Diego Urdiales, José María Manzanares y Andrés Roca Rey hacían, en la tarde de este 21 de abril, el paseíllo en la quinta de abono en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Se lidiaba un encierro con el hierro de Núñez del Cuvillo que a la postre volvió a evidenciar los mismos defectos que el pasado Domingo De Resurrección: Falta de raza en un ganado que tuvo virtudes, pero al que le faltó fondo. Una tarde donde Urdiales sin ni siquiera saludar una ovación dejó los muletazos más hondos y bellos de la tarde. Fue ante el cuarto en un trasteo que pasó de puntillas para una plaza que hoy venía a otras cosas. Por su parte, Manzanares acabó cogiéndole el aire a la tarde con un quinto toro donde dejó pasajes estimables con la zurda. Una labor de mayor encaje que a su primero pero en la que el mal uso del descabello dejó en nada.
Roca Rey se llevó la tarde por una convicción y una fe inquebrantable en aquello que hace consiguiendo romper esa cruel maldición que llevaba varios años acompañándole. El peruano sabe que cuenta con el fervor de una afición que lo idolatra y evidentemente lo usa a su favor. Una tarde donde el criterio presidencial volvió a levantar esas heridas que aún andaban frescas y sin cicatrizar, volviéndose a constatar que Sevilla no pasa por su mejor momento en relación a esos que ocupan sus escaños. Una tarde que acabó en triunfo apoteósico para un Cóndor que ya vuela en solitario gracias a ese Halcón que se le cruzó en su camino, pero que volvió a dejar un sabor algo amargo en aquellos aficionados que han visto como esta plaza, su plaza, anda desde hace tiempo a la deriva.
Silenciado Urdiales con el deslucido primero de Cuvillo
No tuvo contenido el primer capítulo de la tarde por dos motivos principales: el viento y la embestida a la defensiva del primer toro de Cuvillo. Este fue un animal bajo y con cierta armonía en sus hechuras, pero al que le faltó entrega. Ya de salida embistió con las manos por delante, evidenciando que no iba a andar sobrado de nada. Lo cuidó Diego antes de dejar un quite por chicuelinas con mayor intención que lucimiento. Faena breve donde en ningún momento pudo soltar muñecas ante un toro muy deslucido que nunca se salió del muletazo. Por el izquierdo su embestida era aun más corta, haciendo siempre hilo y volviéndose sobre las manos. Un jabonero justito de presentación que desarrolló genio y mal estilo en los trastos. Lo mejor la estocada.
Manzanares no pasa de correcto ante el manejable segundo
El segundo de la tarde fue otro animal bajito de Cuvillo, un toro que se movió más y mejor que su hermano corrido en primer lugar. Un astado que salió sueltecito de salida, pero que se entregó en el peto empujando con clase con los dos pitones. El viento reinante no fue óbice para que Roca Rey se fuera a los medios en su turno de quite. Con la esclavina pegada a su pecho dejó tres chicuelinas de gran ceñimiento pese a salir la última algo atropellada. El de Cuvillo fue un animal manejable que no pudo sacar a relucir sus virtudes por el molesto viento. Manzanares realizó una faena limpia pero con pocas apreturas. Llevó a su aire a un animal que pidió siempre toques fuertes y la muleta en la cara, de lo contrario tendía a pegar un tornillaozo al final del muletazo. José Mari anduvo correcto, pero sin ponerle el alma que requería su trasteo. Faena de tandas cortas y de toreo lineal que calaron en unos tendidos muy a favor de obra. Muletazos despegados y hacia fuera ante un toro que siempre tuvo la tentación de querer rajarse. Tras dos pinchazos dejó una estocada de rápido efecto. Escuchó palmas tras ser arrastrado el astado del hierro gaditano.
La firmeza de Roca Rey le corta la oreja al tercero de Cuvillo
Bajo como un zapato fue el tercero, un animal que tampoco se entregó de salida, haciendo caso omiso de los capotes y dejándose pegar en el jaco. Le puso mimo y pulso Antonio Chacón, dejando dos pares de mérito Viruta, esos que le valieron la cerrada ovación de la plaza. Este fue un astado con ciertas teclas, un animal complejo en sus embestidas. El de Cuvillo fue pronto, pero si no venía enganchado tendía a arrollar. Por el izquierdo, Roca tuvo que tragarle una enormidad, el toro embestía a regañadientes sin ir metido en los trastos. Su máxima virtud estuvo en esperarlo, en no dar un paso atrás. El de Cuvillo tuvo mejor inicio que final del muletazo, careciendo de esa entrega que tiene esta ganadería. Un animal que pasaba sin abrirse, feamente por dentro pero sin maldad. Anduvo firme, siempre con las zapatillas asentadas en un trasteo que contó con una parroquia muy a su favor. Acortó las distancias en un final de faena donde volvió a sobrevolar la voltereta. La estocada unida a su actitud toda durante toda la faena, puso en su mano una liviana oreja del tercero de la tarde, es que si echamos la vista atrás pierde aún más peso. La presidencia debe mirarse -nuevamente- según qué concesiones de oreja para evitar posibles agravios comparativos, esos de los que ya hablamos días atrás.
Detalles sueltos de Urdiales con el protestón cuarto
El cuarto fue un animal que se movió con cierta agilidad en los primeros tercios, pero que como alguno de sus hermanos se dolió ante la exigencia. Urdiales soltó muñecas en un recibo de capote donde pudo componer su personal toreo en un par de verónicas suaves y mecidas, con ese aroma que él le imprime a su toreo. Pasó por el caballo sin hacer nada destacable, llegando a la muleta con cierta movilidad. Urdiales se fue a los terrenos del 4, por allí el aire molestaba menos. Lo embarcó diego en una primera tanda donde asentó zapatillas y tragó las temperamentales embestidas de un toro que tuvo emoción. Toreó con todo el cuerpo en una serie corta pero muy torera, sin duda, los mejores y más puros muletazos de la tarde. Pero el animal tenía el depósito de la casta en reserva. Aun así pudo dibujar muletazos con su personal corte, siempre buscando pulsear al animal y llevárselo detrás de la cadera. Con la mano izquierda se colocó en diagonal a tablas y no en paralelo para seguir porfiando ante un toro con cierto temperamento. Poco duro un astado que bajó la persiana y a embestir con los pechos. Pesaron las embestidas tan cercanas a tablas en un trasteo donde Diego nunca tiró las tres cartas ante un toro que protestó y se defendió por su justeza de fuerzas. Tras pinchazo y estocada fue silenciado.
Silencio tras aviso para Manzanares con el complejo quinto
Tomó vuelo nuevamente tarde en el quinto capítulo del festejo. Una interesante faena realizada por Manzanares ante un toro con aristas de Cuvillo que embistió con carácter, un animal con cierto temperamento y cambios de ritmo. Los primeros tercios pasaron sin pena ni gloria hasta llegar a la faena de muleta. Ahí vimos una faena firme y asentada del alicantino ante un toro que en los chismes embestía con entrega, pero que fuera de ellos exigía ir siempre enganchado, de lo contrario tendía a arrollar. El colorao de Cuvillo tuvo mejor condición a zurdas, por ahí humillaba más e incluso se ralentizaba si iba pulseado. Un pitón por el que dejó los mejores pasajes José Mari en dos tandas donde le corrió bien la mano. Por el derecho tendía a quedarse debajo. En una de esas el animal apretó llevándose por delante al espada. El toro por su condición exigió siempre firmeza de plantas y una muleta poderosa, algo que el alicantino pudo llevar a cabo en ciertos momentos del trasteo. Tras un mete y saca muy feo en los bajos y una media estocada tuvo que hacer uso del verduguillo. Sonó un aviso y fue silenciado.
Roca Rey pasea el doble trofeo del importante sexto
El sexto fue el animal de mejor condición del festejo, un toro de Cuvillo de gran son ovacionado en el arrastre. Un toro que cuidó en los primeros tercios el peruano para que este llegara a la muleta con las embestidas necesarias para poder conseguir esa faena que venía soñando desde hace años. Un triunfo compartido con un Antonio Chacón que escuchó la música tras dos pares de enjundia. ¡Qué torero! La faena comenzó como un tiro con muletazos por alto de hinojos, para más tarde cambiarse al animal por la espalda en sendas ocasiones. La mecha estaba prendida. Roca acertó en no exigirle en las primeras tandas, siempre buscando el toreo a media altura y en línea recta. El de Cuvillo tuvo ese fondo que se le atisbaba desde salida. Roca se olvidó de ese concepto mandón y poderoso de sus primeras series para ponerse a torear de verdad. Por el derecho le apretó en muletazos muy poderosos, ahí sí le bajó la muleta, agarrando ‘Halcón’ mayor profundidad. Al natural el toro gateó tras la pañosa. Si lo llevabas pulseado el de Cuvillo se reducía de tal manera que daba tiempo de saborear el muletazo. Una faena que tuvo momentos vertiginosos con esos cambios por la espalda que tanto calaron en unos tendidos muy predispuestos a cantarle lo bueno… y lo menos bueno. Pero lo que realmente valoró Sevilla fue el toreo largo y por abajo que cinceló de mitad de faena hacia adelante. El de Cuvillo con todas sus virtudes intactas, arrolló algo más por el derecho cuando el muletazo iba hacia los adentros, andaba en el alambre, afortunadamente su fondo de raza no hizo que este se rompiera. ’Halcón’ embestía más y mejor desde la media distancia, en la corta se desordenaba. Un trasteo donde jugó a la perfección con los tiempos para meterse al respetable en el bolsillo. Su legión de seguidores andaba en una nube, esa de la que no bajó nunca un torero que cumplió su sueño, ese que no era otro que pasar —por derecho propio— de Príncipe a Rey de este magno coso. La salida a hombros por la Puerta del Príncipe fue pura emoción. Fernández Figueroa había premiado su explosiva e intensa labor con un doble trofeo. Roca pasaba el dintel de la del Príncipe camino de ese Paseo de Colón, donde le esperaba una muchedumbre que besa por donde pisa.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Quinta de abono. Corrida de toros. Lleno de No Hay Billetes.
Toros de Núñez del Cuvillo. De buenas hechuras pero desigualmente presentados. Algunos muy justos para esta plaza. Le faltó mayor raza a una corrida que se fue apagando como una velita. Destacó el importante sexto ovacionado en el arrastre.
Diego Urdiales, silencio y silencio.
José María Manzanares, palmas y silencio tras aviso.
Andrés Roca Rey, oreja y dos orejas.
INCIDENCIAS: Saludaron montera en mano Franccisco Durán ‘Vitruta’ en el tercero y Antonio Chacón en el sexto de la tarde.
FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA