoneras del quite al abreplaza, pasándose muy despacio los pitones por la barriga como el que oye llover; lo es el cite de enfrontilada verdad cuando el segundo le ofrecía su vida sin dejar de embestir y Paco pugnaba por estar a su altura; pero sobraron ciertas dudas en la estructura al primero, cierto cliché en las tandas en serie que le recetó al quinto y sobre todo el cimbreo exagerado de la cintura en el cite y de la cadera en el trazo. El toreo de Ureña luce más, para llegar a buen Puerto, cuando surge de manera natural. Como si no supiera hacerlo…
Al valor que pone Paco cada vez que viste el chispeante no le cabe una duda de más, pero tampoco debe sobrarle una admiración de menos. Y hoy le hubiera cortado una oreja al gran toro Cuba que salió segundo de no haber marrado varias veces con la espada. Pero él sabe que tiene capacidad –y tauromaquia- para cortarle las dos. Y hubiera sido más rotunda la Puerta Grande que hoy estaba escrita para él con la tinta que viene de El Puerto, que hoy sólo le dejó Calderilla para lo que pudo pasar.
También pudo pasar con Alberto, que no termina de encontrar a López Simón, y no es nada grato ver cómo se busca el que ayer fue bastión en esta plaza. A buen Puerto tal vez llegaría ahuyentando primero a sus fantasmas. Pero eso no se hace en un ruedo, ni vestido de luces, ni con la muleta en la mano. A veces hay que parar la rueda para volver a tirar.
Eso no lo necesita El Fandi, que siempre llega a buen Puerto, pero no suele ser en Madrid. También es cierto que normalmente se justifica y hoy se pegó dos paseos sin mayor profundización, pero no lo es menos que esta plaza, que no lo echa, tampoco lo echaría de menos.
Sí echaría a El Puerto si algún día dejase de acudir a su anual cita con la afición de Madrid. Porque siempre echa un toro o dos el bueno de Lorenzo Fraile, de casi cuatro décadas sin faltar. Y eso no es desperdiciable en un evento tan global que le llaman Mundial del Toreo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Octava de la feria de San Isidro. Corrida de toros. Casi lleno.
Seis toros de Puerto de San Lorenzo, impecables de presentación y variados de juego. De buena clase y fuerza al límite el feble primero; con fijeza, repetición, clase, emoción y bravura el gran segundo, ovacionado; de acusada repetición y humillación franca el buen tercero; manso y distraído el deslucido cuarto; repetidor a diestras sin gran entrega el aprovechable quinto; obediente y franco el noble pero sosete sexto.
El Fandi (sangre de toro y oro): silencio y silencio.
Paco Ureña (blanco y oro): ovación y oreja.
Alberto López Simón (caña y oro): silencio tras aviso y silencio.