Le planteaba radiante la obra Daniel Luque al primero de Juan Pedro sin saber aún que había cogido la bola equivocada en el que ya es el mejor momento de su carrera. Y se había equivocado el hombre que metió a las 12 su mano en el sombrero porque hoy, el día que Juan Pedro volvía a Madrid tras su triste trance y estaba relegado a un cartel sin clavel, se guardaba el mítico hierro un encierro de nota. Y sobre todo un lote para enmarcar y no tirar a la alcantarilla; éste cayó en manos de un Ángel Téllez, que desaprovechó dos toros para refrendar lo que hace un año selló en este ruedo y luego intentó reeditar en la Feria de Otoño, pero entonces también se equivocó de estructura con uno de El Puerto. Y se acordará por mucho tiempo -si no enmienda su error el próximo lunes, acartelado el día del patrón- de los dos toros que le tocaron hoy en Las Ventas. Y Luque también de que la mano de las 12 marrase con la suerte en el sombrero…
A ese grandón primero, bajo y entrado en kilos, ya le sopló Daniel tijerillas de encanto antes de que Téllez fuese prendido en el intento de gaoneras -vio que el viento se llevaba el capote y siguió empeñado en citar a la fiera-. Y luego, tras el brindis, puso Luque a todos de acuerdo en medio del vendaval, que era de órdago, en un prólogo a pies juntos de muchísimo mérito. Porque era para aguantar también el tranco de un animal que no regalaba ni una arrancada. Y, de repente, la luz del toreo, el eterno trazo entre el medio viaje, el corazón en cada embroque para cesar el cuerpo ante sus parones y rendir culto a la expresión máximo del verbo exponer. Y entregarse a una causa, la de esta tarde y la de su carrera, llena de golpes sin efecto en las Ferias y que también reivindicó en esas manoletinas mientras sonaba el aviso. Esos centímetros bajos de la espada le quitaron el premio a Daniel. De repente, había brotado la luz del toreo en el laberinto irreconocible de Madrid que 23 horas antes había cerrado una tarde de tres orejas sin que ninguno de aquellos sucesos hubiese sido tan rotundo como el de esta obra del sevillano.
Luego, transformó Luque en luz el bronco inicio del cuarto -que salió tercero por la cogida- y gobernó ya en la primera serie su tranco con un superior derechazo, e hiló al natural lo que pudo ante el desentendido toro de Juan Pedro, al que incluso para quitárselo de encima antes de irse a por el acero, lo hizo con gusto entre tarascadas.
Ya había empezado mal la tarde con Francisco de Manuel, que entre la polémica de la pancarta del 7 tras el paseíllo, a Madrid se le olvidó sacarlo a saludar tras sus tres orejas el 12 de octubre. Y luego con el segundo -tras correr turno por la cogida de Téllez- vio cómo la tralla del de Juan Pedro se le venía encima a la proposición de toreo de hinojos en el centro del ruedo. Parecía luz ese motor del animal, mas eran sombras sus tornillazos y su tranco desclasado al final del viaje, siempre pegajoso como el viento. Y se divagó la obra entre un animal a menos y un torero plano que lo pinchó. Tampoco levantó su tarde ante el incierto y deslucido quinto.
Media hora antes, estaba cariñosa Madrid cuando Téllez salió de la enfermería, y en un inicio de faena discreto en el que el viento hizo de las suyas. Y también intentó agradar el de Mora, pero sin apuesta, sin dibujo bello en el trazo lineal que propuso, queriéndose cruzar pero sin cruzarse… algo que Madrid capta pronto. Luego, tenía prontitud un animal sexto en el que de nuevo mostró la carencia de la falta de colocación Téllez, que tampoco acertó con la estructura de la faena ni estuvo fino con el acero.
Y es que lo que hoy quedó claro es que cuando la luz del toreo sí convence, lo hace de verdad por estos lares. Y convence porque tiene justo premio en la plaza más importante, y hoy fue el de la ovación sincera a Daniel Luque tras una soberbia obra.
FICHA DEL FESTEJO
Viernes 12 de mayo, Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, tercera de abono. Corrida de toros. Más de tres cuartos de plaza.
Toros de Juan Pedro Domecq, de correcta y seria presentación. Noble pero sin raza ni espíritu el primero; tardo pero con humillación el interesante segundo; de impresionante trapio el serio y voluminoso tercero, de embestida bruta y en línea recta a media altura; Encastrado y con poder resultó el serio cuarto, que vendió cara cada embestida; incierto y deslucido fue el alto y serio quinto; de presentación sin mácula y gran juego el sexto, por su franca nobleza, recorrido, clase y transmisión.
Daniel Luque (corinto y oro): Ovación y silencio.
Ángel Tellez (lila y oro): Silencio tras aviso; silencio.
Francisco de Manuel (marino y oro): Silencio; silencio tras aviso.
Incidencias: Tuvo que correrse turno del segundo al tercero por percance en el primero de Ángel Téllez, que lidió cuarto y sexto.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO